Carlos Henrique Raposo el futbolista más famoso que estafó a medio mundo

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Carlos Henrique Raposo carga sobre su espalda ser el mayor aventurero del fútbol, un estafador que hizo una carrera llena de mentiras para estar en la cresta de la ola. Nunca jugó, pero fue contratado por 10 clubes y nunca disputó un partido completo.

“No sabía jugar ni a las cartas. Tenía un problema con el balón”, recordaba el ex defensor brasileño, campeón de la Copa del Mundo de 1994, Ricardo Rocha, sobre Carlos Henrique Raposo, el jugador que estafó al fútbol con su carrera profesional.

A pesar de ser delantero, no tenía olfato goleador, ni un buen desmarque, ni una puntería maravillosa. Sus buenos contactos, la excelente relación con la prensa y un carisma entrañable, fueron sus armas para triunfar.

Amante de la buena vida, el dinero y la fama, Carlos Henrique Raposo, sabía que una profesión en particular podía cubrir sus expectativas. Él quería ser un futbolista de élite sin tener que transpirar, y así lo hizo.

En 1986, con 23 años, el brasileño comenzó a delinear su camino. Conocedor del ambiente futbolístico, se paseaba por las discotecas en busca de algún plantel profesional. Fue en una de aquellas noches donde dio con Mauricio De Oliveira Anastácio, un icono del Botafogo por aquellos años.

Raposo logró hacer contacto, sacó a relucir su carisma y, entre copas y bromas, lanzó: “¿Crees que puedas meterme en el primer equipo, no como empleado sino como jugador?”.

El atacante carioca se dejó convencer y se transformó en su representante. Había que armar una buena imagen para que los directivos del “Albinegro” no duden de él. Lo primero que se le ocurrió fue el apodo: “De ahora en adelante serás ‘El Káiser’“, el parecido físico con el astro alemán Franz Beckenbauer, fue de gran ayuda.

Posteriormente debieron armar un curriculum, y allí nació la primera mentira de todas las que lo rodean: Carlos Henrique decía haber formado parte del Independiente Campeón de la Copa Libertadores e Intercontinetal de 1984 y con una fotografía podía comprobarlo. Claro, en la imagen aparecía “Carlos Enrique”, el “Loco”, sin H, que nada tenía que ver con él, pero en tiempos donde la tecnología era escasa no lo pudieron comprobar.

Finalmente llegó el día. “El Kaiser” cumplió el sueño de cualquier futbolista profesional latinoamericano: llegar a Europa. En 1990 aterrizó en el Ajaccio francés como una estrella.

Desde su presentación debió utilizar recursos para matizar su poca habilidad con el balón: “El estadio era pequeño, pero estaba lleno de hinchas. Creía que solo entraba a saludar a los simpatizantes, pero había infinidad de balones. Teníamos que entrenar. Se iban a dar cuenta de que era horrible. Empecé a agarrar pelota por pelota y se las pateaba a los hinchas mientras al mismo tiempo saludaba y besaba el escudo de la camiseta”.

“Los aficionados enloquecieron”, mientras que, “los dirigentes se agarraban la cabeza porque los hinchas se llevaron de recuerdo todos los balones. Habré pateado unos cincuenta. No quedó ni uno”, relató.

Como si fuera poco, el brasileño se ganó a la afición gala en sólo 20 minutos de un partido. Apenas ingresó al campo, se hizo el desgarrado y pidió seguir a pesar del dolor por “amor a la camiseta”.

Tras su paso por Francia, retornó a Brasil, donde pasó por el América, Vasco da Gama, Fluminense, Palmeiras y Guaraní hasta que finalmente, con 38 años, optó por retirarse. “Me siento culpable de no haber cumplido con las expectativas de la gente. Mucha gente buena creó expectativas a mi alrededor y nunca obtuvo resultados “, remarcó Carlos Henrique Raposo, quien aseguró: “No me arrepiento de nada. Los clubes engañan mucho a los futbolistas. Alguno tenía que vengarse de ellos”.

Actualmente el hombre de 54 años, que supo compartir equipo con leyendas como Rocha, Gaúcho, Romario, Branco y Bebeto entre otros, dirige un gimnasio y se autodenomina Personal Trainer. En una entrevista reciente a “Four Four Two”, declaró que no se hizo millonario, pero vivió bien durante un tiempo. Veinte años exactamente.

Foto; Internet/medios

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