El eslogan dispuesto por el Poder Ejecutivo arrastra un defecto fundamental en comunicación estratégica: no comunica nada verificable ni diferenciable. «A toda máquina» es una expresión coloquial desgastada que significa simplemente «rápido» o «con intensidad», pero no especifica hacia dónde, para qué ni cómo.
Un mensaje gubernamental eficaz requiere anclar expectativas concretas, pero este eslogan es pura retórica vacía que podría aplicarse a cualquier contexto (una campaña deportiva, una promoción comercial, un gobierno de cualquier signo ideológico).
La teoría del posicionamiento estratégico (Ries & Trout) exige diferenciación: ¿qué hace distinto a este Gobierno? La respuesta del eslogan es: nada. Cualquier gobierno puede declararse «en marcha» o «trabajador». La ausencia de contenido programático específico revela que el eslogan es sustituto de política real, no su expresión.
Metáfora mecánica anacrónica y problemática
La imagen de la «máquina» como símbolo de progreso es heredera del imaginario industrial del siglo XIX-XX, culturalmente desfasada en la era digital y ecológicamente problemática cuando el extractivismo maquinista es precisamente parte del problema del desarrollo peruano. La metáfora mecánica sugiere:
Automatismo sin deliberación
Productivismo sin finalidad humana
Velocidad como valor en sí mismo (desprovista de dirección)
Un marketing gubernamental competente utilizaría imaginarios enraizados en la identidad nacional peruana, no metáforas genéricas del capitalismo industrial tardío.
Ministros respaldan eslogan «El Perú a toda Máquina» y dicen no genera gastos al Estado
Imposición vertical vs. construcción de marca participativa
La Resolución Ministerial 366-2025-PCM impone obligatoriamente el eslogan a todas las entidades estatales. Esto contradice toda lógica contemporánea de construcción de marca institucional, que requiere:
Investigación de percepciones ciudadanas
Testeo de mensajes
Construcción participativa de identidad
La imposición vertical evidencia que el eslogan no surge de diagnóstico ciudadano sino de decisión cupular, confirmando su naturaleza propagandística más que comunicacional.
Contradicción performativa con la «austeridad» proclamada
Los ministros niegan gasto adicional, pero toda modificación de identidad visual gubernamental implica costos: rediseño gráfico, actualización de plataformas digitales, capacitación en aplicación de lineamientos, supervisión de implementación. La negación revela deshonestidad comunicacional o incompetencia técnica. Un gobierno que genuinamente priorizara austeridad no implementaría cambios de imagen institucional sino que invertiría recursos en servicios públicos efectivos.
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