Vida no vivida

 

“Los rosales de la avenida Abancay nunca existieron”, le dice Washington Delgado a su entrañable Artidoro en un poema.

“Todo lo tiñó el humo de los autobuses y no hay jardín…”

“En el aire colmado de esta calle inhumana,

Se hace humana la rosa/ Inexistente, enajenada por el humo y las bocinas

De un río interminable de tristeza…”

El gran poeta Washington Delgado, nacido en Cusco, premio nacional de poesía, miembro de la Academia de la Lengua, maestro y un largo etcétera, nos dejó entre su vasta producción esta Canción para Artidoro, a quien le cuenta de su ciudad ruidosa, contaminada, “Y no hay jardín, viejo Artidoro/donde repose el amor/ que ronda tu memoria o tu esperanza/ o tu melancolía”.

Artidoro es su álter ego, un nombre elegido nada más por su sonoridad, alguien con quien dialogar sobre lo cotidiano y sobre lo social, sus dos grandes temas.

Al hablar del aire colmado de esta calle inhumana, el poeta está abarcando a la vez realidad y sentimiento. El humo y las bocinas son parte de la experiencia cotidiana y el poeta añade su visión intimista, al transformar en rosa lo que es añoranza por un aire bucólico en medio del conglomerado de cemento.

Cuántos en una ciudad de dimensiones absurdas como Lima (hay muchas en el mundo) soportan la angustia diaria del tráfico que los atrapa por horas, de modo irremediable, arrebatándoles tiempo de sueño y vida de hogar que, feliz o no, es su mundo privado; son horas no vividas, desperdicio.

Un caso real: Un maestro de escuela del este de Lima, que vive en el otro extremo de la ciudad, debe levantarse a las 4.30 de la mañana y tendrá que emplear dos horas y media en un viaje incómodo hacia su escuela. Al final de la jornada serán otras dos horas y media para volver. ¡Cinco horas inútiles por día!

Y todo ese recorrido entre humo y bocinas, en medio del “aire colmado de calles inhumanas”. En una ciudad que, además de su escasez de verdor, se ha extendido más allá de lo humanamente aceptable.

Muchos de nuestros barrios son como aquella avenida Abancay del poema en las que “no hay jardín… donde repose el amor que ronda tu memoria o tu esperanza o tu melancolía”

El lenguaje poético puede penetrar mucho más profundo al interior de nuestro ser, donde el lenguaje común no es capaz de alcanzar. Por eso lo elegimos para hablar de este padecimiento inmerecido que diariamente aplasta el ánimo y rebaja la calidad de vida de la mayoría.

 

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