El atardecer de la “Pampera”

 

No  estoy seguro, pero creo que fue el talentoso Homero Manci, quien puso en tango, la noche oscura de “La Rubia Mirella”… «que quitó en lo de Hansen, al Guapo Rivera», diciendo en una de las estrofas que a veces, he tarareado en mis lejanas noches de bohemia: «casi me suicido una noche por ella».

Y claro, como buen admirador de la vida -en su plenitud- también hube de conocer -en especial- a una morena flor de la alegría “pampera” -en la acepción coloquial que dábamos en Lima a esta palabreja- mientras descartaba galanes y danzaba alegremente las delicias del rock, que impusieron los muchachones de “Semilla de Maldad”, tema repetido en el “Olimpo”, cine victoriano que nunca fue el paraíso de los dioses.

Era una chiquilla, realmente impactante y le bastaba una sonrisa, para detener a cualquier “blanquiñoso del Cadillac”, o a cierto amigo periodista, ansioso de aventuras.

Pero, resulta que el sensacional -pasajero- triunfo, marea a las “estrellas”, como queda escrito en el box, el fútbol, la tragicomedia hollywoodense, o la pacharaca farandulera, que alimenta a “La Urraca” Magaly. La chibola de mi cuento, también “se la creyó”. En vano, intenté, una noche de esas, explicarle que el vacilón y la belleza, son destellos fugaces, rayos agoreros de una noche triste, que de todos modos llega. Y como en un tango de Manci, andando el tiempo, también anocheció para la chiquilla aquella.  A los primeros toques del atardecer, ella creyó que eso “ya pasaría”. Pero, de pronto comprobó que otra promoción de “jugadoras” sin fe en el mañana, la había dejado “fuera del ring”, en su condición de “periódico de ayer”, que cantaba mi brother Lavoe y ayer, cuando la vi, a través de lo que la vida -y la noche- han hecho con su belleza de antes, quiso embobinarme un “chamullo”, según el cual, ella sigue “teniendo sus amigos”.

Cuando la cruel verdad, tintineaba entre sus dedos con tres llaveros. Si pues. Ahora  que la ha “cacheteado la tarde”, ella se “recursea” alquilando cuartitos, para encuentros juguetones… Claro, se «gana alguito», para ir pasando la cuarentena sin mascarilla. Y según sé, de vez en cuando “presenta amiguitas” a ciertos pitucos parranderos. Pero de su ayer… nadita de nada.

En un toque picarón, pretendió seducirme y entonces, una sonrisa triste, le dijo, que “Otro día… quién sabe, pronto”, que fue un modo almibarado de situarla en “la verdad del aquí y ahora”. Al despedirnos, le regalé una florecilla que me vendieron al paso. Graciosa flor que también se marchitará, como el “infaiting” apasionado que alguna vez, soñamos para siempre. Y como diría el inmortal Vallejo: “Perdón por la ternura…”. También mi corazón está en cuarentena.

 

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