¿Clase política? La reacción negativa y poca ilustrada de algunas de las personas que hace poco formaron parte del disuelto Congreso de la República, luego de la exposición del plan de gobierno presentada por el presidente constitucional Martín Vizcarra y el primer ministro Vicente Zeballos, ante las principales autoridades del país, representantes de los partidos políticos, organizaciones sociales y populares, permite observar que hoy por hoy, hay quienes no desean formar parte de ella. Es una lástima y una preocupación real. Lo primero, porque quienes se arropan en la actualidad con tal representación- en su mayoría- no merecen esta distinción. Lo segundo, porque en lo inmediato será imposible que dicho quehacer sea asumido por gente preparada para tan delicada actividad. Esto si nos atenemos a los primeros anuncios de quienes aspiran a retornar al Parlamento Nacional, poder del Estado cuya conformación en los últimos tiempos venía acumulando un desempeño de mal a peor. Los escrutinios más recientes señalan que allí convivían, excepción de muy pocos, individuos dedicados a obstruir la acción gubernamental, blindar a delincuentes reclamados por la justicia y utilizar la representación para servir con obsecuencia intereses personales. Las cuestiones de verdadera necesidad de la nación, no les interesaba.
Un repaso de los decretos de urgencia aprobados por el Consejo de Ministros y el comentario ácido y de escaso razonamiento de esos mal llamados «políticos», explican el problema. La decisión de garantizar el abastecimiento de medicamentos genéricos en farmacias y boticas del país, promover para el primer trimestre del 2020 un incremento de la remuneración mínima vital ante el Consejo Nacional del Trabajo, recoger la propuesta de la contraloría para destrabar las obras públicas paralizadas, aprobar vía decreto de urgencia el aseguramiento universal en salud, impulsar e incentivar las inversiones en investigación científica e innovación tecnológica, regular la tenencia y portación de armas como uno de los medios para poner alto a la criminalidad, transferencia de los recursos financieros suficientes para mantenimiento de las instituciones educativas, regular el control de fusiones empresariales y adquisiciones, entre otras medidas para salir adelante, luego de un largo período de obstruccionismo parlamentario, les parece imposible, tardío y hasta demagógico a los críticos del gobierno. ¿Tienen razón? Los cuestionamientos han llovido. Así tenemos a la inefable señora Rosa Bartra Barriga, la misma que apañó como presidenta de la extinguida Comisión Investigadora del caso Lava Jato, las malas andanzas de sus partidarios y amigotes, expresando :» Fue un discurso lleno de generalidades(…) A un año y medio de su gobierno, mucho de lo que anunció ya debió haberlo hecho realidad». Igualmente, al sorprendente y frustrado varias veces candidato a la presidencia del congreso, Víctor Andrés Belaunde, señalando:» Estamos ante un gobierno autoritario, que maneja libremente los recursos del Estado, actúa sin contrapesos y hace anuncios demagógicos». Y así como los anteriores, igualmente, abrió la boca el irrepetible ex ministro de Trabajo de Alejandro Toledo, viejo ex funcionario estatal, Juan Sheput, proclamando:» Fue un mensaje absolutamente retórico y repetitivo. No aportó evidencias ni formas concretas para conseguir sus buenas intenciones». Es evidente que a estas alturas, dichos «políticos» olvidan que los anuncios del gobierno requieren de un marco legal y que ellos eran, precisamente, como legisladores, quienes tenían que haber tomado la iniciativa de estas y otras leyes, para alcanzar la gobernabilidad que se requiere para sacar del subdesarrollo al país. Pero no. Hoy cuestionan, pero esconden ese ayer reciente que sirvió para detener la marcha hacia el progreso y el bienestar de todos los peruanos, y sobre todo de quienes no tienen nada o no les alcanza para subsistir.
Quiera la divina providencia, aunque ya se fue octubre mes del Señor de los Milagros, que personas, entre otras más, llámese Becerril , Bartra, Salgado, Segura, Alcorta, Galarreta, Beteta, Donayre, Mamani y un largo listado de improvisados, no vuelvan a formar parte de la «clase política». El pueblo peruano no merece ese agravio, pero tampoco debe elegir por elegir. Menos a esos figurones transnochados, que han defraudado nuestras expectativas como pueblo. Aquí juega rol trascendente el partido político, porque tiene la tarea de postular a quienes muestren, desde su visión y conocimiento de la realidad social y económica del Perú, lo que mediante el intercambio democrático de ideas y opiniones, urge para la gobernabilidad. Siempre pensando en el bien común, al que debe acceder por derecho y justicia la peruanidad, sin discriminación ni olvido.
¿ Muchos carecen de condiciones intelectuales, más allá de la riqueza material o del acomodo, para hacer política? Pues, entonces, hay que facilitarles el acceso a los libros, a la prédica doctrinaria. Allí, en los viejos textos y en la palabra del maestro, que los hay felizmente, conocerán que con el adjetivo «político» se califica tanto el quehacer de quien se propone la conquista del poder como el comportamiento del que actúa con cierta dosis de astucia( para bien del pueblo, por supuesto) y circunspección. Actualizando las enseñanzas de Aristóteles habría que agregar:» sólo podríamos llegar a un concepto de política partiendo de la función de sentido que desarrolla lo político en el seno de la vida social total».Y «solo cabe distinguir la peculiaridad de la función política de las demás funciones sociales, de un lado, por el hecho de que la política es una conexión efectiva que nace y se mantiene según leyes relativamente específicas y de otro, porque esa conexión, en cuanto parte, presenta una determinada significación para el conjunto de la vida social».
El proceso de formación política es muy amplio pero, así también, es sugerente y atractivo si, efectivamente, aspiramos a contar con una «clase política» y no a una «clase de aventureros» que han pervertido esta ciencia y, asimismo, arte. En los textos a los que aludimos hay respuesta. Por eso repitiendo lo leído y aprendido, se puede decir:» El sociólogo , el político, que construye su ciencia sobre las realidades, no debe olvidar la respectiva situación fáctica de los elementos con los que trabaja : el hombre ( el ser humano) de carne y hueso, centro e impacto de todas las fuerzas de la sociedad, y los agrupamientos humanos, como limitaciones y encauzamiento de estas fuerzas».Dicho lo anterior, para concluir con estos saberes básicos, insistiremos, interpretando a Aristóteles, para reiterar:» El hombre ( el ser humano) es por esencia un ser sociable, un ser politikon, y el hombre ( el ser humano) aislado, el Robinson solitario,, no ha existido nunca, y no existirá jamás, ya que precisamente la vida y el concepto de persona se integra en el cuerpo social, cuyo primer paso, es la interrelación de los sexos, hasta llegar al agrupamiento familiar y a las demás formas de los agrupamientos sociales, sea en el orden económico, profesional, religioso, político, ideal, etcétera». Según el estudioso Jiménez de Parga: «Lo que la convivencia otorga al hombre, es un sistema de posibilidades»….» las cosas, ciertamente la hacen los hombres; pero el cuerpo social es un mecanismo de perfección: mediante él, el hombre puede más , expresa Zubiri ( El problema del hombre, Madrid, 1953/1954, cit.p Parga, pág.65).
¿Hay, entonces, clase política formada en el país) Sí. Pero quienes pueden formar parte de ella, no estaban en el disuelto Congreso de la República, ni en los colectivos financiados con dinero mal habido, con pocas individualidades, claro está. ¿Se integrarán a tan necesaria actividad democrática ? Tengo mis dudas. El desprestigio es tal, que prefieren permanecer en la academia, en las organizaciones sociales o gremiales o en sus actividades profesionales o de emprendimiento.