¿Son invisibles Oscorima, Oropeza y otros fugitivos con dinero?

 

En esta tierra aquello de que tanto tienes, tanto vales, parece ser cierto. El comentario viene a propósito de lo que sucede con algunos personajes involucrados en delitos graves, los mismos que por arte de magia u otra razón no son habidos por la policía. El ministro del Interior, téologo por confesión y vocación, por supuesto, no sabe nada de ellos. Sus subalternos no le reportan nada positivo al respecto. La ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones, tampoco. Lo recomendable sería, entonces, que eleve sus oraciones a San Agustín o mejor a Santo Tomás de Aquino, aquel que dejó dicho «ver para creer», haber si le hacen algun milagro. Ahora si los sagrados altares le fallan, no le queda otra que aventurarse en procura de un contacto con el «Chapo» Guzmán, el narcotraficante mexicano que en materia de fugas y escondites, nadie le gana en el mundo.

No es que uno tome en broma lo que está ocurriendo al respecto. Pero resulta muy extraño que individuos como Wilfredo Oscorima Nuñez, el sentenciado gobernador regional de Ayacucho o su colega, el exgobernador Gerardo Viñas Dioses, quien hizo de las suyas en Tumbes, sigan en libertad a pesar de estar requisitoriados. La policía no los ve, no escucha nada sobre ellos, dejando desairados al personal del Instituto Nacional Penintenciario, que en actitud previsora, ya les tiene preparadas las celdas vip que les corresponde. Es decir alejados de los delincuentes comunes, esos que todo necesitan y nada dan. Salvo los «capazotes» que sirven de guardaespaldas. Pero, haciendo un recuento esos dos pájaros de alto vuelo, no son los únicos. Quizás por méritos propios, ya deberían estar también entre rejas Juana y Rosa Fujimori Fujimori, Víctor Aritomi Shinto y Myriam Aritomi Fujimori, todo ellos parientes cercanos de quien se encuentra encerrado en el Fundo Barbadillo. Estos hicieron sus maletas, levantaron todo lo que relucía como oro y billete verde y se fugaron, muy bien protegidos, hacia el Oriente, al país de los cerezos, para disfrutar del fruto de sus latrocinios. Y como estos, otros tantos como Malca Villanueva, Benavides Morales, Augusto Miyagusuku, Saúl Mankevich y Esteban Wunitzky, cuyos nombres por higiene mental no es grato repetir en estas breves líneas. Si algo se les debe reconocer es que tienen más vara que el Dios Midas.

¿Qué hace la policía? ¿Es tan inepta? ¿Dónde está la mano de la justicia? Habrá quienes digan que se encuentra dedicada a tiempo completo en recuperar la seguridad ciudadana o quizás entregada a frenar los extremos violentistas que se repiten por todo el país. Lo cual, por supuesto no es tan cierto. Basta escuchar o ver las escenas que mañana, tarde y noche propalan, hasta con morbosidad, los diarios amarillos y la televisión ídem, para advertir que ni lo uno ni lo otro han mejorado. Los asaltos a plena luz del día ya no llama la atención. Causan miedo y terror que es otra cosa, con el agregado que entre las bandas de estos maleantes, no faltan uniformados de distinta graduación en pleno servicio. Los delincuentes ingresan armados a sangre y fuego a lugares públicos, incluyendo a los vehículos de transporte colectivo, para hacer lo que les da la gana, con saldos dolorosos de muertos y heridos, donde la peor parte la lleva gente inocente.

