Piura, después del diluvio

 

Cuando Ítalo Yarlequé descubrió una serpiente de coral entre sus mantas y los bordes de su carpa donde vive con su familia entre los pabellones del cementerio José de los Ángeles de Catacaos, pensó que más desgracias no podía tolerar, que las siete plagas bíblicas no eran cosa de este mundo sino del propio demonio. Yarlequé junto a otras doce familias de Nuevo Pedregal fueron trasladados por las autoridades luego que sus casas quedaron inservibles por el barro y ahora no les importa vivir junto a los muertos y solo reclamaban repelentes y mosquiteros ya que los insectos son peores que las almas en pena.

Llovía en Piura. Desde que llegó el verano, llovía. Cinco meses luego, las calamidades de El Niño costero y según el reporte del Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER) dejaban estas cifras terribles. Solo en Piura habían muerto 48 personas. En la región existía 65 mil 873 damnificados, 196 mil 793 afectados y 95 mil 433 viviendas dañadas. Fuentes oficiales también consignaban que la mayoría de hospitales y centros de salud habían sido afectados y que el 80 por ciento de carreteras y puentes había que construirlos de nuevo.

Otra plaga con manejo de índices mortales es el de la corrupción. En el 2007, la reconstrucción del sur tras el terremoto de Pisco dejó lecciones lamentables. La advertencia de Pablo de la Flor titular del RCC el último viernes, fue categórica, no solo había que reconstruir sino luchar contra la corrupción. Se crea así un portal web para que la población conozca detalladamente el estado de los proyectos. Que la gestión ahora es diferente por el eje de sostenibilidad para la rehabilitación. Lo prioritario son los servicios básicos con cinco grandes componentes para garantizar los servicios de salud, educación, vías y caminos, así como vivienda y trabajo para todos los damnificados.

A Sandra Delfín Pingo la comenzaron a velar el sábado en su casa de La Unión, en el Bajo Piura. Tenía 20 años y estaba infectada por el dengue. Dos días antes había dado a luz a una bebe que sobrevivió. A ella nadie pudo salvarla. Según el Ministerio de Salud existen 2.675 casos confirmados de dengue y otros 10.813 de probables infectados. El gobernador de Piura, Reynaldo Hilbck reconocía que era el tercer año que se vive con la plaga, que el 2015 causó 22 muertos; el 2016, 16 muertos; y este año ya llegan a 18 los fallecidos. Las autoridades regionales de Salud usan 400 máquinas termonebulizadoras y se fumigan 20 mil viviendas diarias. Pero hoy, el zancudo del dengue todavía no ha sido derrotado.

Y Piura goza de sustancia histórica. La primera ciudad fundada por España. Cuna de héroes y grandes personajes. Y Piura está cocida también a la sofocación de sus flujos subterráneos y sus aires de bochorno perpetuo. Vida y muerte ornamentan sus destinos. Solo en Piura existe un distrito con el nombre de La Matanza en la provincia de Morropón. Y para los antiguos ayabacas, el nombre de su terruño aludía a “tierra de muerte” o “sepulcro”. Y aquella tarde del 26 de marzo, en medio de esa apacible calma, de pronto el rio Piura se engruesa y exagera, y llegó otra vez la tragedia.

Al periodista Ralph Zapata, corresponsal de El Comercio, el drama lo apretujó entre lo humano y la profesión. Había que informar, salvar a los que se ahogaban y rescatar a su novia atrapada entre las aguas. Ahora me está contando: “La imagen de la pequeña Iana saliendo por una pequeña puerta de metal, dentro de una batea, dio la vuelta al mundo. Las redes sociales viralizaron el video del rescate de la bebé de 45 días de nacida… Y pocos saben que mientras remábamos junto al general Carlos Escudero, del Ejército del Perú, y rescatábamos a familias atrapadas en los techos de sus casas, en Catacaos, a unos 250 metros de allí mi novia estaba atrapada, arrinconada por la furiosa corriente del río Piura. Sin poder salir y con el celular descargado”.

