Bellos y malditos

 

Hace un siglo germinó en las letras peruanas la insurgencia de un grupo de escritores vanguardistas que revolucionaron el panorama de la literatura. Esta es una muestra de su alzamiento creativo.

Al escritor Serafín Delmar no le gustaba usar los signos de puntuación ni las medias tintas. Recién a los 23 años conoció el océano, la bahía de Lima y su inmensidad. Delmar se llamaba Reynaldo Bolaños Díaz y había nacido en Huancayo en 1901. Y fue de izquierdas. Y fue aprista primitivo y originario como Víctor Raúl Haya de la Torre. Y fue antes, contrabandista de alcohol desde Tarma y hasta Parihuanca. Pero en principio fue un escritor visceral y de cojones, y acusado de complots comunistas en el Perú, Cuba y México, supo de destierros y cárceles. Delmar mostró su inconformismo, su provocadora personalidad talentosa y hace un siglo, junto a otros jóvenes, configuró una ardorosa banda celeste en el paisaje de las letras en el Perú.

La historia habla poco de Delmar como de otro novel creador, Adalberto Varallanos quien solo vivió 26 años, escribiendo con furor y brillantez y que tampoco había nacido en Lima. Varallanos era de Huánuco y fue muy amigo de otro ingenioso, el puneño Carlos Oquendo de Amat a quien lo unía su pasión por el cine y las escrituras arrebatadas del dadaísmo y el surrealismo. Olvidado también permanece Mario Chabes –sí, con “b” y “s” por su propia cuenta–, escritor arequipeño autor de Ccoca, libro deslumbrante (1926) que fue admirado en Argentina y que abrió las puertas de la notoriedad a otro rabioso como su paisano Alberto Hidalgo, compinche de Jorge Luis Borges y Vicente Huidobro, insolente hasta sus cachas, preciso y demoledor.

Cómplices de esa luminosidad creativa, estos jóvenes escritores se suman a otros provincianos deslumbrados por la velocidad flamante de las nuevas metrópolis como el piurano Néstor Martos, el puneño Gamaliel Churata, el arequipeño Julio Del Prado y como antes, Valdelomar, Mariátegui o Vallejo. Cierto, no eran un colectivo pero aparecieron espontáneamente como en el resplandor de los tiempos hace cien años denunciando sus experiencias en el efecto de lo urbano, de sus contactos con la ciudad que les produjo un cambio en sus sensibilidades y su asimilación y expropiación de las vanguardias provenientes de Europa. Así construyeron la narrativa peruana de vanguardia en un país con estructuras sociales arcaicas y de un centralismo salvaje. Así derrocaron a la corriente modernista, ese hipo hegemónico en las letras peruanas.

Damas con garras

Pero no solo fueron varones. Son gravitantes Magda Portal, Ángela Ramos y María Wiesse –por nombrar a las más activas– quienes además de escritoras, protagonizaron una alianza entre la creatividad y la actividad política. Portal animó ese arrojo inconforme y fue protagonista de la vanguardia en prosa y poesía fundando revistas como Flechas o Trampolín-Hangar-Rascacielos-Timonel, publicaciones motores de aquel cambio iconoclasta de estos jóvenes que vivieron en perpetua rebeldía y amplia libertad. Ángela Ramos, corajuda periodista, escribía crónicas como relatos de ficción y María Wiesse, que fue ardorosa colaboradora de José Carlos Mariátegui en la revista Amauta, nos ha dejado numerosos cuentos y novelas influenciadas notoriamente por la magia del cine.

Lima era una ciudad contrahecha en esa segunda década del S. XX. Capital moderna y atrasada, urbe y aldea, metrópoli y villa. Eran los años de la entre guerra y ya se oía el charlestón y el jazz, ya se podía ir a un cafetín y ver las primeras películas antes de la era sonora. Entonces se hablaba de bolcheviques y de las raíces del psicoanálisis, de drogas y estupefacientes, de las modas y las dietas. En ese escenario surge esta generación de escritores de nueva sensibilidad, entre el gobierno populista de Billinghurst, la huelga por las ocho horas de 1919 y el ingreso de capital norteamericano del segundo gobierno de Leguía. Así aparecen estos jóvenes literatos, entre el vals criollo y el fútbol profesional. Aquí se funda un nuevo país, con sangre, ardor, vehemencia y belleza.

Renovadores profundos

En 1993 se publicó en Documentos de Literatura 2/3 –el serial que dirigía Carlos Orellana– un especial dedicado a la “Narrativa peruana de vanguardia” con una introducción de Jorge Kishimoto Yoshimura, amén de una novela inédita de Xavier Abril titulada El autómata. El compendio traía textos de Abraham Valdelomar, José Carlos Mariátegui, César Falcón entre otros. En la presentación se dice que los 16 escritores seleccionados incursionaron con sus cuentos y novelas entre 1915 y 1930. ¿Curioso no? Y se lee que si bien es cierto que en esa época se vivía en un proceso de modernidad con Augusto B. Leguía: “se mantiene estructuras sociales arcaicas y un centralismo que aplasta al país. Esta sociedad profundamente atrasada, subdesarrollada y dependiente en extremo, produce sin embargo escritores que adhieren a las vanguardias más actuales; incluso allí donde, como el caso de Puno, el olvido y la marginalidad sociales son más patentes. Son creadores que constituyen en algunos casos paradigmas de anticipación, renovadores profundos, no solo de las letras peruanas”.

