Los primeros días del año en curso no han llegado con un mensaje de paz y tranquilidad, sobre todo en el campo político. La artillería pesada, encargada de bombardear cualquier posibilidad de tregua, entre los sectores opositores, que permita rectificar errores, desconfianzas mutuas, no ha recibido órdenes para hacer una pausa. La lectura de los artículos de opinión de los medios tradicionales, permite observar que la ofensiva continúa sin descanso. La infantería conformada por improvisados analistas de la realidad nacional, hacen lo suyo, con afirmaciones que no siempre se ajustan a la verdad. La labor de zapa es evidente. La consigna de hundir toda posibilidad de gobernabilidad se cumple con tanto esmero que, inclusive, pretende ignorar lo que coloquialmente se interpreta como pueblo, como sinónimo de quienes son los que menos tienen o no tienen nada para llevar una vida digna propia de todo ser humano. El reclutamiento de estos infantes no para. La asimilación y la leva prosigue, tanto que no falta quien ya adelanta la posibilidad de un nuevo gabinete ministerial, pero con la presencia física y dominante de personas de los grupos de poder económico, los mismos que ya han tenido oportunidad de gobierno y participación partidaria.
Este pasaje de la historia política del país, seguramente, quedará consignado por los escribidores como una etapa cargada de peripecias, donde no faltaron quienes quisieron hacer factible una política de racionalidad y de coexistencia, que sustituyera ese enfrentamiento inútil de derechistas e izquierdistas, ambos fuera de tiempo, espacio y realidad social. Por supuesto que descarto entre esos escribidores al Nobel hispano-peruano y a sus émulos criollos. Pienso más bien en quienes pueden poner al descubierto las razones por las que los sectores extremistas, no aceptan la idea de encontrar el camino de la comprensión, de la equidad, del esfuerzo unitario, en lugar de una guerra que tiene en permanente zozobra la oportunidad de la paz y el desarrollo del Perú como Nación.
La interpretación de lo expresado, seguramente, será muy diversa, acerca de darle importancia a esta nueva actitud. Más todavía cuando en ambos extremos hay quienes se niegan a ver en esa posibilidad, una actitud positiva, más que una astucia destinada a engañar al adversario para dominarlo mejor. Ahora prima la desconfianza, pero en el transcurso del año habrá que ver qué ocurrirá. Este virus, tan grave como la Covid-19, exige una vacunación psicológica, inteligentemente
humana. No hay que esperar muertos en vida, ni cataclismos económicos. La coexistencia es el camino a seguir, si realmente se desea forjar una democracia como forma de vida.