Ya se sienten los pasos del autoritarismo político

 

Lo que viene sucediendo con la congresista Yeni Vilcatoma, de la agrupación fujimorista que se disfraza con el apelativo de Fuerza Popular, preocupa, tanto que nos atrevemos a preguntar si en el país existe una auténtica democracia. Ella disiente de lo que políticamente piensa la mayoría de ese colectivo. Su singular punto de vista de cómo enfrentar a la corrupción y hacer público un proyecto de ley, ha servido para ganarse enemigos entre tirios y troyanos. Ahora corre peligro de convertirse en una legisladora, aislada, peligrosa, cuya compañía no es confiable en un territorio en donde los otorongos hacen de las suyas.

Pero la preocupación va para más. El legislador poco o nada conocido, que responde al nombre de Edwin Vergara, ha presentado una iniciativa bastante discutible. El susodicho quiere que por ley, los legisladores que se aparten del partido por el que fueron elegidos, sean impedidos de crear nuevos grupos parlamentarios y de sumarse a alguno ya existente. Una suerte de parias. Y sin atenuantes, porque no hay excepciones a la regla, ni por motivos ideológicos ni por cuestiones éticas o morales. Casualidad de casualidades, también integra ese conglomerado que preside Keiko Fujimori, fiel e indiscutible heredera de la doctrina autocrática del preso expresidente.

Hechos como el referido se están produciendo por borbotones. No ha pasado desapercibido el afán de Javier Velásquez Quesquén, quien de corazón, de puro corazón, desea que en las próximas elecciones presidenciales, quien llegue en la primera vuelta a sumar el 40 por ciento de los votos, y no 50 más uno como es ahora, se convierta ipso facto en el nuevo Jefe de Estado. Es de advertir que Velásquez quien dice ser aprista, no ha pensado en favorecer a líderes como Alan García, factotum de su agrupación, a quien la catastrófica experiencia última aconseja que no vuelva a postular más. No, de ninguna manera, es evidente que ahora su deseo como neofujimorista es otro. Como se recordará, en esos comicios fue Keiko quien llega a esa valla, cayendo después y por un pelo en la segunda vuelta. ¿Se habrá preguntado Velásquez, qué es más democrático, alcanzar la presidencia con el respaldo de una mayoría de votos o con el respaldo de una minoría? Seguramente, no ha tenido tiempo para ello o su experiencia en estos menesteres se refugia en intereses que nadie conoce.

Pero vayamos al motivo de nuestra preocupación y dudas, consecuencia de los afanes de algunos legisladores que lejos de buscar la manera de vitalizar, de fortalecer nuestra democracia, buscan más bien debilitarla. Es verdad que cuando se habla de democracia no todos le dan el mismo sentido ni los mismos contenidos y finalidades. Los que han monopolizado hasta ahora el poder, el saber y el tener aspiran a democracias formales que no cambien el fondo ni la sustancia de nuestras situaciones: aspiran a continuar utilizando la libertad contra la justicia, para seguir acumulando y conservando privilegios y beneficios. Esa es la democracia donde se trata de hacer imperar sus gollerías por encima de los intereses de las mayorías nacionales. Me refiero a los que poco o nada tienen. Es la democracia de los que ya se han hecho ricos y de aquellos que quebrando principios y valores, desean aprovechar la oportunidad de seguir el mismo destino, valiéndose de la actividad política, en donde hay alguien que tiene la voz de mando.

En este escenario, los grupos extremistas, repito extremistas, de derecha o de izquierda que responden a proyectos políticos de carácter totalitarios, se tratan de acomodar ahora al proceso de democratización. Esperan utilizar la democracia como sistema permisivo y como terreno apto para el desarrollo de proyectos que nada tienen que ver con el anhelo de alcanzar una vida más digna y más justa para todos los peruanos. No hay necesidad de hacer un escrutinio, pero lo cierto es que hoy por hoy, estoy convencido, la gran mayoría de peruanos apuestan por una democracia que conjuga en forma creativa y progresista la libertad, la justicia y la participación protagónica del pueblo. Es la democracia concebida como el cauce por donde la participación de todos los sectores del pueblo, profundice un auténtico proceso de cambio social.

Ya alguien dijo que “la lucha del hombre es contra la necesidad y la dependencia y por la igualdad y la participación”. En esa declaración se sustenta la democracia que algún día conquistará el poder, democracia con justicia social, que no se limita a la redistribución de los ingresos, sino que asume un aspecto más radical, más profundo, más integrador.

 

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