Chavela, en el infierno está el cielo de tu canto

 

Desde que se murió Chavela Vargas no me dan ganas de escribir. Me apetece escucharla, saborearla, patrullarla. Tengo sus vinilos, unos casetes, un video pirata y un par de CD. Tengo pena y tengo sed. Entonces los lunes por la mañana, en ayunas, que la oigo y guardo una botella de tequila sola para oírla en HD, que así se dice ahora. Y la veo en ese concierto famoso de 1992 en el Palacio de Bellas Artes en el mero México. Y la señora que es de otro lote. Canta como la administradora de un burdel y de su voz salen las putas más lindas cantando también sus amores. Y no es mexicana, pero le vale madre porque es del planeta mexicano que cada uno tiene en los testículos. Y es un demonio y es angelical.

Chavela Vargas Es un ser de armas tomar; así dicen aquellos que la conocen de a oídas. No obstante, esos privilegiados que han visto tocado su corazón y que la han escuchado decir que no hay mayor gozo que el sufrimiento y en el último canto nos vamos, aseguran que su voz es el himno de los sueños imposibles. Es decir, que sólo se canta cuando el amor pega de gritos y éstos amotinan el espíritu. Y vamos que la dama tiene su edad, aquella que no tiene ni entiende de tiempos.

Yo escribí para El Comercio de Lima una nota donde contaba de sus hazañas. Y luego agregué que desde el Zócalo de México, el 24 de octubre del 2011, apareció corajuda y sensual con su energía a cuestas para anunciar que ya estaba terminado un CD-libro en homenaje al poeta granadino Federico García Lorca. Y esa vez no dije de su edad, pero de esta producción “Luna grande”, Chavela nos pegó un adelanto en medio de la XI Feria Internacional del Libro y confesó que durmió con el poeta la vez que ambos confluyeron en la Residencia de Estudiantes de Madrid ad portas de la Guerra Civil española.

Y es que Chavela no deja de sorprender y tenía todas las edades de los romances contrariados. Hablaré en presente como le Gusta a Hugo Neira cuando uno vela a sus muertos vivientes. Chavela es esa voz que se reaviva con las generaciones; voluntad para vivir como le da su regalada y republicana gana. Y su herencia está ya contenida en sus discos. Así, representa el México a pedido. Ella canta y el planeta la acompaña. Ver su libro: «Y si quieres saber de mi pasado». Madrid: Aguilar, 2002.

Y la entrevisté hacía un tiempo. Esa vez que me cantó y me dejó con su dulce veneno adentro del corazón. Entonces me aseguró que sacó la música mexicana de las cantinas y las metió en las universidades. Así, los terrícolas que la hemos oído con su “Macorina” o “La bien pagá” o “Somos un sueño imposible”, no podemos estar ajenos a la eternidad. Por eso su canto hipnotiza la sustancia viva de los genes erectos. Y que se calle Joaquín Sabina que es su ahijado, pero vamos que es de izquierdas. Y por eso hoy te meten preso. Sabina, aquel romancero de las almendras amargada del celo que la ha hecho su diosa sonora como Almodóvar la convirtió en su virgen de sus claroscuros del deseo.

Que es leyenda como lo es la Doña, sí, María Félix y aunque nació en Costa Rica, el México de pólvora e hiperrancheras la hizo suya. Y Chavela que se toma otra copita de ese brebaje azul, mezcal o tequila, entona como salmo divinos: «Me cansé de rogarle, me cansé de decirle que yo sin ella de pena muero…». Y uno sabe que esta mujer no diferencia de la vida y de su muerte. Era atea gracias a Dios y no pertenecía a ninguna escudería política, religiosa o sexual. Entonces para vivir cantaba, con los ebrios y desesperados. Y entonces era un clavel encarnado de putería regia y su pecado.

Y uno que se enamora como un poseso de los mitos –y éstos casi siempre matan– de pronto fue mejor verla como a los toros con trapío, desde bien de lejos. Y yo recuerdo que más me enamoraba de la dama cuando decía que ella era un desafío a Dios y al Diablo. Que fue una oración del infierno a la que la llevó el trago y como dice Juan Cruz, el maestro, “una denuncia de los apóstoles borrachos que nos hicieron creer cosas que Cristo no dijo. Cuando ya sabía que lo que dijera se escucharía con ella del otro lado, anunció que “muchos hipócritas” la irían a llorar. Y a todos les dijo: “Que me recuerden como les dé la gana”.

Yo la estoy mirando en la Plaza Garibaldi en el D.F. Chavela asistía a la presentación del libro: «José Alfredo Jiménez, Cancionero Completo». Habían filósofos de tabernas, doctos del aserrín y metafísicos de “la última y me voy”: Y mientras se ensayaban apotegmas e antítesis, el respetable pidió a Chavela. Y ella que más quiso. Entonces la invadió el alma de Pedro Infante y el karma de Jorge Negrete. Y que le sirva una copa y muchas más y que le sirvan de una vez pa’ todo el año, que se pensaba seriamente emborrachar, cierto de cariños sin ponzoña. Porque Chavela no se calla nada.

Chavela que casi se nos muere en San José hace un tiempo, dizque afectada por una polineuropatía, ha resistido 45 años de parranda continua. Y luego, se mató de vida el año pasado a principios de agosto. Y pasó al retiro y en los noventa renació de las cenizas para retornar en España y por el cine. Chavela que fue amiga de Diego Rivera, pero más de Frida Kahlo, la mujer de su vida y Juan Rulfo y Pablo Neruda. Y sabe de la vida y milagros de Juan Gabriel y mucho más de Edith Piaf pasando por el subcomandante Marcos y hasta García Márquez. Entonces no es poca cosa. Porque le friegan los ricos y la muelen los fundamentalistas del bajo vientre. De aquí que sea un mito latiente y canta desgarrándose el pellejo descubriendo que sólo el canto puede destronar la teoría cuántica y las leyes del mercado.

Repito. Desde que se murió Chavela Vargas no me dan ganas de escribir. Me apetece escucharla, saborearla, patrullarla. Y entonces repaso esa introducción que le hiciese mi hermanita Jimena Pinilla Cisneros, que también se me murió antes de tiempo. “Sin querer que la tachen de blasfema, dice que tiene una cualidad que la asemeja a Jesucristo: la resurrección. Por supuesto como él era hijo de Dios, solo empleó tres días. Yo como soy hija de una señora de Costa Rica, necesité varios años. Cuando volví a la vida tenía más de setenta (…). ¿Cómo explicarles esta etapa de mi vida? Podría decir dolor y así quedaría todo solventado. Así fueron los quince años en el infierno. Pero cuando ya no se comprende nada, cuando como un teporocho andas por la vida, cuando nada se dice sensato, cuando no se puede ver ni sentir nada, entonces es necesario volver. Y la vida parece más hermosa. Como siempre que se gana una batalla. Y si quieres saber de mi pasado. Y volvió con sus rancheras, las sacó de las cantinas y las elevó a los teatros”.

Y cómo esta gran mujer grita envuelta de ternuras: “Con el atardecer me iré de aquí, me iré sin ti; me alejaré de aquí, con un dolor dentro de mí…”. Entonces yo he oído que cuentan por ahí. Si las noches son largas y va a amanecer; si la luna está en vela, pos que cante otras vez Chavela, Chavela Vargas.

 

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