Número equivocado

 

Quién hubiese imaginado que el poeta revolucionario nicaragüense Ernesto Cardenal elevara una oración por Marilyn Monroe, la diva por excelencia, de cuya muerte se ha cumplido un nuevo aniversario.

Su imagen perfecta (no había Photoshop) traslucía una cierta tristeza. Se volvió un ídolo, y no solo por su belleza sino tal vez a pesar de ella, porque era vulnerable, y por tanto, un ideal al alcance del humano común.

Surgía un impulso afectivo hacia esta chica rubia de sonrisa tristona cuyo rostro adornaba las portadas, y su carencia de afecto nunca la pudo esconder ni siquiera tras las luces de las cámaras.

Como varios millones de personas en el mundo, Ernesto Cardenal también lloró su muerte sorpresiva, pero las lágrimas de él estaban hechas de palabras:
“Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes”.

El sandinista Ernesto Cardenal, crítico de la sociedad de consumo y del materialismo, que era también sacerdote, escritor y político, escribió un poema-oración que en estos días divulgó el sitio de Internet prodavinci.

Aquí algunos párrafos del poeta dirigidos a Dios:

“Señor,
recibe a esta muchacha conocida en la tierra como Marilyn Monroe
aunque ese no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los nueve años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar).
Y ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
Sin su agente de prensa,
Sin fotógrafos
Y sin firmar autógrafos
Sola como una astronauta frente a la noche espacial.

Señor,
En este mundo contaminado de pecados y radioactividad
Tú no culparás tan solo a una empleadita de tienda
Que como toda empleadita soñó con ser estrella de cine
Y su sueño se hizo realidad
(pero como la realidad del Technicolor)
Ella no hizo sino actuar
Seguir el script que le dimos –el de nuestras propias vidas-
Y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos
a nosotros por nuestro 20th Century Fox”

Ignoro la razón por la cual al pensar en Marilyn me viene a la mente un personaje de la literatura clásica, la mitológica hija de Edipo y Yocasta, Antígona.

Parece sacrilegio comparar a una actriz de cine con la heroína del mito griego, escrito por Sófocles hace 24 siglos en clave de tragedia.

Aunque mejor pensado, no. Los mitos de todas las culturas resumen la esencia de la humanidad y tocan nuestras vidas reales y ordinarias.

Hay algún rasgo común que hermana y a la vez opone a estas dos mujeres tan distanciadas por el tiempo, por su rol en la sociedad y sus ideales.

Puede ser que ambas tuvieron una muerte temprana y evitable; Antígona, dueña de un coraje como para desafiar la condena a muerte destinada a quienes quebrantaban una ley antihumana del rey Creonte.

Murió (es un mito, y por tanto, real) en defensa de principios que son superiores a la ley humana. Encarna la firmeza de carácter.

Marilyn, por el contrario, no tuvo coraza de heroína y sucumbió ante la soledad que ni sus matrimonios fugaces disiparon, y que las luces de la fama terminaron de ahondar.

Ernesto Cardenal termina su poema recordando precisamente los últimos momentos de Marilyn, o Norma Jean:

“La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar
Fue como alguien que ha marcado el número
De la única voz amiga y oye tan solo la voz de un disco que dice
Wrong Number”.

 

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