Cuentan bíblicos infolios, que el Buen Jehová, sabedor de los cochineos en que andaba su israelita tribu, visitó al carpintero Noé- que aquí, entre nos, muy santo, que se diga, no era- y hasta bailaba tolaca celebrando su genial invención del buen vinoco- para ofrecerle un canje medio sabrosón, en aquellos tiempos sin Odebretch ni chacoveos de “Codinomes”.
Y la moña, iba más o menos así: Si el citado Noé, que era más o menos “Justiniano”, le conseguía unos diez más o menos zanahorias, o por ahicito nomás, como él, digamos, entonces, el piadoso Señor, suspendería el Diluvio Universal que ya tenía programado, hasta nuevo aviso sin Kenyis respondones o amenazantes Martuchas Yatusabes.
Entonces Noé -mismo Challe un día antes del Botafogo-, se arrancó por aquellas desérticas pampas, calentonas y cachimberas, para luego del inútil gasto promocional de su inventado “Tres colores”, quedar convencido de “¡Naranjas Huando!”. No consiguió ni un huachito-aproximación a la Tinka de la justicia, lo cual, compungido hasta las agallas, hubo de comunicar al Buen Señor, en uno de sus chamullos en vivo y en directo, por cortesía del detergente de moda, para envidia de la diabólica “Urraca” que todavía no se inventaba.
Y entonces e Tío Jehová – Jobby, para sus patas y carretas- montó en santa cólera. Ya que camellos sólo montan los musulmanes, por consejo de Mahoma, y como cabe cuando uno maneja las riendas del poder, -como la china Morales Secre del Gran Chicharra- abrió los celestiales caños, desagües included, regalando a estos cochineros pecadores un “desacomodador” y perfumado baño de la Gran Seven, para que aprendieran a ser graciosos, con el “Men” de los Altos Cielos”. El sensacional bidelazo, duró algo así como cuarenta días con sus ricas nights de gran fandango universal y aleccionador, pues como se sabe el tocuen se repite en casi todas las historias fundacionales con ligeras variantes con paloma o sin paloma.
Pero relegando los chapters de la “Holy Bible” a los dominios del “Brother Pablo” que tan bien los maneja, déjenme que les cuente, limeños, que allá por los sesenta de nuestra twistera history, cierta agencia publicitaria convocó al periodismo criollo, a un mini paseo en yate, amenizado por un mermelero sorteo de licuadoras baratieris, cámaras fotobamba de cajoncito nomás y otros cachivaches, como quien dice “para acercarse a una buena prensa”, por recomendación de sus “importantes clientes” de aquel entonces.
Ya, a bordo, apareció nuestro recordado “Gordo” David Odría, tras un ánfora colorada, de esas que se usaban en las “quinas” tomboleras, donde se rifaba avecillas, para el 28 de julio.
Y entonces, el buen “gordis”, embocando un megáfono tipo mitin odriísta y con voz microfónica, lanzó al aire, la siguiente quisquillosa invitación: «!A ver… una mano virgen!» -para sacar los boletillos premiados, se entiende… Y entonces, mi hermano “Apa” Morales, “Hombre Espectáculo del «Mercioco» respondió por todos, a boca de jarro: “¡No hay!”
Y recordando aquel festejo en estos días de “Odebretch” y tantas cantadas “inocencias”, bien podríamos decir que “Mano Virgen”, que se diga, no hay por nuestros predios, por lo menos que yo sepa, y sólo nos queda –para el final del entrevero- engullir resignados, el habitual cebichito de “pejechicos”, como acostumbrado reprise de nuestro acontecer histórico, no faltaba más, mis queridos cuchi cuchis.
En cuanto al yate de mis recuerdos, el impasse, quedó resuelto, encargando el chocolateo de los boletillos con premio. A una guapísima coleguita que en descalabrante bikini, había irrumpido en escena. De “mano virgen”, ya no era taurino hablar y la chica cumplió el encargo, recibiendo en premio, un estuchito de cosméticos y una invitación de este servidor, que ofreciéndole su carricoche de esos dichosos días, anunció que “la llevaría hasta su casita”.
Desembarcamos, sonrientes, mientras los sufridos envidiosos que siempre ha habido, comentaban: “Es otro levante de “Perro Mundo”. Habladurías, oiga usted.
Y si quieren saber algo más, de la deslumbrante “Bikina” de aquella tarde, confórmense con saber que tiempo después, se casó bien bacán y hasta me invitó a la boda. “¡Para que sufran los lengualargas!”