Rampas o trampas para discapacitados

 

Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) el 5,2% de peruanos tiene alguna clase de discapacidad y 6 de cada diez de estas personas presentan más de una discapacidad que limita sus movimientos.

La Ley 23347, del 18 de diciembre de 1981, establece que en el ingreso de hospitales, colegios, bibliotecas, museos, iglesias y edificios públicos, debe existir por lo menos una rampa para el fácil acceso de discapacitados. Igualmente las normas de diseño urbano exigen que las veredas tengan rampas para discapacitados de por lo menos 90 centímetros de ancho.

Actualmente podemos constatar que las rampas para discapacitados son una realidad en casi toda la capital. Aparentemente se está cumpliendo con lo que señalan las normas legales, sin embargo ¿Qué pasa si nos ponemos a caminar por las calles de nuestra querida Lima?. ¿Será cierta tanta belleza?.

En Jesús María se ha cumplido con la norma y encontramos rampas para discapacitados prácticamente en todas las esquinas. Sin embargo quienes frecuentamos esta zona debemos tener gran cuidado pues no sé a quién se le ocurrió construirlas con cemento pulido. Si quienes caminamos sin dificultades podemos resbalarnos fácilmente y debemos evitar las rampas, haciendo malabares en algunos casos ¿Qué pasará si una persona con discapacidad sube o baja por ellas? Representan un grave riesgo para la salud.

En San Miguel y Magdalena nos consta que las rampas tienen el ancho apropiado y se han construido con un material especial que permite circular con facilidad, sin riesgo de resbalarse.

También hemos visto que en algunas calles de Lima estas rampas son tan empinadas que las hacen peligrosas para quienes tienen limitaciones físicas. Veamos un caso en La Molina. En la cuadra 52 de la Avenida Javier Prado Este, a 100 metros de la esquina con Los Frutales, hay dos grandes desniveles de la vereda que se solucionaron con rampas casi verticales donde cualquier persona distraída puede caerse. Para un discapacitado esto significa tener que desviarse y pasar por el borde de la pista, lo que en una avenida tan transitada implica gravísimo riesgo.

En otros distritos las rampas son más bien trampas, pues son tan estrechas que una silla de ruedas solo puede pasar por ellas con ayuda de otra persona, y la operación debe ser hecha con mucho cuidado para que no se caigan ambos.

Los discapacitados son personas iguales a nosotros, forman familias honestas y contribuyen al desarrollo del país. Todos los ciudadanos merecemos respeto y que se os eviten riesgos innecesarios ¿No les parece?.

 

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