Una “aventura” inconclusa

 

Corría el caprichoso 1962, yo ya publicaba mi columna “Perro Mundo”, en reemplazo del “Antipasto Gagá”, de Guido Monteverde que ya se había ido a “Correo” soñando triunfos inconmensurables, al mismo tiempo del desbarranque de “Última Hora”, cuyo elevado tiraje, él solía atribuirse en plenitud.

Bueno, ninguna de las dos cosas ocurrió verdaderamente. “Correo” que inventamos “El Gordo” Villarán, el talentoso y desatinado Thorndike y modestamente yo, copiando un diario francés, nunca llegó a ser, nada distinto de lo que sigue siendo, en tanto, “Última Hora”, me ascendió a “Jefe de Amenidades”, premiando el salto de tiraje que llegó a importante niveles, impulsado -en cierto moto- por mi “Perro Mundo” y la creatividad que desplegué en la sección que me había asignado Bernardo Ortiz de Zevallos.

Uno de mis “inventos” fue la columna “Entre Tú y Yo”, firmada por la supuesta “Rosa Le Blanc”, que resulté siendo yo mismo, luego de comprobar que las damitas que integraban mi modesto elenco, no tenían “Ángel” para resolver los conflictos amorosos que destrabábamos por millares, en cartas de todo pelo, que eventualmente, arrojábamos al Rímac en tibias noches de Luna, para darle un toque al tocado rufufú.

Hoy, todos los “vespertinos” de cincuenta cobres, tienen una columna más o menos parecida. Pero “Rosa Le Blanc” se fue a Francia para siempre.

Yo, me había “inspirado” en una novela titulada “Los Seres Queridos”, firmada por Evelyn Vaugh -que jamás supe si era hombre o qué cosa y relataba la ficticia historia de cierto periodista que, a causa de sus dengues y borracheras, resultó perimido  a firmar una columna de amoríos y descalabros del corazón, que firmaba habitualmente  fingiéndose “La Tía Eddie”.

Un día, su inconducta resultó ya, intolerable y en consecuencia, lo “chotearon” pues, como suele suceder en cualquier periódico de este (Perro) Mundo.  El hombre, herido en su amor propio, no supo tomar otro rumbo que el habitual y entonces se dirigió al Bar “Tres estrellas”, cuyos bebedores de siempre, bien lo conocían como “La Tía Eddie”, a raíz de su exitosa columna.

Pero hay quien dice, que la vida y el destino, juegan una eterna partida de billar con carambola a tres bandas y esa misma tarde, una desconsolada señorita, telefoneó al diario del cuento, exigiendo hablar con “La Tía Eddie”, ya que su angustia traumática, no le daba tregua ni para escribir una carta.

Y entonces, una de esos guasones que siempre hay en la redacción, tomó el fono y muerto de risa, le respondió: “¿La Tía Eddie?… Llámala al teléfono tal…”- y le dio el número del bebedero en el cual había recalado el  travesti consejero de amores desventurados.

¡Riiing… riiiing”, trinó el aparato, y otro cachimbambero, tomó  el fono a la volástica. Y luego, frenó en un gesto, al susodicho que ya se empujaba el sexto “Tom Collins” de la tarde, gritándole: “¡Hey Tía Eddie… tienes llamada de una de tus fanáticas casi suicidas…! ¡Ja, ja ja…! Y entonces, el hombre que ya tenía medio movido el bongo-rongo, tomó el aparato, para escuchar un dramón de los demonios entre sollozos sin medida ni clemencia:

“ Querida tía Eddie… soy, bueno era, secretaria de una corporación…. -sollozos- Mi jefe me ordenó subir al sexto piso de este edificio para que tomara nota de una junta… -sollozos…- Y luego, me han violado cuatro de los invitados y ah -….más sollozos… No sé qué hacer, Aconséjeme, por favor… -semi aullido, profundo…- “Ah… ¿cuatriviolación,  dices?….- ¿Y estás en un sexto piso ¿No?…. Bueno… ¡Busca la ventana más cercana y lánzate al espacio….¡No tienes otra cosa que hacer¡ -¡Good bye mi reina!… -Y se fue en busca del séptimo de la corrida.

