El trato humano que necesitan los refugiados que llegarán al Perú

 

Cientos de miles de personas, hombres, mujeres y niños, claman en estos momento un lugar en donde encontrar refugio. El conflicto armado en Siria y la violencia terrorista del denominado «Estado Islámico» que afecta a millones de habitantes en ese país y en Afganistán, Iraq, Libia entre otros de la misma región, ha dado lugar a la crisis humanitaria más dramática, se puede afirmar, en la nueva historia del mundo de estos tiempos.

El Perú y eso es una buena noticia, ha mostrado su sensibilidad y con nobleza ha abierto sus fronteras para que un grupo de las víctimas de esta dramática situación encuentren el calor y el sentimiento sano de la peruanidad. Francamente alegra que nuestro país se haya sumado a la misma decisión con que lo están haciendo otras naciones de América y de otros continentes.

La labor a la que se ha comprometido nuestro país, sin embargo, es delicada y compleja. Viene ahora el cumplimiento de un compromiso que tiene que ver con la protección, el asentamiento y la sustentabilidad de estos seres humanos. La Cancillería nacional hace recordar que el Perú tiene una antigua y generosa tradición al respecto, además de ser Estado Parte de la Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados y su Protocolo de 1957.

Tal tarea tiene mucho que ver con los problemas somáticos y psicológicos que la violencia ha ocasionado a dichas personas. Es un desafío para los profesionales de la psicología y de la medicina que también llama al deber a las organizaciones de derechos humanos. En la unidad de los hombres de bien está el secreto para combatir esta perversa amenaza para la vida humana.

En ese andar seguramente se tomarán en cuenta otras experiencias. Hace años, Noruega un pequeño territorio europeo, pero de enorme corazón noble, le enseñó a la humanidad, a causa de los terribles efectos de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi que sufrió, desde 1940 a 1945, lo que científicamente se debía de hacer. Personajes realmente sabios como Eitinger y Strom, pusieron al descubierto que los sobrevivientes de los campos de concentración presentaban efectos secundarios somáticos y psicológicos prolongados a causa del stress a que habían sido expuestos. La lectura de un texto redactado por Nils Lavik, profesor y director del equipo psicosocial para los refugiados, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oslo, explicó no hace mucho, que a raíz de la llegada de refugiados de Europa Central y Oriental, durante la postguerra, se logró demostrar que la mayoría de ellos, luego de haber experimentado persecución permanente y exilio, presentaban un mayor riesgo de transtorno mental, especialmente reacciones paranoicas.

Los refugiados, subraya Lavik, no son sólo víctimas de la traumatización. También son emigrantes que han cruzado las fronteras de sus países y varias partes del mundo antes de terminar como un grupo minoritario en los países de reasentamiento. Para un refugiado, los efectos secundarios de la persecución y la violencia se mezclan con los problemas de desarraigamiento de la patria y de adaptación al país que los acoge como grupo minoritario.

He traído a la actualidad la experiencia noruega, más que nada para recomendar que la delicada y compleja labor que hay que cumplir tanto en la protección, asentamiento y sustentabilidad de quienes lleguen a nuestro país, sea asumida con la mayor seriedad. No se trata de dejarlos sobrevivir en arenales u otros lugares inhóspitos, como ya sucedió en gobiernos anteriores. Es mucho más que eso. Hay que comprender su situación poniéndose en el caso de ellos pero, del mismo modo, invocando a las autoridades de Salud que el enfoque profesional de la psicología y la psiquiatría frente al problema del refugiado, debe tratar de integrar el conocimiento de las condiciones post-traumáticas a la experiencia y la investigación sobre emigración, psiquiatría transcultural y grupos minoritarios.

Bien se sabe que la historia de la exposición a la traumatización es única en cada persona. Los efectos secundarios de la violencia y los esfuerzos por superar las consecuencias sólo pueden comprenderse en un contexto individual.La experiencia y la investigación clínicas demuestran que existen síntomas que con frecuencia dominan el cuadro clínico. Por lo tanto hay un conjunto de criterios que deben cumplirse para un diagnóstico de transtorno por stress post-traumático. Indices como la ansiedad, volver a experimentar el trauma, respuesta de alarma, pesadillas, entorpecimiento, apatía, etc., son algunas de las características del problema. Según expertos en la materia, no existe una relación automática entre exposición al stress extremo, presencia de síntomas y función social. La personalidad, las potencialidades del individuo para salir adelante y las circunstancias sociales tienden a modificar los resultados del stress en diferentes formas

En conclusión, si el Perú ha asumido tamaña obligación ante un grupo de refugiados, debe asumirla con seriedad. No basta un plato de comida, también es menester vestido y vivienda. Y sobre todo la recuperación de ese bien preciado, que se llama salud. Hay que honrar el compromiso, si necesidad de buscar el aplauso de nadie.

 

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