¡Hasta siempre hermano Pepe!

 

”Ante el drama sangriento del ocaso/

Se unió tu pensamiento con el mío/

Cual un niño que sintiera frío/

El Sol se acurrucaba en su regazo/.

Esta, es una estrofa que mi padre solía entonar acompañándose con  su guitarra, batiendo sus manos poderosas de imponer orden y levantar edificios, cumpliendo su reconocido oficio de “Maestro de Obras”. Y era también, una de las tantas viejas canciones, que solíamos evocar con mi hermano “Pepe” Sánchez, quien acaba de abordar el navío de los sueños, partiendo hacia lo desconocido.

Difícilmente podrá encontrarse en el panorama del folklore costeño, un personaje capaz de emular a “Pepe”, en su nobleza, generosidad y reconocida devoción por todo lo criollo.

Así justamente se denominaba su revista: “Criollismo”, que a partir de la “rústica”, logramos evolucionar hasta un elegante “couchet” multicolor que “Pepe” financió totalmente, aportando, además, sus hondos conocimientos de “la Guardia Vieja” el cantar contemporáneo y su enjundioso saber de los ritmos negros.

“Pepe” no sólo fue un emprendedor laborioso que supo engrandecer sus medianas empresas, prácticamente empezando de la nada. No. Él siempre estuvo “a la mano”, para socorrer a artistas enfermos, o periodistas atrapados por el desempleo.

Nunca demoró su entrega, ni hizo preguntas al respecto. En momentos dramáticos -que nosotros conocimos con frecuencia- ahí estaba él, con su sonrisa cunda y su ayuda pronta, en el hospital, la hora funeraria, o la encrucijada angustiosa del diario sobrevivir.

Y jamás se enorgulleció por ello. Ni siquiera lo hizo notar, porque de esa laya es la grandeza espiritual. Algo que no se compra en la botica.

Hace unos meses, “Pepe” se refugió en el silencio. Ni siquiera respondía las llamadas telefónicas de sus más cercanos amigos.

Y era, que una cruel enfermedad, lo había golpeado severamente.  Y él, -noble y valiente como siempre fue- había elegido sufrir en silencio. Con todo, nosotros -sus hermanos de toda la vida, aguardábamos- con esa infantil esperanza  en el milagro- que un día,  reapareciera como siempre, sonriendo y con un nuevo  proyecto editorial entre manos. Con otro sueño monumental que pusiera en alto nuestra música costeña.

Pero esta vez, no fue así. Y una vez más, pude comprobar lo falso de ese proverbio que niega a los hombres el derecho a llorar. Y lloré con toda mi alma, frente al ataúd de este hermano espiritual, que Dios sabrá porqué acaba de irse de nuestra vida.

Atenazado por un infame mal, Pepe, abordó el navío de los sueños y como una canción que se pierde en lontananza, se ha perdido entre las nubes.

Tengo absoluta fe en que –de haber un más allá- este querido hermano, tendrá un preferente lugar entre las almas nobles, que siempre estuvieron al lado de quienes alguna vez, padecimos, la estocada del infortunio.

¡Hasta siempre, querido hermano Pepe!

 

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