Ábrete Sésamo

 

En una competencia que no hace concesiones, los tecnólogos están empeñados en desarrollar cada vez nuevas y mejores soluciones, con el fin de aliviar a nuestras vidas de carencias que ignorábamos tener.

Ingenuamente desconocíamos que no es posible vivir sin un teléfono celular, mejor un smartphone. Si no, ¿Cómo pedir un taxi, traducir un texto, ubicar direcciones o textear, (en el momento menos oportuno)?.

Con un menú de aplicativos variado y tentador, mucha gente se vuelve nomofóbica (adicta al celular) con un promedio diario de 34 consultas a la pantallita. Muchos lo miran más de cien veces.

Sin caer en el error de criticar cada nuevo adelanto, lo diferente con el móvil es que ha pasado de facilitador, a ser objeto de culto y de deseo, y a un uso compulsivo que genera dependencia.

A lo largo de los siglos y en las últimas décadas, los adelantos tecnológicos aportaron innovaciones que han tornado la vida más fácil, más cómoda o más segura.

No se ha sabido de casos de adicción al alumbrado eléctrico, al barco de vapor o a las vacunas. Tampoco habría manera.

En cambio al celular, sí. Al explorar la razón, hay una posible pista que presenta el eminente filólogo italiano Umberto Eco (Prodavinci, 14 de julio).

Para él, este nuevo fenómeno tiene que ver con el deslumbramiento humano por la magia.

«Simplemente –escribe Eco- es asombroso que casi todos hayamos caído presas del mismo frenesí. Apenas sostenemos ya conversaciones cara a cara ni reflexionamos sobre los temas apremiantes de la vida y la muerte».

A su entender, una explicación para este frenesí es la inclinación de la humanidad a las prácticas mágicas, la promesa de que «se puede saltar instantáneamente de la causa al efecto sin dar ningún paso intermedio».

«La fe en la magia no se desvaneció con el advenimiento de la ciencia. No, nuestro deseo de inmediatez se trasladó a la tecnología».

«La relación entre el entusiasmo por las conveniencias tecnológicas y la inclinación al pensamiento mágico es muy cercana y está ligada (…) a la esperanza religiosa que ponemos en la acción relámpago de los milagros».

Hasta acá un resumen de la opinión de Umberto Eco, y para seguir con el móvil y los nuevos aplicativos que aparecen sin cesar, digamos que quienes resultan más perjudicados puede que sean los creadores de historias de ficción.

Pocas tramas podrán coexistir con el smartphone que lo soluciona todo.En las historias por inventarse no habrá más incomunicación ni malentendidos, ni idioma extranjero que no se pueda traducir, ya que basta con capturar el párrafo con la cámara del móvil y ¡voilá!.

No habrá nuevos cuentos infantiles con genios, ni hadas madrinas con varitas mágicas, ni cuarenta ladrones tratando de abrir la puerta del tesoro de Alí Babá.

Ya debe existir un App (aplicativo) llamado Sésamo, sólo que ignoro si abre puertas, sean de tesoros o no.

De alguna manera, esta situación hace recordar lo que ocurrió unos 20 años atrás con el Prozac, el antidepresivo que presuntamente curaba la falta de entusiasmo por la vida, la enfermedad del desarrollo: La pastillita mágica de la felicidad.

 

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