Hay casos emblemáticos de reciente data. Uno de ellos es el de Wilfredo Oscorima Núñez, un oscuro personaje, sin mayores conocimientos de la ciencia política, de profesión u oficio rentable y que ha llegado a ser nada menos que gobernador de Ayacucho. Se trata de un declarado enemigo del periodismo independiente de Huamanga, que en repetidas oportunidades denunció sus millonarios delitos. Para amenazar y tener en zozobra a los periodistas, le bastaba iniciar una querella, convencido que sus relaciones con el Poder Judicial le serían de beneficio. Como no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, el tabladillo de su accionar se vino abajo y el reciente 16 de abril del año en curso fue sentenciado a 5 años de pena efectiva por el Tercer Juzgado Unipersonal de Ica, que preside la juez Mercedes Pareja Centeno. Y con él, también su vicegobernador, el exgerente general, cuatro exconsejeros regionales y hasta un funcionario del área de Abastecimientos. Todos, acusados por los delitos contra la administración pública en la modalidad de negociación incompatible y aprovechamiento indebido del cargo.

En realidad Oscorima Núñez es un caserito de la administración de justicia que hace rato le tiene puesta la mira. Tan es así que se encuentra sentenciado por el Segundo Juzgado Penal de Ayacucho, a cargo de la juez Roxana Molina Falconí. En esa sede y en primera instancia se resolvió condenarlo a dos años de pena privativa suspendida de la libertad. Esto a consecuencia de la adquisición irregular de maquinarias agrícolas por un monto de seis millones de soles. No hubo la licitación correspondiente. Oscorima pensó que se trataba de una broma y apeló a la instancia superior, que aun no emite fallo. Este caso sacudió a la ciudadanía ayacuchana cuando la prensa libre reveló que el gobierno regional había adquirido tractores, excavadoras y otras maquinarias pesadas por un monto de veinte millones de soles, luego que el propio gobernador, creyéndose omnipotente, dispuso la anulación de la licitación respectiva. El Organismo Supervisor de las Contrataciones del Estado-OSCE- puso el grito al cielo ante la irregularidad, exigiendo la anulación de la compra directa. Pero igual, el hoy fugitivo se zurró en la orden y procedió a la adquisición.

Otro tanto viene ocurriendo con Gerald Oropeza López, a quien las indagaciones policiales apuntan como un personaje vinculado al narcotráfico. Primero en trabajos de lavado de dinero de procedencia ilícita y luego como capo encargado de trasladar cocaína hacia Europa a través de una red montada en el Puerto del Callao. «Tony Montana» que es el apodo que manejaba con soberbia y vanidad no es un cualquiera.Para comenzar vivía en una residencia cuyo costo sobrepasa los dos millones de dólares y paseaba en autos marca Porsche, Audi y Ferrari con damas de compañía que abundan en el mundo farandulero y discotequero. Su situación es sumamente difícil. Los integrantes de otra banda de mafiosos, que se consideran desplazados en tan vil negocio, se la tienen jurada. Ya intentaron matarlo. Igualmente desde la vieja Roma piden su cabeza, vivo o muerto, todo por un razonable precio de 250 mil dólares. Nada más ni nada menos, debido a que se habría quedado con una millonada de dólares que, en realidad, corresponden al italiano Emanuel Salvatore, más conocido como «Zaza». Y de otro lado, la policía también lo busca. ¿Lo busca? Bueno es un decir. Esta ya tiene en su poder a «Cara de Dedo», o sea Carlos Sulca Cruz, su confidente o mejor dicho su secuaz, pero hasta allí llega la historia.

Hemos citado los casos ampliados de Wilfredo Oscorima Núñez y de Gerald Oropeza López por tratarse de hechos recientes y porque constituyen los referentes de cómo algunos personajes tienen la cualidad de volverse invisibles para la policía. Y no solamente de la policía. De estas críticas no se salvan las famosos y escandalosas Comisiones Investigadoras del Congreso de la República. ¿Por qué están calladas? ¿Hay algún enredo que las contamine? ¿Favor con favor se paga? Se habla de la riqueza dineraria que tienen acumuladas de otras actividades que le han resultado muy rentables, tanto Oscorima como Oropeza. Y ni hablar de los otros fugitivos. ¿Tan poderosos son estos sujetos o existen otras razones que hacen inviable la captura? ¡Vaya uno a saber cuáles son los misterios que existen en los vericuetos de la delincuencia!

 

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