Lo curioso, de acuerdo al escritor, que más tarde escribió el guión cinematográfico de la obra, es –o fue- que la consultante de la “Tía”, que durante algunos años, había seguido sus consejos al pie de la letra, efectivamente, giró la mitra, buscó entre llantos y atisbó borrosamente el resplandor tardío de una ventana embrujada, se asomó a su entremarco y ¡pundungún!, se mandó al vacío de la tarde, mientras la falsa “Tía”, seguía ahogando en alcohol su propio suicido en serie final , sin cortes ni perendengues.

Bueno pues, yo nunca he sido “Tía” de nadie y sólo he dado solicitados  consejos, a partir de la sexta chela, pero la tal Evelyn, sea quien fuere, me inspiró de todas mangas y  ahicito nomás, me cuadré como “Rosa Le Blanc” sin ser marica… y con tremendo boom del tiraje, que hizo sufrir a los envidiosos, que me odiaron por largo tiempo… y que con su pan se lo coman.

Pero resulta que conforme le expliqué cierta tarde a mi pata Ricardo Belmont- y después comprobó él solito, cuando sus hijos le hicieron perder el juicio y de pasada su amado canal- “carne sale con hueso”, sobre todo en periodismo.

Cierta tarde, cálida y sensual, el “Tío” Vitucho Orzero, me informó aguantándose la risa:” ¡Ahí está un chino viejo, con un ramo de flores… y exigiendo hablar con Rosa Le Blanc!… ¡Ahora quiero verte!… -Se trataba de un ciudadano propietario de tres chifas, que cansado de escribir cartas de amor a la inexistente “alcanfora”, había decidido jugarse el todo, por el tacho y había venido a declarar su amor, en vivo y en chifero.

Salí “tranqueando altanero”, dispuesto a encarar la corrida, como estilan los “mataores de tronío”, mientras la redacción “en globo”, se había instalado en el patio medianero: “¡A ver qué hace el loco, ahora!”. Del saque, comprendí que el pata no estaba para bromas y muy ceremonialmente, lo invité a pasar a mi office, mientras el saperío se estremecía de emoción taurina, esperando luquear en qué culminaba la faena.

Ya en la  mediana intimidad de mi “despacho”, expliqué al perconchante oriental, que “la señora Le Blanc, se había reconciliado con su ex esposo y  había viajado a París, a fin de retomar la interrupta relación, en vista de lo cual, no podía aceptar la propuesta amorosa que él había tenido al gentileza de formularle” .- Punto y corte a comerciales.- El tioche enarcó lo que quedaba de sus cejas ,masculló un galimatías confuciano,-que seguramente, era un wantán de lisuras- y abandonó bruscamente mi  corner, para, ya en el patio, arrojar bruscamente al piso un poético ramo de rosas “Príncipe Negro”, que ya hubiera querido usar yo, para tardes mejores, en tanto, hizo un requiebro dramático que amenazaba rematar en patatús, por lo cual, una vez más el “Tío” Orzero, le alcanzó un  vaso de aguaruna. Todo lo que podíamos ofrecer a su angustiado corazón, devorado por los grandes dragones del infortunio. Otros comedidos, lo ayudaron a bajar las tres escaleras de Baquíjano, y allá se marchó el tay fú, entre los caminantes, hacia el fin de la noche. Don  Lucho Curie, ocurrente y cachoso  como siempre, me preguntó al otro día: “¿Y cómo te fue con el chino?

“Así nomás”, -le respondí- Era muy viejo… y total… Los chinos nunca han sido mi tipo… ¡Fin de la “Perro Mundo Storye” mis estimados tragonautas!

 

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