El indulto y la tortura

 

El congresista Julio Gagó de Fuerza Popular ha reclamado a Ollanta Humala que se “deje de jugar con las expectativas de Fujimori y ha declarado que “Al presidente le falta grandeza porque no se puede jugar con el indulto a ningún preso”.

Se refería a las declaraciones del señor Humala según las cuales “el tema del indulto a Fujimori no está cerrado”.

Coincido plenamente con Julio Gagó. Es más, creo que mantener a un ser humano en semejante incertidumbre es infligirle un sufrimiento mental innecesario. Es triste. Es vergonzoso. Es un abuso.

Soy un permanente defensor de los derechos humanos, y los defiendo AHORA aunque en este caso el que sufre el abuso sea un exdictador, un terrorista de estado.

El reprobable juego con las expectativas del reo se parece a la figura jurídica que las Naciones Unidas tipificaron como “tortura” en su Declaración contra la Tortura del 9 de diciembre de 1975. A la letra, ese documento dice:
“Para los Fines de esta Declaración, tortura significa todo acto por el cual se inflige intencionadamente un intenso dolor o sufrimiento, físico o mental, por, o a instigación de, un funcionario público, a una persona para fines tales como obtener de ella o de un tercera persona una información o confesión, castigarla por un acto que ha cometido o intimidarla, a ella o a otras personas”.

Según Gagó, las palabras de Humala responden a una “cortina de humo” para distraer a los peruanos de las agendas que le pertenecerían a la primera dama.

Eso no lo suscribo. Es una especulación. Si fuera cierto lo que el legislador afirma, se trataría de un caso incalificable de cobardía moral del mandatario. No hay prueba de eso.

Por mi parte, no creo que el señor Fujimori merezca el indulto. Pero, además, lo que no creo moral, ni digno ni justo ni correcto es que se mantenga a un hombre día tras día entre la angustia y la desesperanza.

Ya en el 2013 ocurrió algo semejante. Se les pidió a los hijos que hicieran la petición y luego de varios meses de declaraciones vagas que dejaban entrever el sí o el no a lo solicitado, o el no y el sí a la vez, el 8 de junio de ese año, el presidente denegó el indulto al hombre que está condenado a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad. Eso es lo que las Naciones Unidas definen como tortura.

Y también constituyen tortura los tratamientos que se da a los otros presos por terrorismo cuando se les confina a regímenes especiales, se les restringen las visitas familiares o se les mantiene indefinidamente en prisión aunque ya hayan cumplido la condena.

Y también es tortura el empujar a la cárcel y perseguir hasta la saciedad a un grupo de ancianos vencidos que se rinden y solicitan amnistía.

Aunque no sea seguidor ni de los unos ni de los otros, creo que unos y otros merecen un tratamiento humano, y no el suplicio. Además, ya han pasado 20 años desde el final de la guerra sucia, y el país debe buscar la reconciliación, no el suplicio.

En respuesta contra el ataque de Sendero Luminoso, Fujimori autorizó y lideró un sinfín de crímenes, torturas y desapariciones. Decenas de pueblos que ni siquiera participaban de la guerra fueron exterminados. Quizás incluso el dictador participó en persona de algunos actos de tortura como aquella vez en que declaró a la prensa que había estado en un avión amenazando a un subversivo con que se le iba a arrojar al espacio. En su torpeza trágica, el dictador reía mientras contaba la historia en su peculiar castellano.

Aun así, no se le debe infligir ningún tipo de tortura. Cuando una autoridad la autoriza o la ejecuta, pierde grandeza y también la pierde el país. Se nos acaba la dignidad, se nos muere la moral. Se nos termina la historia.

 

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