André Rieu: crónica de una noche que Lima nunca olvidará

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Durante los últimos años el Estadio Nacional ha sido escenario de legendarios megaconciertos: Oasis, Iron Maiden, The Cure, Paul McCartney han sido las estrellas que han iluminado las noches limeñas. Pero anoche todas las estrellas brillaron en el cielo para iluminar un concierto inolvidable.

Lima vistió de gala y el Estadio Nacional se puso frac. André Rieu y su maravilloso violín Stradivarius de 1732, acompañado de la Johann Strauss Orchestra convirtieron nuestra capital, 480 años después de su fundación, verdaderamente en la Ciudad de los Reyes.

El famoso violinista holandés, nacido en Maastricht hace 65 años, confirmó por qué se ha convertido en el mago que ha hecho popular y atractiva la música culta para millones de personas en todo el planeta.

Nueve de la noche y quince minutos se inicia la fantasía: aparece André Rieu, los integrantes de la Orquesta Johann Strauss, coro, tenores y sopranos internacionales caminando por los pasillos de la platea rumbo al escenario; mientras se escucha el clásico “Seventy-Six Trombones” del musical The Music Man de Meredith Willson; el público sorprendido estalla en algarabía.

Se van intercalando clásicos como “Blaze Away”, la maravillosa composición de Abraham Holzmann, el Waltz Nº 2 de la Jazz Suite Nº 2 de Dmitry Shostakovich, hasta que irrumpen The Platin Tenors con la inolvidable “Volaré” acompañados de un coro impresionante de 20.000 personas que asistieron al estadio.

La romanza “Amor, vida de mi vida” de la zarzuela “Maravilla” envuelve al público en un encanto maravilloso. De pronto las luces se apagan y solo un tenue destello violáceo cae sobre el escenario, una extraña sensación de frío recorre el recinto, la piel de los asistentes se escarapela cuando se inician los compases del acto final de la ópera Turandot, de Giacomo Puccini. Los tres tenores interpretan Nessun Dorma, la máxima expresión del bel canto trae aplausos, lágrimas y ovaciones.

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Se escucha “Sportpalast-Walzer” de Wiener Praterleben, “Bésame Mucho” interpretado por la soprano Laura Engel, el pasodoble “España Cañi” arranca carcajadas del público cuando dos extras dentro de un disfraz de toro persiguen a una dama de la platea que estaba vestida de rojo.

La gente aclama en cada intervalo a André Rieu, quien tiene una química increíble con el público, bromea, conversa y juega con los espectadores, los hace participar del cuento de hadas, ellos lo aclaman y aplauden una y otra vez.

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“The Whitehorse Inn”, la opereta de Ralph Benatzky, es interpretada por tres tenores y tres sopranos. “Wolgalied” de la opereta “Der Zarewitsch” de Franz Lehár nos hace descubrir a Donij van Doorn, la bella soprano holandesa que conquistó al público con su interpretación.

Los “Berlin Comedian Harmonists” suben al escenario y deleitan con “Veronika der Lenz ist”, “Somewhere in this world” y “The Sailor Love”. El “Danubio Azul” hace bailar a todo el estadio, entre las butacas, en los pasillos, en las escaleras, frente al escenario, público, acomodadores, vendedores, vigilantes, todos bailan. De pronto gritos en la tribuna, la platea voltea, un muchacho enamorado de rodillas pide matrimonio a su pareja, el sí de ella arranca aplausos y gritos de los asistentes, quienes siguen bailando. La fiesta es total.

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La gente celebra los valses de Strauss, llora el “Wishing You Were Somehow Here Again” de El Fantasma de la Ópera, se deleita con las melodías de Andrew Lloyd Webber y se estremece con la impresionante y espectacular puesta en escena de “Ode to Joy”.

Ya todos están de pie, suena “Radetzky March”, suena una gaita, suena “La Flor de la Canela”, llega “Libiamo ne’lieti calici”, el dúo más famoso de La Traviata, de Verdi, arma la fiesta en el escenario, los tenores, las soprano, los músicos tocan, cantan y bailan mientras brindan con copas de champagne, algún músico toma de la botella directamente, todo el estadio celebra.

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El éxtasis total llega con “El Cóndor Pasa” en versión de la maravillosa Johann Strauss Orchestra, la más famosa melodía peruana nunca sonó tan hermosa, nunca hizo derramar tantas lágrimas.

Una acuarela brasileña llena de colores el espectáculo, globos, serpentinas en el escenario, violinistas, coristas, vientos y pianista bailan maracas en mano. “Adieu mein kleiner Gardeoffizier”, de la opereta “Die lustigen Weiber von Wien” de Robert Stolz anuncia el final de una noche de ensueño, aplausos, ovaciones, fuegos artificiales, lágrimas de felicidad.

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Un espectáculo completo como el que soñó ofrecer desde los 5 años cuando André inició sus clases de violín en los Conservatorios en Liege, Maastricht y Bruselas. “Creo que tengo la profesión más linda del mundo: hacer música. Nada toca tan profundamente el alma de la gente como la música”, dijo una vez.

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Vaya que se lo tomó en serio: al año realiza 100 conciertos y es visto por un millón de personas. Ha vendido más de 40 millones de cd y dvd y ha ganado más de 400 discos de platino. Su gira está considerada entre las más taquilleras del mundo y lleva 10 años consecutivos en el Top 10 de Billboard.

Por primera vez nuestro primer escenario deportivo albergó un espectáculo con la música orquestada más bella del mundo. Fue un éxito total, estadio lleno, un público que aplaudió, ovacionó de pie y se rindió, cual cuento de hadas, al encanto, ya no del flautista de Hamelin, sino del “Rey del Vals”: el violinista de Maastricht. (Walter Sosa Vivanco)