Ya llega la hora de la verdad y los candidatos se desesperan

 

Estos son días difíciles para los candidatos que postulan a la presidencia de la República. Ya estamos en la antevísperas de las elecciones generales. La presencia promedio de casi un tercio de electores que no saben aun por quién votar o que piensan en depositar la boleta en blanco, ha sido más que suficiente para que los pretendientes a la primera magistratura aceleren sus andanzas por todo el territorio nacional en procura de convencer y obtener las preferencias ciudadanas. Ahora o nunca parece ser el grito de guerra, proclama que además tiene un tono encendido, luego de ratificarse la salida de la competencia de Julio Guzmán y de César Acuña, por decisión inapelable del Jurado Nacional de Elecciones y, en menor grado, por el retiro contra su voluntad, de Daniel Urresti Elera. A este sus superiores políticos, Nadine Heredia y Ollanta Humala, en ese orden, le bajaron el dedo y en mala forma. Lo hicieron sin pestañar, le clavaron el puñal por la espalda, dicen que para conservar la vigencia legal del partido y, así, intentar el retorno a Palacio de Gobierno en futuras las elecciones presidenciales. ¿Tendrán posibilidades? Lo dudo.

Quien comienza a sentir el rigor de la campaña es la hija del autócrata hoy encarcelado por graves delitos de lesa humanidad y corrupción extrema. La sonrisa que lucía cuando las encuestas la ubicaban como la principal favorita, ahora da la impresión que se hubiera congelado. Corren en su contra señalamientos de inconducta violatoria de las reglas éticas que rigen el actual proceso. Las pruebas han sido expuestas por los medios de comunicación que gozan de credibilidad y que hacen ver que guardan similitud con las que hicieron tambalear y finalmente dieron lugar a la tacha de la candidatura del pequeño hombre que se hizo conocido, más que por sus destrezas políticas por el hecho de tener «plata como cancha». Olvidó o no sabía que carecía de «buena leche», cosa rara porque es abundante la producción en su natal Cajamarca.

Keiko Sofía Fujimori ya superó una primera denuncia. La Dirección Nacional de Fiscalización y Procesos Electorales paso por alto la misma. No encuentra el nexo que une al denominado «Factor K» con la candidata. Esto a pesar de que está más que confirmado que se trata de una organización que, a manos llenas, hace entrega de dádivas (léase obsequios) a cambio de votos a favor de su protegida. ¿De dónde viene tal riqueza dineraria?, se preguntan los electores. La respuesta no es hallada por el citado órgano fiscalizador. «Factor K» con ese aval sigue actuando como mascarón de proa, llevando más regalos a la gente de humilde condición, con frecuencia en presencia de la candidata, que se cuida de no actuar físicamente en ese acto, aunque sin dejar de mostrar su satisfacción por el desarrollo de esa poca sofisticada compra de voluntad electoral.

Ante la ocurrido se han formulado nuevas denuncias. Más graves aún, como la entrega de dinero en efectivo a mototaxistas en Chota, Cajamarca, para que asistan y lleven público al mítin de la candidata, así como de víveres, en Satipo, previo juramento de votar a favor del fujimorismo. Si en el primer caso, el autor de dicha falta fue el candidato fujimorista Carlos Ticlla Rafael, y en el segundo, nada menos que Vladimiro Huaroc, candidato a la segunda vicepresidencia por Fuerza Popular, es evidente que ellos cumplen órdenes, según la estrategia y la táctica diseñadas por los responsables de la campaña a favor de Keiko Sofía Fujimori. Existe una responsabilidad mediata. Y esto debe entenderlo la citada Dirección Nacional de Fiscalización, que es una oficina dependiente del Jurado Nacional de Elecciones. Está obligada a cumplir con la Ley N° 30414 que modifica el artículo 24° de la Ley de Partidos, que con meridiana claridad señala que tanto las personas como los propios partidos están prohibidos de efectuar ese tipo de proselitismo, es decir entregar dádivas. En palabras sencillas, la exclusión se da tanto porque la compra de votos la desarrolla, en este caso la candidata, o bien, como precisa la norma legal, recurriendo «a través de terceros».

¿Requiere más pruebas la Dirección Nacional de Fiscalización? Si así fuera, debe recurrir a la oficina de comunicaciones del JNE. Allí le pueden proporcionar material impreso y audiovisual de las declaraciones de José Chlimper, candidato a la primera vicepresidencia y vocero del fujimorismo, quien revela que «Factor K» tiene íntima relación con el partido, que fue creado para apoyar la candidatura y es más, ha recibido dinero de Fuerza Popular para el reparto en el transcurso de la campaña, entre otras modalidades mediante concursos públicos, pero con la intención de ganar la adhesión de los electores. Es de anotar que aquí procede el principio de igualdad ante la ley. Por lo tanto, la ya mencionada entidad fiscalizadora debe actuar conforme a lo actuado en el caso Acuña y hacer del actual proceso un evento que se caracterice por su limpieza, por su legalidad. El país no merece ser visto como uno más de los que están regidos por una democracia ficticia.

Hablabamos al inicio de esta nota, sobre la desesperada carrera de los candidatos. En el rubro de los preferidos, hoy por hoy, figuran Pedro Pablo Kuczynski, Verónica Mendoza en empate con Alfredo Barnechea. Más atrás y un poco distante Alan García Pérez. Por primera vez, se ha dado el caso de un candidato, en esta oportunidad PPK, quien podría superar a la Fujimori, en una segunda vuelta. Ha ganado 5 puntos, luego del retiro de Guzmán y Acuña. Los medios lo presentan como un candidato que tiene talla de estadista y hábil manejador de la economía, siguiendo el recetario del neoliberalismo. Verónica Mendoza, candidata de una izquierda que, a tiempo, ha tomado distancia de sectores radicales, ha avanzado con 4 puntos, más que Barnechea que solamente ha logrado 2 puntos. ¿Cuál es la diferencia entre estos dos candidatos?. Verónica no cuenta con el respaldo de los tradicionales grupos de poder ni de los grandes grupos mediáticos, además de carecer de recursos para financiar la campaña. El pueblo-pueblo la alienta. Barnechea viene precedido de un constante cambio de camiseta, pero tiene amistades como la del escritor Vargas LLosa y otras personas que tienen predicamento a través de la prensa. Ellos se están encargando de levantar su imagen, con la esperanza de que sea el tercero en la contienda y si es posible, hasta el segundo, tarea en estos dramáticos instantes, poco factible.

¿Alan García Pérez? A tres semanas del final de la contienda, solamente un milagro podría hacerle remontar el déficit de respaldo ciudadano. Los amigos que creía haber ganado entre los propietarios de los medios de comunicación y algunos personajes del empresariado, a la hora de la verdad, le están dando las espaldas. No lo conocen hoy. Por si fuera poco, la Alianza Popular, con el Partido Popular Cristiano, no camina. Prueba de ello está en que los candidatos a congresistas, comenzando por Raúl Castro Stagnaro, no lo mencionan en su carteles y propaganda en general. En Lima como al interior del territorio, conserva el afecto de sus partidarios, pero ya no en forma multitudinaria. García Pérez está pagando las consecuencias de su desapego con las bases de su agrupación, otrora disciplinadas y fervorosas, hoy simplemente nostálgicas y hasta oportunistas.

 

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