Un alumno quien estudiaba su primer ciclo en una universidad local tenía 3 meses para realizar un trabajo. Su profesor, con varios libros a cuestas y dilatada experiencia aconsejó realizar el trabajo a lo largo del curso, pues según mencionó se requería tiempo para investigar y dejar madurar el texto. Como acostumbraba desde sus épocas de colegial, el alumno dejó todo para último momento. Pensaba que “siempre habría tiempo”, dejó todo para último momento, evadió la asesoría y faltando 4 días para la entrega dijo al profesor que su tema lo prepararía el fin de semana, pero no se le aceptó.
Una persona se quejaba amargamente en el velorio de su padre de nunca haberle dicho cuánto lo quería. Quiso hacerlo cuando el padre enfermó, pero ya era muy tarde pues estaba inconciente.
¿Cuántas veces hemos dejado las cosas para último momento?. A veces se piensa que puede improvisarse pero para esto hay que estar preparado como escuché decir a mi buen amigo Luis Peirano. No se improvisa algo que no se sabe porque los resultados serán un desastre.
Así como al buen vino hay que dejarlo madurar para que esté en su punto, las cosas deben prepararse con el tiempo suficiente. Es lo mejor tener las cosas listas antes del plazo fijado. A veces nos fijamos en los otros y decimos por qué no hacerlo con la rapidez de otra persona. Dicen que la ignorancia es atrevida pues no pensamos que detrás de ese trabajo hecho en corto plazo hay una gran experiencia que no se adquiere de la noche a la mañana.
Es mejor tener las cosas a tiempo para darles una nueva mirada y reparar en errores o deficiencias que de otro modo no es posible detectar. En la vida personal y en el trabajo, las cosas nunca deben dejarse para último momento ¿No les parece?.