A Rita García, periodista piurana de la web elpiurano.pe, le sucedió algo similar: “Cuando quise llegar hasta el Open Plaza, centro comercial ubicado al lado del puente, el agua me lo impedía, el lugar quedó inundado. Tampoco podía cruzar la Universidad Nacional de Piura, todo el camino estaba cubierto por un manto marrón, agua sucia que transcurría con fuerza y traía palos, piedras, grillos, sapos y hasta serpientes…Como estaba haciendo una transmisión en vivo, intenté llegar hasta el puente, pero no lo logré. El agua ya me llegaba hasta el cuello, literalmente, y decidí no arriesgarme más puesto que también estaba expuesta a una descarga eléctrica debido a los postes de luz”.

Y en medio de la inundación, surgió la solidaridad y la figura quijotesca de César Casariego Gutiérrez, “El Greco”, quien con la cámara de una llanta rescató a decenas de damnificados. Dice que es un buen nadador y antes de rescatar a la gente se empuja buenos tragos de cañazo. En 1998 cuando el puente Bolognesi se desplomó llevándose a decenas de personas y vehículos, “El Greco” se lanzó al río en medio de la peligrosa corriente y salvó a niños, adultos, animales y también ayudó a retirar los cadáveres. Otro héroe sin título es el ingeniero Gonzalo Otero Seminario que con una tabla de remo y un flotador en forma de unicornio rescató a sus vecinos afectados de la urbanización Ana María, uno de los lugares más exclusivos de la ciudad de Piura donde la fuerza del río atacó sin compasión.

En la hora de la reconstrucción, Pablo de la Flor, de la Autoridad de la Reconstrucción con Cambios indicó que se pondrá énfasis en la veeduría ciudadana y un observatorio por la recuperación con iniciativas independientes lideradas por organizaciones de la sociedad civil. Otro mecanismo potente de control es el diálogo horizontal con la Contraloría General de la República que realizará una revisión concurrente en todas las etapas del proceso y, además, hará revisión posterior.

En Piura, cruzando el río, donde todavía se oye a don Anselmo tocar el arpa según la novela La casa verde de Mario Vargas Llosa, Piura sigue con vida: “Los forasteros se equivocan cuando piensan: “Piura es una ciudad huraña, triste”. La gente se recluye en el hogar a la caída de la tarde para librarse del viento sofocante y de la acometida de la arena que lastima la piel como una punzada de agujas y la enrojece y llaga, pero en las rancherías de Castilla, en las chozas de barro y caña brava de la Mangachería, en las picanterías y chicherías de la Gallinacera, en las residencias de principales del malecón y la plaza de Armas, se divierte como la gente de cualquier otro lugar, bebiendo, oyendo música, charlando”. Insisto, Piura sigue con vida.

Esa Piura destellante de los bandoleros de Enrique López Albújar y Miguel Gutiérrez. La Piura entrañable, tierra de los poetas Róger Santiváñez, Armando Arteaga y Gustavo Armijos. La Piura cumananera y de aquel Miguel Grau de 1965 con el legendario Manuel “Meleque” Suárez, Primitivo Zapata, “Jefe” Mendoza, “Kimbo” Córdova, Manuel Mora y Farías Negrini. La Piura gastronómica de Pablo Abramonte de Chulucanas, y la Piura desdeñosa y musical de Miguel Correa y el rosal viviente de Miguel Ciccia.

En esta Piura de contrastes, con dos Piuras incluidas, existe una primera, la costera, conectada al mercado, que genera empleo y donde se concentran las oportunidades. Y la segunda, la rural, más olvidada. Esta Piura que es una de las regiones con mayor aporte al PBI nacional pero que concentra los mayores porcentajes de pobreza extrema y que según el INEI, ocupa el tercer lugar luego de Cajamarca y Amazonas. Así, debo repetir con Ralph Zapata: “A un mes del desborde, ya sabemos que el río se llevó muchas cosas, pero no la esperanza y solidaridad de un pueblo que surgió en medio de la desgracia. Una lección que ya inmortalizamos, porque la hemos superado con fortaleza y valentía”.

 

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