Otra secuela, otro intento por revivir la magia del pasado. Esta vez, el objetivo es La boda de mi mejor amigo, la comedia romántica de 1997 que protagonizaron Julia Roberts y Dermot Mulroney. A más de 25 años de su estreno, los estudios apuestan nuevamente por la nostalgia en lugar de arriesgarse con ideas originales.
Aunque aún en etapa temprana de desarrollo, el proyecto ya ha generado opiniones divididas. Escrita por Ronny Chieng Song —quien no dirigirá la cinta—, la película busca retomar la historia de Julianne y Michael, dos amigos que pactan casarse si siguen solteros a los 28 años, solo para verse atrapados en un triángulo amoroso que definió el tono de las comedias románticas de los 90.
¿Una secuela necesaria?
Con el éxito de la original, que recaudó 127 millones de dólares en taquilla solo en EE. UU., era cuestión de tiempo antes de que los ejecutivos miraran atrás en busca de nuevas ganancias. Pero la pregunta persiste: ¿realmente el público necesita una continuación de una historia cuyo encanto residía en su final imperfecto y nostálgico?
Más allá del anuncio, no hay confirmación del regreso del elenco original ni claridad sobre el rumbo que tomará la historia. ¿Qué ha sido de Julianne y Michael décadas después? ¿Una reunión forzada o un intento sincero de explorar segundas oportunidades?
Tendencia o agotamiento creativo
Este anuncio se suma a una larga lista de secuelas, reboots y reinterpretaciones que Hollywood ha impulsado en años recientes, apelando al recuerdo más que a la innovación. De hecho, La boda de mi mejor amigo no llega sola: el mismo guionista lanzó este año Materialists, una comedia romántica protagonizada por Dakota Johnson, Chris Evans y Pedro Pascal que también explora fórmulas conocidas con rostros nuevos.
¿Es esto una celebración del género o una muestra del agotamiento creativo en el cine comercial?
Mientras tanto, los fanáticos de la película original se debaten entre la emoción y el temor: ¿es mejor dejar ciertas historias tal como las recordamos?
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