Chavín, lógica y perversidad

 

Un día de su perverso gobierno, Alberto Fujimori bajó del avión militar que lo había conducido a Lima desde una región de lucha antisubversiva que acababa de visitar. Ante los periodistas que lo esperaban, ofreció declaraciones.

Narró que en el avión habían conducido prisionero a un dirigente subversivo. Según él “mientras volábamos, comenzamos a decirle que lo íbamos a tirar desde el avión. El hombre se orinó en los pantalones…” Supuestamente, esperaba que los reporteros rieran con él.

La vulgaridad era lo normal en Fujimori, pero eso puede entenderse en un hombre rústico como él que hablaba castellano con alguna torpeza. Sin embargo, el mensaje era perverso. El presidente de un país confesaba que personalmente había estado torturando un hombre con toda la ventaja que le daba el ser jefe supremo de la Fuerzas Armadas.

El hecho de que algunas personas consideraran normal este crimen y acogieran con una sonrisa el supuesto “humor” del presidente sólo puede explicarse porque, además de terror, las dictaduras impregnan sobre sus ciudadanos perversidad, falta de compasión, indignidad y cobardía.

Lo he dicho otra ocasión. Como los otros dictadores sudamericanos, Fujimori no fue el poder, sino su brazo armado. Cumplía órdenes extranacionales. Su misión era instaurar una economía neoliberal en la que el estado fuera despojado de sus bienes y funciones. El encargo era que aquel fuera privatizado para beneficiar al gran capital transnacional, a las corporaciones foráneas y a sus socios locales.

Para llevar a cabo ese encargo, tenía que arrasar la institucionalidad e imponer el pánico. Este y la perversidad son los mejores medios “de persuasión” que conocen los gobiernos terroristas. Guerra sucia es igual a terrorismo de estado.

Por eso, resulta ilógica y ajena a la moral la reacción del actual gobierno democrático frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el asunto de Chavín de Huantar. Cuando ya se había determinado que hubo ejecuciones extrajudiciales, el gobierno sale a defender lo indefendible y, de esa manera, a exonerar a quien por línea de comando, es el responsable, el dictador.

Encima de ello, el gobierno asume que está defendiendo a la fuerza armada, la cual no es precisamente la responsable, y espera que por patriotismo aceptemos su rechazo tajante de las decisiones de las cortes en las cuales se funda el derecho internacional.

El mismo sinsentido tienen los retrasos que está experimentando la puesta en actividad del Lugar de la Memoria, un espacio proyectado para constituirse en elemento de reconciliación entre los peruanos. El LUM esta sufriendo demoras más que intencionadas, y entre ellas la más reciente en la súbita e irracional destitución de Denise Ledgard, la directora.

Vale decir que el gobierno nos ha pedido ponernos a mano derecha sobre el pecho y asumir como nuestras las barbaridades del binomio Fujimori-Montesinos. ¿No se cometieron bestialidades en esa época? ¿No se arrasaron aldeas inocentes? ¿No se convirtió el cuartel de Ayacucho en un cementerio? ¿Si no es así, entonces por qué está preso el señor Fujimori?

En vista de que no se puede negar que esas atrocidades ocurrieron, la lógica busca un culpable, y aquel es quien hizo de la guerra sucia una política de Estado. Quien niega esto, está culpando a la fuerza armada.

Si el Presidente busca la adhesión de sus antiguos compañeros de armas, equivoca el camino. Primero, debería admitir que ellos cumplieron con sus obligaciones y, segundo, debería cumplir con su palabra empeñada y no fraccionar el sistema militar de pensiones.

Primero, debe recaer la culpa sobre los gallinazos que dieron las órdenes, y de ninguna forma decir que se está defendiendo a la patria ni a la institución armada. La mayoría de los oficiales y tropa de esa época duerme sin pesadillas, en urbanizaciones modestas y con pensiones cada vez más ajustadas y con pobreza, pero con inmaculada decencia.

Y algo más: como lo denuncia el exProcurador Anticorrupción, Julio Arbizu, durante el gobierno de Fujimori, desapareció un millón de dólares destinados a los comandos de Chavín de Huantar. ¿En cuál de las maletas de Fujimori, viajó ese dinero al Japón?

En Chile, Argentina, Estados Unidos y México, existen museos edificados en honor a víctimas de conflictos. Alemania no rechazó la sentencia de Nuremberg para defender a Hitler ni a sus feroces compañeros. En casi todos los países donde se padeció dictaduras, las mismas han sido juzgadas y penadas.

En el Perú, ¿tendremos que hacer eterno el conflicto? ¿Tendremos que ponernos la mano en el pecho para defender a Fujimori?

 

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