Las relaciones con Chile, luego del espionaje, originan dudas

 

Aunque la comparación no debería hacerse por mil razones, lo cierto es que así como el problema no es el fútbol sino los futbolistas que tenemos, así también ocurre con la política que está como está por culpa de los políticos nativos. Vale decir ¡hasta las patas, por culpa de esos maletas! Frase incisiva con humor frustrante que era costumbre citar entre ciudadanos mayores las veces en que lo asuntos públicos se gestionaban mal. Una muestra de eso, la están perpetrando en estos momentos, cuando más que expresar preocupación en qué y cómo terminará el conflicto diplomático que ha ocasionado el declarado espionaje chileno en nuestro territorio, ellos se encuentran embargados en sus apetencias electorales. La caída de la ex primera ministra Ana Jara Velásquez, quien ha dado el relevo al provocador Pedro Cateriano, ha dejado ese tufo y no tanto por sí los espían o no, dado que algún pecado o pecadillo deben tener.

El problema de las relaciones diplomáticas con el país del sur, hay que subrayarlo es muy complejo, en tanto se toman en consideración los efectos que pueden tener sobre la soberanía nacional, la integridad territorial-si así como lo leen- y la fortaleza de la economía, que bien se sabe, tarde o temprano según el gobierno que nos toque, podría servir para acometer la más grande tarea que está pendiente por resolver: el pago de la deuda social que demandan o sigan esperando millones de compatriotas excluidos a lo largo y ancho del territorio peruano.

No hay razón por qué negarlo. Pero a ojos de quienes estamos distantes del poder político lo ocurrido con el espionaje chileno, que no es el primero ni creemos que sea el último, tiene aspectos oscuros que la diplomacia nacional tendrá que conocer y solucionar con la mayor prolijidad. Los antecedentes antes y después del holocausto, saqueo, depredación, violencia, escarnio y pillaje que las bárbaras huestes chilenas desataron durante la llamada Guerra del Pacífico y que la política exterior de ese país trata de minimizar y justificar, hace que ahora gran número de peruanos recordemos que en boca del mentiroso, la verdad es dudosa.

No hace muchos días, el canciller chileno, Heraldo Muñoz reiteró tal duda. No otra cosa se puede pensar al restarle importancia a las protestas peruanas, cuando muy orondo manifiesta que con las respuestas dadas, es más que suficiente para que ambos países den vuelta de página y se concentren en la «agenda positiva» bilateral. Nos preguntamos, como ciudadanos de a pie, ¿a qué precio? ¿para seguir con lo mismo, sin que haya asomo de que nunca más se volverá a repetir? ¿sin que se cumpla a cabalidad la sentencia de La Haya? ¿estimulando en Bolivia una atmósfera adversa contra nuestro país? La historia que es maestra vida, ante hechos como los conocidos, nos dice que existen ciertas similitudes de lo que fue el preámbulo de la Guerra del 79.

Sobre este particular sería bueno recordar el cínico rol desempeñado por el cónsul chileno en Bolivia Justiniano Sotomayor, en carta fechada el 8 de abril de 1879 al presidente Hilarión Daza. Tal comportamiento hace ver porqué no se puede confiar en lo que se manifiesta de la boca para afuera. En aquel entonces ese mentiroso diplomático pretendía hacerle creer al mandatario paceño que no había razón para poner en tela de juicio la amistad que unía a esos países, en tanto «el Perú por el contrario, es el peor enemigo de Bolivia, es el que la agobia bajo el peso de sus trabas aduaneras, el cancerbero de la libertad comercial, industrial y hasta cierto punto política de Bolivia…Chile es el único país que puede librar a Bolivia del pesado yugo con que Perú le oprime. Chile es también la única nación que, aliada a Bolivia, puede darle lo que le falta para ser una gran nación, es decir, puertos propios y vías expeditas de comunicación. ¿Puede pensarse seriamente en Bolivia en buscar por Cobija y demás puertos de su litoral una salida para su comercio? Profundo error. Los únicos puertos naturales de Bolivia son Arica, Ilo, Mollendo o Islay….Una cosa he notado aquí desde mi llegada (Santiago de Chile) No hay odio alguno contra Bolivia, se han respetado los bienes y personal de los bolivianos…Pero llegó el momento de declarar la guerra al Perú y el país se levantó en masa…Al Perú le haremos la guerra a muerte, a Bolivia no podemos odiarla… Ahora o nunca debe pensar Bolivia en conquistar su rango de nación, su verdadera independencia, que por cierto no está en Antofagasta, sino en Arica…Después de esta guerra ya será tarde. Chile vencedor no lo consentirá , a menos de tener a Bolivia de su parte…El hombre que dé a Bolivia su independencia del Perú será más grande que Bolivar y Sucre, porque aquellos le dieron solo simulacro de libertad y ésta será real y verdadera ¿ Está reservada a Ud. tan colosal empresa?(sic).

Existen versiones que la carta enviada a Bolivia fue hecha por encargo del Ministro de Relaciones Exteriores de ese entonces, un tal Santa María. El propósito de dividir y crear fricciones entre los aliados, era obvio. Por eso, transcurrido el tiempo, me pregunto ¿existirá un verdadero cambio en la política exterior de Chile, ajena a toda ambición caínita? Hoy por hoy corren otros vientos. ¿Pero tanto, como aboga Alvaro Vargas Llosa, como para olvidarnos de todo el ayer? ¿Quiénes gobernaron y gobiernan el país del sur, juegan con las cartas abiertas? Difícil de creer, cuando nos enteramos a través de la prensa sureña, que supuestamente el gobierno peruano reclama respuestas más contundentes llevado de un interés político, sabiendo por medio de la misma prensa, que el ruido político es igual o peor en el sur del continente. Y que por eso su gobierno actúa como lo hace, un poco para aquietar las aguas del Mapocho.

Las interrogantes son múltiples. Hay quienes pretenden involucrar a la ciudadanía de uno y otro país, sabiendo que los pueblos, donde los estamentos más grandes, están conformados por los excluidos, por los olvidados de siempre, en realidad anhelan hermandad auténtica antes que belicosidad constante. Así las cosas, ¿dónde está la voz de los políticos de aquí y de allá?. Al menos no se oye con la ecuanimidad ni la fuerza suficiente, en procura de una paz social y económica verdadera, que es lo que aconseja el siglo actual.

 

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