Los vanguardistas peruanos –tan taxativos como ajenos– integran un complejo amalgamado de discursos y cuestionamientos multifacéticos inaugurales que se hacen colectivos con una sola finalidad: la ruptura de una tradición agarrotada y decrépita. De esta manera se articulan a las corrientes regenerativas y movimientos estéticos continentales que venían sucediendo en otros países latinoamericanos: Los ultraístas (hoja mural de Prisma, 1921). El estridentismo (proclamación de Actual, 1922). Los modernistas brasileños (Semana de Arte Moderno de Sao Paulo, 1922). Y la fundación de la revista (y movimiento) Proa en Buenos Aires, 1922.

Y si la hipervinculación era con los pares latinoamericanos, en el Perú las publicaciones (panfletos) y libros de creadores y ensayistas iniciaron un diálogo que proponían un tejido parlante para el debate fervoroso.

Periodismo agitado

El intercambio se produjo. Hay una agitación periodística, proliferan las revistas culturales. Lima es el foco pero aparecen otros circuitos alternativos. Existen vanguardistas rabiosos en el eje Cusco, Arequipa, Puno que se vinculan e integran a otros polos culturales como La Paz, Buenos Aires, Santiago de Chile. Hoy se dice que existe el efecto viral pero en ese entonces es impresionante el número de publicaciones. En todo caso, al eje del sur peruano –especialmente a Puno– le llegan los descubrimientos e irritaciones vanguardistas con mayor rapidez respecto a Lima gracias al tren Buenos Aires-La Paz. Cito dos publicaciones culturales: Flechas (1924) y el Boletín Titikaka (1928) del Grupo Orkopata de Puno.

Es substancial indicar de la importancia de la revista Amauta de José Carlos Mariátegui –el primer número es de 1926– que resulta definitiva y rotunda en este paisaje. Lámpara y núcleo de las más heterogéneas manifestaciones culturales y políticas de la época. La publicación se erige en un candelero de avanzada, contestatario y revolucionario. Amauta es la primera publicación con visión nacional que anima a una integración e inserción con visión mundial. Es así un reflector ilustrativo que intenta dinamitar las estructuras atrofiadas de los cimientos nacionales desde la perspectiva de los espacios de la estética y la cultura. Cierto también, hay adhesión a la causa socialista y el reconocimiento del elemento indígena vivo como sustancia y espíritu fundamental del Perú.

Octavio Paz definía aquel tempo como el de tradición de la ruptura y no le faltaba razón. En el Perú injusto de poderosos y necesitados, la escritura literaria de los jóvenes vanguardistas es ejemplar porque a su reconocida calidad había que adherirse su acción política, es decir, la vanguardia social. Hace un siglo pensaron un país, escribieron de sus sueños y hoy los leemos sorprendidos y maravillados porque en sus textos estuvo el embrión de este Perú más justo del siglo XXI.

Serafín Delmar

“Tristes marinos avizoran el mar yo he visto arder en sus pipas mis ojos en el muelle un golfo amarró su grito de angustia cuántos velámenes cargaron su esperanza el sol se paseaba sembrando gaviotas de allí salió la primera patrulla de sombras hoteando la ciudad centinela de la costa el mar sujetaba las calles donde se alargaban obreros desparramados silbando tatuaban mujeres miserables el deseo de los golfos abandonados nunca más quisimos la vida a lo lejos los perros mordían la noche”.

3 Cuentos de un golpe y lejos del meridiano / Rascacielos, 1926.

Adalberto Varallanos

“Joven inkaiko nacido en 900 llevo la chispa de una inútil pasión, me crucifico en cada esquina de circunstancia, es que nací despierto. Como esos montes donde audaces explotadores no han ascendido, llamo cantidad de vientos a mi salvación pero ni salgo obtuso ni sombrío, es que soy isla de novedad. Por los costados disparo mi atención exhausta, sujeto inconcluso que rompe su cordón umbilical, no sé si la edad de los hombres tengo o es mi propia edad.

Almohada para concluir la calma, lumínico punto de superación, si no varón indirecto yo he nacido cuando estaba mi partida de defunción”.

Prosa con dolor y a un lado (prosa surrealista, fuera de uso) / Receptáculo de términos, 1929.

Mario Chabes

“Chorrillos. El mar. Tu mar, Magdalena, en pleamar de voces. Cromos de sal. Aves que se aman en una hamaca de ola. El cerro heroico como si no lo fuera. El malecón lleno de voces y muchachas hermosas. Ojos como olas…Un vals criollo. ¡Elvira con un señor obeso! Y regreso en un tranvía chirriante como mis nervios”.

Un muerto / Ccoca, 1926

 

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