El cuento de las Academias

 

Si como le leí la otra vez al periodista, director de cine y escritor español David Trueba de que al “jugarse con los pies hace del fútbol un espectáculo imprevisible”, nada hay más sublime para un padre cuando ve en su hijo –muy aparte del afecto paterno- condiciones de crack. Y, entonces, se preocupa en encaminarlo lo mejor posible. Si lo nota bajo de peso y tiene los medios económicos necesarios no tarda en llevarlo donde un dietista. Si más adelante el entusiasmo lo sigue ganando (al padre) no termina hasta no verlo ingresar a un gimnasio con aparatos modernos. Muy aparte, lógicamente del rigor de la madre que no deja de insistir en que primero están los estudios.

Lima como capital está inundada de Academias de Fútbol. En los meses de verano y de vacaciones escolares por casi todos los distritos capitalinos se leen avisos que invitan a los padres a matricular a sus hijos. El jale está en que varias de esas Academias tienen a un ex futbolista de Primera División como profesor así en su carrera haya sido uno más en la cancha. Pero el gancho está puesto y, bueno, algún día el infierno quedará cubierto de hielo.

Me pregunto ¿hasta qué punto estás llamadas Academias de Fútbol son realmente valederas? ¿ayudan en formar a sus alumnos a que  lleguen más tarde a ser grandes figuras? El otro día conversando con el entrenador Miguel Company Chumpitazi (limeño, 74 años) que llegó a ser profesor de técnicos en la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) con título alcanzando en la FIFA, me dijo que estas Academias para él no tienen ninguna credibilidad. Y no se cansó de hablar: que son puro negocio, que explotan, principalmente, al padre que ya se imagina al joven hijo como salvador de la economía del hogar. Con mayor razón en estos tiempos donde el fútbol se ha convertido en un verdadero negocio y donde todo el mundo gana: empresarios, gerentes deportivos, canales de televisión con derechos adquiridos, ligas, federaciones, FIFA, Conmebol -para citar al organismo que tenemos acá muy cerca en Asunción- y todo a través de una serie de torneos con  el futbolista como pieza central -la pepita de oro en sí- el que más dinero se lleva a su bolsillo.

Me sigo preguntando ¿por qué, en opinión de Company (un técnico estudioso, no me cabe la menor duda, con cursos concluidos en Chile, Argentina y España) las Academias limeñas no sirven? Porque no cuentan con verdaderos profesionales que sean técnicos formativos tanto en la docencia como en la competitividad. Los nuestros solo transitan en el terreno de la formación y punto. Por eso cuando esos jóvenes alumnos llegan más arriba a competir lo hacen con muchas carencias porque sin técnica formativa no hay táctica que valga comenzando solamente con imprecisión al momento de recibir el balón, de conectar de cabeza un centro de gol o de terminar cediendo un buen pase.

Está también el antecedente de que pueden llegar a esas Academias jugadores técnicos que necesitan de muy poco para pulir ese don con que nacieron. César Cueto, Roberto Palacios y Nolberto Solano son, quizá, los tres futbolistas peruanos que escapan a la regla de que su entrenador no tuvo mucho que esforzar algo más de lo que ellos sabían cuando pisaron la cancha para ponerse a sus órdenes. Company para mayor suerte los tuvo a los tres. A Cueto desde cuando tenía solo nueve años. Porque una cosa es saber jugar fútbol y otra saber jugar con la pelota en los pies; porque una cosa es ver cuando el rival se adueña del balón y otra cuando uno la recibe. Los tres ex futbolistas en todos esto tenían de nota de 20.

Con este panorama desalentador en las divisiones de menores que arrastra años tras la desgracia del Focker de Alianza en 1978 donde se perdieron valores muy jóvenes; luego llegan los años 90 muy pobre en la aparición de cracks y hace rato que no emerge una generación de 10 o 15 futbolistas de alto nivel y hoy solo se cuentan con los dedos de la mano. El simple hecho que un delantero de 37 años (Mauricio Montes) integrara el seleccionado en los Panamericanos es signo evidente que no tenemos más delanteros. Cómo es posible que desde hoy solo estemos esperanzados en Paolo Guerrero a costa de sus 34 años. Y es que no existen de esa talla. Las Academias, con raras excepciones, y menos los clubes profesionales los muestran. Solo se limitan estos clubes a traer delanteros extranjeros cargados de años y listo.

Es pues imperativo de parte de quieren tienen la dirección de ejercer un  mejor control en la formación de nuestros jóvenes valores porque los hay y no solo en Lima. También en provincias. Acá no solo caben las ganas del padre que se preocupa por sacar adelante las condiciones que él le ve en su hijo pero sin que llegue a más. Para eso deben estar los profesionales formativos tanto en la docencia como a la hora de enseñarles a competir. Y no inmiscuirse más. Hay una serie de antecedentes donde muchos de los padres, al borde las canchas, han terminado generando grandes broncas con padres de otros jóvenes jugadores. Está mal.

Acá recuerdo un hecho que leí en el diario El País de España donde se contaba que una vez Santiago Bernabéu como presidente del Real Madrid llegó a ver un entrenamiento de unos menores del equipo albo y notó la presencia de un hombre que se desgañitaba dando una serie de indicaciones. Bernabéu preguntó quién era y le dijeron que era el padre de uno de los niños que jugaban en esos momentos. No tardó un minuto en dar una orden que lo sacaran del estadio y que esperara afuera a su hijo. Le hice mención de este episodio a Company y casi sonriendo me dijo que lo mismo le ocurrió en Nueva York la vez que él dirigía la Escuela de Fútbol de Pelé cuando éste jugaba en el Cosmos. Alguien le llamó la atención para que pusiera en orden a un padre gritón y Company le respondió que él estaba allí para dirigir a los niños de 10 años y no a los padres de estos.

Si La Masia, centro de formación del Barcelona hasta hoy sigue recordando a Johan Cruyff es porque desde que llegó al Barza en 1988 comenzó a hacer historia no solo jugando sino creando un sinnúmero de talentos. El holandés se dio un tremendo lujo de promover nada menos que 32 canteranos a lo largo de siete temporadas en la Liga española. Como soñar no cuesta nada, ojalá que algún día nuestro fútbol alcance el verdadero sitial que una vez lo tuvo. La técnica la tenemos. Falta mayor apoyo y la orientación a través del real interés de los dirigentes y clubes por hacer del fútbol lo que tan bien lo describió David Trueba de que solo el hecho de jugarlo con los pies lo hace un espectáculo imprevisible.

 

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