El trabajo es arte importante de nuestra vida. Permite satisfacer nuestras necesidades personales y familiares. También lograr metas propias y crecer como seres humanos. Igualmente nos enseña cosas que no están en los libros, que se aprenden en la práctica cotidiana, que nos van haciendo más eficaces y eficientes en nuestras labores.
Dice nuestra colega Sonia Blas que cuando las cosas van creciendo y funcionan en espiral hay una magia inexplicable. Y eso pasa en el trabajo. Cuando nos sentimos a gusto trabajamos con más fuerza y el tiempo no cuenta, de tal modo que nos quedamos más horas dedicados a nuestras tareas. Estos pasa sobre todo cuando se reconoce lo que hacemos.
Pero una cosa es disfrutar de nuestros quehaceres profesionales, cumplir lo mejor posible con lo que se nos encomienda y otra muy distinta es ser trabajólico, es decir, adicto al trabajo.La psicóloga chilena Massiel Romero afirma que los trabajólicos aparte de sentir que sus labores significan más dinero sienten satisfacción al estar ocupados, aunque se priven de compartir tiempo con los suyos y de mantener una vida saludable. Ellos pasan mañana tarde y noche pensando en el trabajo y no saben darse un tiempo para sí mismos.
Es importante disfrutar de la vida. Reunirse con los suyos, pasear y salir de vacaciones. Tomarse su tiempo para disfrutar de la lectura que nos gusta, de lo que consideramos buena música, de una película que nos atrae o de un almuerzo en el restaurante al que hemos querido ir “toda la vida”. Hay que darse su tiempo para estos placeres dela vida que nos aportan salud mental.
Equilibremos nuestros tiempos entre el trabajo y la vida personal. Vivimos en un mundo muy competitivo. Pero no nos equivoquemos obsesionándonos con el trabajo. Tratemos de llevar una vida saludable. Es mejor para nosotros y para los nuestros. ¿No les parece?.