Francisco lo ha dicho: nadie aguanta esta economía

 

Resulta una necedad, luego de recorrer los arenales, los andes y la amazonía peruana, afirmar que la pobreza, sobre todo la extrema pobreza, se encuentra en triunfal retroceso en esta nación que con su mosaico de razas, jubilosa, se apresta a celebrar el 184 aniversario de su independencia política. Y que esto, después de conocer la caótica y triste situación de Grecia y España, por ejemplo, se diga que el mundo va camino a la felicidad. Todo como consecuencia de las bondades, de la generosidad, de la economía neoliberal.

Está bien que los más chicos, dueños de sus alegrías infantiles, festejen la llegada de las carpas circenses en este julio un poco caliente, un poco frío. Eso, en su inocencia, les hará reír un rato. Pero está mal que haya quienes vengan, a estas alturas, con su humor negro a decirle a la gente adulta, a quienes casi o nada tienen, incluyendo la posibilidad de un trabajo estable, más o menos bien remunerado, que ahora existe un Perú distinto, cada vez más paradisíaco, donde la gente tiene de todo para comer, en abundancia y sobre todo barato. Y que si no lo hacen es porque no les da la gana. La tomadura de pelo es mayúscula y la gente menos favorecida por ese perverso «dios» llamado dinero, no está para aceptar tan cínica afirmación.

A esta interpretación se llega luego de la divertida lectura de un texto editorial publicado en un viejo diario dirigido por un joven escribidor, en donde se mofan de las declaraciones del Papa Francisco, quien en su peregrinaje por esta parte del mundo expresó con claridad meridiana que el sistema económico que hoy domina el globo «ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos». ¿Es posible —pregunto— dudar de lo señalado por el Santo Padre? Sí, por supuesto. La libertad de palabra es válida en una democracia. Pero asegurar que el líder de la Iglesia Católica está poco menos que extraviado, que falla al no reconocer los importantes avances del neoliberalismo, que desconoce esta política económica, hasta con encono, es caer, francamente, en el libertinaje.

Creo que el autor del desaguisado carece de mayores lecturas sobre el problema de la pobreza o que no cuenta con recorridos por aquellos lugares en donde campea el hambre y en donde la necesidad y la depresión se dan la mano de manera diabólica. Porque si así fuera, entonces podría sacar conclusiones sobre lo que ocurría en las últimas décadas del siglo XX, cuando la sociedad humana observaba que la clase trabajadora, aquella que produce la riqueza del mundo con su labor diaria, estaba en pie de guerra contra quienes se apropiaban del fruto de su trabajo, saqueando, apoderándose del plusvalor que generaban. Los trabajadores del mundo luchaban por su liberación política, que por ser la de la mayoría de los seres humanos, sería la liberación de la humanidad. Hoy estos ignorantes o fallidos estudiosos de la realidad mundial, tratan de desinformarnos, al hablar muy sueltos de huesos que «libertad» es la libertad que tiene el 2 por ciento de la población de vivir expoliando al resto de las personas, la libertad del mercadeo y de explotación.

Es por demás evidente que quien dice que el mundo camina por el mejor de los destinos, no ha tomado en cuenta que personas con mayores estudios y mejores conocimientos de la realidad humana, señalan que la crisis del neoliberalismo ha alcanzado el corazón de los países centrales que se arrogaban el derecho de conducir no solo los procesos económico-financiero, sino también el curso de la historia humana. Es la crisis de la ideología política del estado mínimo y de las privatizaciones de los bienes públicos, pero también del modo de producción capitalista exacerbado en extremo por una concentración de poder que nunca antes se había visto en la historia. Esto comenzó antes, pero continúa en estas primeras décadas del siglo XXI.

Por lo demás y haciendo nuestro el pensamiento de gente realmente ilustrada, se puede repetir que como decían los antiguos filósofos griegos, la economía es la ciencia de administrar los recursos materiales de tal modo que todos puedan vivir. La vida es el primer valor a ser contemplado en la economía. Esta es correcta cuando da a todos la posibilidad de vivir, cualquiera sea la modalidad como se hace la repartición de los bienes necesarios para la vida. Una economía que excluye a algunos miembros no cumple con su finalidad, está equivocada, no es una economía científica, porque el valor supremo es la vida cuya base es económica: para vivir primero hay que comer.

Finalmente ¿quién no sabe que la economía produce desigualdad? Es inevitable en razón de una serie de factores. Ante ello es necesaria la solidaridad para compensar sus efectos. Es penoso, pero ahora más que ayer, muchos abusan de su condición desigual para aumentar la desigualdad. La posición ventajosa en la que se encuentran hace posible que exploten a los más débiles. En el neoliberalismo la solidaridad es negada con frecuencia. La miseria y la injusticia social que existe en el Perú y en el resto del mundo así lo demuestran. Francisco, el Papa, tiene razón. Nadie aguanta este sistema.

 

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