El gusto popular

 

Cuentan que el tío “Barba Azul”, que no creía en Coronavirus, gustaba de casarse todas las semanas, para una vez agotada la miel de la correspondiente luna, meterle cuchillo al cuello de sus interfectas, en algo así que mucha gente tomó como “Cuento de Hadas”, hasta que se descubrió que unos “perromundos”, chapeados “Hermanos Grim, eran más bien historiadores de lo que solía suceder entre  gente de guita y pergaminos, a la cual, nadie se atrevía a investigar, ya que  en esos tiempos sin “Magallys”,  no era de buen toque andar atisbando en las alcobas. Sin embargo, al vuelo de largos almanaques, apareció en New York, nada menos y en la «cadena Herst», para que se enteren los adoloridos, un antiguo zapateador de nombre Richard Winchell, que se dijo: “¿Y por qué no? y empezó a destapar las intimidades del chuculún, poniendo como protagonistas a congresistas, diplomáticos y millonarios, instalando de moda, el estilacho denominado “Ojo de Cerradura”, caracterizado por airear los “clinchs” que dichos caballeros sin caballo, protagonizaban cada “week end”, con las más glamourosas “stars” hollywoodenses, incluyendo a las que hacía debutar “El Gran Valentino” que la cirrosis se llevó.

Y  Mr. Winchell triunfó, porque supo hacer lo que es un ABC del periodismo, con la correspondiente autocensura que evita tremebundos (falsos), desmentidos, costosos juicios y uno o dos “zuácates” para los que a su tiempo, no supieron inscribirse en el “Nat’s Fleicher’s Book” de la trompada callejera. Porque, el credo señorial que anima los grandes tirajes y el correspondiente esplendor de columnistas y “tele urracas”, no es otro, que “la correcta interpretación del gusto popular término medio”. Algo así como un “psicoanálisis chicha”, para todo aquel que quiera  ser pasajeramente famoso en el mundo de tinta y tele.

En el Perú, el recordado Guido Monteverde, -que lo aplicó de chiripa-, tuvo gracias a tal truco, treinta años de gloria que naufragaron en el olvido cuando agotó el repertorio de su modesta creatividad. Yo tomé la posta triunfalmente, con “Perro Mundo” y ahora que estoy por cantarme un “Yira Yira”, resucitaré, esta vez por On-Line, en cuanto se agote la cuarentena, porque eso si, el aterrador virus, no se irá nunca más de nuestros predios, quedándose a vivir agazapado por ahí, como se ha quedado el Sida, en su momento, atribuido  a los titiritis, motivando un chiste que aseguraba: los Oñoñoy de Cholilandia, son tan caídos que en vez de Sida, sólo transmiten la sarna. ¡Qué vulgaridad, con flores negras, ay! Bueno, pues, pero en materia de chisme exitoso, por ahora, en nuestro medio,  sólo nos queda la pegajosa “Urraca”, que conquistó el trono a costa de una larga colgada a la tía Gisella,  que a costa de calidad y pertinacia, sigue siendo estrella, en tanto su perseguidora, avanza  hacia el eclipse, a paso firme, apelando al refuerzo de “Peluchín”, barbón de pandereta  confesa, que ya conoció el choteo televisivo, por pelearse con cierta “Mamacha” que tuvo más vara que él. A propo. Y como meditación cuarentenera: ¿se han explicado ustedes, cuál será la fuerza del patanesco Nicola, para subsistir en pantalla, a pesar de sus huachafadas lamentables? ¿No? Yo tampoco, pero lo imagino y cualquiera podría descubrirlo con una modesta rebuscadita a cierto directorio. Y el secreto, es el mismo que ha convertido a “Chibolín” en “súper reemplazo” del negro Ferrando, con una avalancha de generosos avisadores y regalos como cancha. ¿Cuál será pues, el secreto? La respuesta la tuvo un antiguo mago que dejó para el ahorita mismo, la siguiente frase: “En el mundo, no hay secretos. Sólo hay cosas que ignoramos”. En cuanto muera la cuarentena, volverá a brillar mi festejante… ¡PERRO MUNDO!… Ahí nos vemos.

 

Leave a Reply

You must be logged in to post a comment.

653900
V: 618 | 16