Qué fútbol, qué vergüenza

 

La violencia en su forma más inusitada y cruenta para atacar los símbolos de dos instituciones del fútbol peruano, alteró la paz de la convivencia pacífica en mucho tiempo.

En este fuego cruzado, menos mal, la sangre no llegó al río al no registrarse lesiones de la asonada en los estadios Alberto Gallardo y Monumental, focos de los energúmenos que pretendían demostrar quién llega más lejos en la particular forma de sembrar el caos.

No sabemos sin son hinchas pero las sanguijuelas de profesión irrumpieron en el estadio Alberto Gallardo para hacer pintas contra Sporting Cristal en abierta provocación a los celestes.

La respuesta llegó días después con un absurdo ataque a las instalaciones del Monumental para atentar contra el símbolo de Universitario. Lolo Fernández, sagrada figura y emblema de los de Ate, sufrió la ira de los atacantes.  La cabeza del monumento dedicado a Lolo, fue el blanco de los que armaron un festín de odio y venganza.

La cabeza de Lolo fue cercenada. Una provocación cruel donde la idea de recargarse de una falsa satisfacción, provoca pensarse que se trata de un sujeto  con un desorden de personalidad  que solamente un profesional de la salud  mental podrá explicar.

El hecho es que el daño está y salpica al fútbol peruano con muchas deficiencias, con una imagen dañada porque esta clase de hechos no provoca nada bueno y encima los resultados deportivos no acompañan.

César Vallejo y Ayacucho FC fueron eliminados de la Copa Libertadores en la forma cómo nos tratan los clubes del extranjero. Solamente es un aviso de lo que vendrá más adelante donde no tenemos mucha ventana para exhibir nuestro precario fútbol.

El TAS en un fallo que se esperaba repuso a Alianza Lima en la Liga 1 y le cortó a Carlos Stein su asolapada participación que no merecía porque la Licencias de la FPF ocultó su falta de no cumplir con los pagos a los jugadores.

La FPF se lava las manos con el argumento de que la Comisión de Licencias es autónomo en sus funciones y no se metía. Total la bomba le estalló en la cara de Agustín Lozano y ahora es el hazmerreír de la comunidad futbolística que no conjuga la idea de que tratándose de un equipo con triste récord en la Copa Libertadores, se le permita jugar en la división superior.

Es esta la realidad del fútbol peruano. Un sancochado empobrecido por dirigentes incapaces y una larga fila de aprovechadores para hacer del fútbol una forma de ganarse alguito.

 

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