Una cuestión de «honor» (I)

 

Hace algún tiempo, yo dirigía el exitoso Semanario “ESTAMPA”, que se remontaba por encima de los trecientos mil ejemplares cada domingo. Naturalmente, no era todo “miel sobre hojuelas”, ya que soportábamos un gobierno militar y el ambiente político estaba sumamente caldeado.

Yo, maniobraba en estas difíciles aguas, apelando a recursos magazinescos y haciendo, en suma, lo mejor que podía manejarse en medio de tan difíciles circunstancias. Pero, con todo, cada domingo, batíamos récord de tiraje, para piconería de la competencia, que hasta hoy, no ha perdonado mi osadía de aquellos tiempos.

Y como habitualmente sucede en los “dominicales”, yo debía sortear semana a semana, la invasión de “expertos” en casi todo lo divino y lo humano y, entre otros, sufría la visita de los “vendedores de susto”, que nos regalan desde siempre la profecía del enorme terremoto, con tsunami de yapa. Inútil-desde luego- preguntarles cuándo acontecerá tal hecatombe, pues ante tal requerimiento, ellos se refugian, en lo del “Mensaje de las estrellas”. Es decir: “vaya usted y pregúnteles a ellas”.

Lo grave, es que tales caballeros suelen ser “amigos” del Director del diario, -o , peor- de los empresarios del mismo, los cuales, que no vacilan en apoyar a los citados “expertos” que acuden en queja, acusando a los modestos periodistas, de culposa desatención, o de atroces conjuras casi tan fantásticas como sus nostradámicas profecías, que jamás se cumplen, gracias a Diosito.

El profeta belicoso

Bueno pues. En una de esas, a mí me tocó enfrentar a uno de esos vaticinadores de la nada y como le formulara ciertas preguntas a fin de que precisara sus vaticinios, se ofendió hasta la santa madre y se quejó de mi supuesta “conspiración del silencio”, ante todas las instancias que, desde luego me reconvinieron en diferentes tonos.

Y entonces yo, deseoso de cortar por lo sano, comisioné a Mario “El Gordo” Campos, que además de gran cantante, era cachoso redactor cuando se lo proponía. Y el “gordo”, entrevistó al “Profeta del Fin del Mundo”, regresando a la redacción, rebosante de bromas y carcajadas para empezar su crónica.

El trabajo, estaba muy bien hecho, no obstante, registraba ciertos “cochineos” que no me parecieron excesivos, incluyendo uno, que aludía a la expresión del entrevistado, la misma que se confirmaba en las fotografías del caso. Y dicen los profesionales del “flash”, que “la cámara no miente”.-En fin. Cerramos la edición y el domingo, salió a las calles, triunfal como siempre.

Los desafiantes «padrinos»

El lunes siguiente, llegué como todas las semanas, listo a iniciar mis labores, cundo alguien me informó que dos “compuestos caballeros”, deseaban hablar conmigo y ya llevaban una hora esperándome.- “Bueno, pues, que pasen los señores”,-  dije al informante. Una vez que los hube escuchado, supe que venían en representación del “sísmico profeta”, quien ofendido hasta las lágrimas, por lo que entendía como “una burla irrespetuosa”, sentía dañado “su honor” y por lo tanto, me exigía una reparación “por las armas”.- Vale decir, un duelo a la antigua con todo y sus posibles fatales consecuencias.

Entonces yo, en mi papel de Director de Suplemento, intenté calmar las aguas, ofrecí mis sinceras disculpas al “agraviado” prometiéndole una amplia rectificación en la edición del domingo siguiente. Pero nada. El hombre -que era militar retirado-, quería el duelo, si o si… y hasta las últimas consecuencias.

Jugando con mi paciencia

Yo, de duelos sabía, lo que se ve en ciertas pelis de capa y espada, aparte de los truculentos relatos impresos en los “Libros de Amadís de Gaula” y otros bronqueros de ese peso. También había asistido al “lance de honor”, que protagonizaron el arquitecto Belaunde y el diputado “Teddy” Watson, que le había gastado ciertas bromas de grueso calibre, que Don F.B.T. estimó ofensivas y entonces, se agarraron a sablazos en el bosque de Matamula, sin más consecuencias que algunos cortes de muñeca, los cuales, determinaron “la primera sangre”, que dio por zanjado el incidente. Pero más allá, el citado “duelo” era para mí, una antigualla novelesca, a la que no esperaba prestarme y así se lo dije a los emisarios d mi retador.

De otro lado, quienes me conocen, saben que siempre he sido: “alegre, pacífico y de corazón fácil”- mismo Santiago Nassar, de “La Muerte Anunciada”. Pero igualmente, quienes de verdad me “manyan”, entienden que mi paciencia tiene un límite y que si alguien me busca y rebusca, terminará por encontrarme.

De modo, que como ya, me estaban resultando “pesaditos”, los mentados padrinos, les precisé, que si su representado tenía tantos deseos de lucirse conmigo, podíamos pactar un “match” a combo y patada, al cabo de cuyo evento, yo les aseguraba, que mi retador quedaría sin ganas de batirse con nadie de ahí en adelante, “satisfecho su “honor”, es un decir cachasiento.

-“No” -me respondió el más faite del dúo -el “mayor”- o sea el guapango que me retaba- ha pensado en un lance a sable y a primera sangre”.- Y ahicito nomás, se me alborotó la zambocracia y les dije a ambos correveidiles: “¡Oigan señores… según el Código del Marqués de Cabriñana… en estos casos, el desafiado -o sea yo- tiene el derecho a elegir las armas. Y yo, elijo la pistola tradicional y a veinte pasos. Es mi deber advertir a ustedes, que en mi condición de ex sargento de Caballería, y a tal distancia, le voy a meter un plomo a vuestro prohijado, justito entre ojo y ojo”… – Con lo cual, se dio por terminada la tratativa, si bien el desafío, continuaba su curso. (Mañana: “En El Campo del “Honor”).

 

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