Las joyas ajenas

 

Es poco lo que sabemos del África presente, aparte de informar del descubrimiento del Colbán -elemento arcilloso de usos cultérrimos (guárdame esa flor), aplicables a las super-armas y otros instrumentos letales casi de ciencia-ficción, que ya empiezan a gravar sensiblemente presupuestos de los Señores de la Guerra.

Algo sabemos también -episódicamente noticiados- de las guerras tribales y masacres islámicas que azotan esas olvidadas regiones, donde según los antropólogos, hace lejanos siglos se dividió la progenie cuadrumana, para para hacerse pelada, caminar en dos patines y proclamar a sus notables, “reyes de la creación”.

De sus curiosos mandatarios, como e izquierdoso Patrice Lumumba, el bocatán Bedel Bokassa, que se hizo coronar al estilo de la añeja monarquía franchute y del innombrable Idi Amín, que se mostró capaz de organizar parrilladas con sus enemigos políticos como estrellas al asador, y además, persiguió por medio mundo a una escultural modelo que le negó sus caricias, alcanzándola en Paris, para enviarla al otro mundo después de una tenebrosa carcelería, amenizada por primitivas torturas, a cargo de sacerdotes brujos especializados en el tema.  De ellos, bueno, nos queda la leyenda que alguna vez convertirá Hollywood, en glorioso technicolor film.

De su eventual derrocamiento, se encargaron fuerzas mercenarias, organizadas por “los blancos” y subvencionadas por poderosas transnacionales del oro, los diamantes y otras valiosas chucherías.

Pero de “Las Gacelas Negras”, sólo se ocupó mi hermano “Gabo” que a fuer de talentoso -y no por compensación de avatares políticos- llegó a ganar el Nobel literario, hasta hoy injustamente negado a Jorge Luis Borges, o al genial Ray Bradbury que pusieron de pie a los lectores del mundo, con sus emocionantes -y didácticos- relatos acerca de grandezas y miserias de nuestros congéneres “homos sapiens”. Y quien sabe, a los habitantes de otras dimensiones que alguna vez darán razón de su existencia.

Pero volviendo a “Las Gacelas Negras”, éstas son, esculturales bellezas “Made In África”, que en razón de sus atributos naturales, son –o fueron- cultivadas cuidadosamente por la élite culta –que también existe por allanga- con la finalidad exclusiva de que llegadas a cierta adolescencia prolongada, puedan alquilarse como “damas de compañía” (y nada más, ojo), para  cuando los Jefes de Estado (de alguna manera hay que llamarlos), deban asistir a una de esas grandes asambleas mundiales rematadas en espléndidos saraos, done estas “Primeras Damas” de utilería, reemplazan en función pública a las auténticas “ Ladies-esposas”, generalmente no muy presentables a los ojos occidentales.

”Las Gacelas Negras” así llamadas por “Hola”, “Socialitté” y otras pituquerías mediáticas del “Alto Combo” internacional, aparecen en tales fiestas como rutilantes estrellas que opacan a lo más selecto del modelaje y a las auténticas primeras damas que acompañan, desde luego, a sus merecidos esposos, dictando cátedra del gran vestir, un diplomático “saber estar”(comen con seis cubiertos), y una refinada cultura certificada por La Sorbona, nada menos, mi estimado.

En uno de estas semi-bacanales, el memorable Bokassa -si no lo confundo con otro símil ejemplar- se apareció al brazo de una sensacional belleza color “Alianza”, que quitó el hipo a muchas encopetadas y casi mata de envidia a dos o tres Diplo-maricas que jamás faltan a tales eventos.

El Rey-Presidente, siempre huachafo, escoltado por dos “kingkonescos” guardaespaldas se dedicó a disfrutar la fabulosa cena-cuidando los modales, cómo no- y a beber el “Moi Chandom” heladito, que suele servirse en tan mentados acontecimientos, en tanto su “Gacela” en turno, asombraba a la concurrencia, revelando exquisiteces de la “Hauteé Cousin” y sorprendiendo  a embajadores y otros “sampietris”, al hablarles en sus respectivos idiomas y desplegando la más refinada coquetería.

Nadie hubiera dicho entonces -porque nadie lo sabía- que antes de convocarla a tan ficho viaje, su espléndido “empleador”, había concurrido a una ceremonia “Hungam” en la cual, amparado por el Brujo Mayor”, que allá en su tierra, tiene -o tenía- investidura ministerial, había jurado ante una poderosa deidad tribal, que la “Gacela” se limitaría a cumplir las ceremoniosas funciones de acompañante “diplomática” y no “otras” que pudieran ocurrírsele a su omnipotente Majestad, una vez que los tragos hubieren hecho lo suyo. En prenda de tales promesas, Bokkasa, depositaba ante el aterrador dios de “La Venganza”, todo un mini-cerro de oro y diamantes, a ser expropiados por la casta sacerdotal, en caso de un simple paleteo, pues, que como se sabe entre africanos- los dioses,  no entra en chacoveos, -juegos tramposos- a la hora de cobrar promesas.

Pero volviendo al real festejo, con danza y todo, de pronto el mayestático crolo, perdió de vista a su “Gacela”, por lo cual, con una sola -expresiva- mirada ordenó a uno de sus guarda-pechos, que la buscara de urgencia.

Y ahicito nomás, estalló el escándalo, mismo chongo en “Los Barracones” del movido Llauca.

La escultural “Gacela”, o lo que quedaba de ella, había sido hallada -tras rotura de puerta-  tendida sobre el piso de uno de los seis elegantes “toilettes”-vulgo ,ñobas- del rumboso palacete.

Tenía clavado en el corazón, un tosco, terminante estilete, en tanto, afrentosas manchas de desgracia, daban al traste con el lujo de su atuendo comprado en “Dior Maison”, bajo asistencia de la “couturiere”, mayor, para los detalles minuciosos.

Alguien dijo: “Policía” y otro, corrigió “Sureté”.Al poco rato, se formó un Babel de asombros e idiomas, pero en medio de la pachanga trágica, Monsieur Bokassa –todo un caballero- se inclinó sobre el cadáver exquisito y empezó a retirarle cariñosamente las carísimas joyas que había lucido hasta minutos antes.- “Son de mi esposa y debo devolvérselas”,- explicó a la asombrada concurrencia.-¿Sucede en las mejores familias”-como diría Magaly?

 

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