El fin de las masas

 

Sociedad del conocimiento le llamó Peter Drucker al mundo en que vivimos. Es verdad, la tecnología lo define todo y hoy,pocos están seguros de la dirección a tomar para adaptarse a lo nuevo, pero antes ¿qué es lo nuevo?.

Una biblioteca pública ubicada en la capital finlandesa, Helsinki, ha roto los viejos paradigmas del sigilo y la severidad tradicionales para funcionar más como un club de amigos que como un lugar sagrado. Es su forma de adaptarse.

Ahora se puede oír música, recibir amistades, tumbarse en hamacas y hasta cocinar. También, leer en todos los formatos posibles. Y recibe ¡dos mil visitas diarias! Un acierto indudable.

Es siempre una biblioteca, que ha cambiado de estilo para atraer nuevos lectores, sobre todo varones jóvenes que a esa edad no son justo las bibliotecas su atracción favorita.

Este es una muestra de cómo las instituciones tradicionales están siendo creativas para captar a las nuevas generaciones, que no han corrido en posta con la nuestra, con la que no nos hemos pasado el testimonio y por eso no las conocemos.

Los nacidos en los últimos 20 años son una población con muy poco o ningún antecedente generacional.

El otro motivo de desconcierto en nuestra época es el ritmo de avance de las nuevas tecnologías que no deja tiempo para la adaptación y lo más importante, para la asimilación.

El fenómeno comenzó con la aparición de Internet en los años 90 y desde entonces sus aplicaciones han venido acelerándose a una velocidad de proporciones geométricas, sin pausas ni respiros. En su aceleración se lleva por delante el mundo conocido.

La necesidad de aggiornamiento a esta realidad la afrontan todos: La sociedad, los medios de comunicación, la industria editorial, las finanzas, los modelos de negocios, los sistemas educativos y la política.

Para los medios de comunicación, el actual es un mundo que se derrumba sin haberse construido todavía otro.

El periodista Jeff Jarvis, de gran peso internacional por su columna en el diario The Guardian y su muy popular blog Buzzmachine.com, afirma en su libro El Fin de los Medios de Comunicación de Masas que lo que Internet destruyó fue la idea misma de masa.

“Sin masas –se pregunta Jarvis– ¿qué sería de los medios de comunicación de masas?”. Sugiere de paso que los medios tienen que aguzar el ingenio para personalizar sus contenidos.

En este punto Jarvis aparentemente choca con José Ortega y Gasset en su indispensable libro La Rebelión de las Masas, que no ha perdido vigencia pese al cambio de contexto porque fue escrito en 1930.

El individuo-masa, conformista y autosuficiente, ha tomado conciencia de su poder. Ortega y Gasset le reconoce soberanía universal en detrimento de la influencia del individuo superior, exigente, buscador de la excelencia.

Pero la masa que según Jarvis ha desaparecido es la audiencia masiva, la que permitía a los medios dirigirse a todos por igual, decidir qué quiere el público. Ahora en cambio, tiene que dirigirse a personas concretas y para eso necesita saber todo sobre ellas. O morir en el intento.

Y acerca de la industria editorial y su futuro, el periodista ha posteado hace poco en Instagram una frase apocalíptica: La letra impresa es una amante seductora aunque decrépita. Por lo visto, no le augura larga vida, eso queda claro.

Las opiniones de Jarvis no son la verdad revelada, aunque sí merecen alguna atención porque este profesor de periodismo ha sido considerado por el foro de Davos, como uno de los principales líderes mundiales en medios de comunicación.

Que los cambios ya llegaron, es innegable, pero en la confusión que producen se suele exagerar y levantar el acta de defunción antes de ocurrido el deceso. En este caso nos referimos al diario impreso, que deberá adaptarse sin abandonar el soporte, por ahora.

Se puede ver el ejemplo del diario argentino Clarín, cuyo editor ha revelado que el papel es todavía lo que les da de comer. La empresa no logra las metas en cuanto a su versión digital, pero la edición impresa aporta el 90 por ciento de los ingresos.

No todo es blanco o negro. Como vemos, hay que afinar mucho para saber qué cambiar, en qué medida y cuándo.

Entretanto, se puede volver a leer a Ortega y Gasset, un autor muy anterior a la sociedad del conocimiento cuyo análisis social todavía aporta algunas certezas.

 

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