Acabar con la pobreza

 

Cada año Bill y Melinda Gates escriben una o varias cartas en el portal de su fundación. Pocas personas en el mundo tienen acceso a información de calidad como ellos, y también pocas son capaces de influir como ellos en la humanidad. Las cartas que escriben en el 2014 abordan diversos mitos sobre la pobreza. La carta que escribe Melinda se enfrenta a un mito: “salvar vidas contribuye a la superpoblación” (se ve que han sido criticados por eso). La solución es el control de la natalidad. Quiero acabar con la pobreza, pues reduzcamos el número de pobres.

Es curioso el modo como desarrolla su argumento Melinda. Comienza mostrando cómo parece haber una correlación entre índice de natalidad y mortalidad infantil. A mayor número de embarazos por mujer, también mayor número de muertes. Reduzcamos el número de embarazos y disminuye así el de muertes infantiles. Ciertamente es lógico, pero, cabría pensar, ¿es el único modo? Si uno es un poco perspicaz podría cuestionarse, ¿no se estará instrumentalizando un hecho lamentable -la muerte precoz de los niños- para legitimar una práctica cuestionable? -el control de la natalidad-. De hecho, continúa con relatos vivos de cómo algunas mujeres pobres en Etiopía ya han aprendido a usarlos, y de forma natural transmitirán sus bondades a sus coetáneas.

Es una gran simplificación pensar que la posibilidad de acceder indiscriminadamente a los métodos anticonceptivos sea la panacea que contribuya a terminar con la pobreza y salir del subdesarrollo. Hay otros factores que intervienen, algunos culturales, y no se reducen a usar preservativo. Sin embargo, no es raro escuchar quejas de médicos que trabajan en zonas marginadas, de que la posta médica carece de lo más indispensable, pero está suficientemente dotada de anticonceptivos. Hace no mucho leí el relato de uno que se dolía de no haber podido salvar una vida debido a la falta de antibióticos en su centro de salud, relatando que lo único que podía ofrecer al enfermo eran preservativos.

No es broma. Cuatro de los ocho “Objetivos del Milenio” (que debían haberse alcanzado el año pasado), pueden leerse, y de hecho se han interpretado con esta clave. En efecto, promover la igualdad de géneros y la autonomía de la mujer, reducir en dos tercios la mortalidad infantil, reducir en tres cuartos la mortalidad materna y combatir el SIDA, suponen –a ojos de la ONU, y de fundaciones como la arriba mencionada- la difusión masiva de anticonceptivos. Tal parece que estos son la “piedra filosofal” y con ellos superaremos todas nuestras limitaciones, abandonando definitivamente el “tercer mundo”. Así lo reconocía un informe de la ONU en 2005: “la igualdad de géneros y la salud reproductiva son indispensables para la consecución de los Objetivos del Milenio”.

Todos queremos acabar con la pobreza, el subdesarrollo, la mortalidad infantil y materna. Estupendo, la cuestión clave es el cómo, el precio que voy a pagar, lo que voy a recibir a cambio. Para la ONU y fundaciones como la de Bill y Melinda Gates, una parte importante (“piedra angular” le llama un importante documento de la ONU) es la “salud reproductiva”, entendida esta como acceso masivo a los medios anticonceptivos, y también, algo subrepticiamente, al aborto legal y seguro (no olvidemos que, por ejemplo, Microsoft figuraba como uno de los donantes de Planned Parenthood, la multinacional del aborto que además lucra con los fetos abortados). Salud reproductiva que supone también una campaña “educativa” equivalente a “sexualizar” –valga el término- a los niños, iniciándolos precozmente en esta problemática.

“Quiero acabar con la pobreza” para unos significa fundamentalmente repartir preservativos (hay que ser justos, no solo eso, pero sí principalmente). Otros pensamos que el fin no justifica los medios, y que es mala estrategia dar soluciones técnicas a problemas morales. Puede significar otras cosas: reducir gastos, frenar el consumismo, compartir bienes, ofrecer fuentes de trabajo, producir tecnología en países pobres, educar en el respeto a la mujer y la fidelidad conyugal y un largo etcétera. Parece que la primera solución es simplista y quizá tendenciosa: reducir la pobreza –fin laudable- lleva consigo la implantación de una nueva visión del sexo, del hombre, de la familia, y de la moral, lo cual, por lo menos, es cuestionable.

 

Leave a Reply

You must be logged in to post a comment.