Alan todavía canta y baila, aun cuando no como antes

 

Se llama Alan Gabriel Ludwing, así figura en su partida de nacimiento, pero la gente lo conoce simplemente como Alan. La primera vez que llegó a la presidencia de la República, en 1985, tenía escasamente 35 años de edad. Era un mozo impetuoso, que irradiaba simpatía inigualable, que encandilaba con su verbo a las masas ciudadanas. Por si fuera poco cantaba, además, valsecitos criollos a dúo con el recordado «Zambo» Cavero y corridos mexicanos en los que a todo pecho proclamaba «pero, sigo siendo el rey». Tan fue así, que en el 2006, cuando sus opositores habían aumentado notoriamente, hizo suyo nuevamente el bastón de mando presidencial. Tenía 57 años. Ya asomaban en sus sienes las primeras canas, heridas profundas inferidas de contrarios acérrimos, de críticos severos y extremos, algunos con razón, otros sin ella. Todos con el afán de demolerlo moralmente. Olvidando, craso error, que conservaba el brillo de orador sin rivales y también un conocimiento político mayor, arte y ciencia sustentados en los consejos del florentino Nicolás Bernardo de Maquiavelo.

Para entonces había leído y releído los textos del escritor, político y diplomático italiano, que nació el año 1469 y falleció en 1527, dejando como herencia para la posteridad su famosa obra titulada «El Príncipe», donde describe los progresos de un hombre ambicioso, que presenta como modelo de gobernante, en el que el éxito justifica todo. El proceder con astucia y perfidia es doctrina y consejo fundamental. El enemigo en determinado momento puede ser amigo y el amigo, quizás enemigo, depende de las circunstancias. Alan supo leer. Ahora, muy cercano a los 67 años, desea con ferviente anhelo, ser presidente de la República, por tercera vez. Su ego lo exige. El 23 de mayo, los cumplirá y seguramente en el próximo domingo 10 de abril, sabrá si fue acertado seguir al pie de la letra lo expresado en negro sobre blanco, lo dicho por el difunto Maquiavelo.

Que existe experiencia en su persona, nadie lo duda. Que todo el bien que hizo, lo hizo mal y todo el mal que hizo, lo hizo bien, es un tema por discutir. Hay mucho de exageración al respecto. Que articula cada frase, con la misma locuacidad de los años juveniles, es otro tema que hay que poner en agenda. ¿Convence? ¿No convence? Habla, hay que reconocer, con acierto por lo general, de la realidad nacional y de la situación mundial. En lo político, en lo económico, en lo social. El tiempo corre y no se detiene, ni hace distingos de ninguna clase. Alan tiene ahora una visión más amplia de lo que sucede. Igualmente más canas, pero también más mañas y hasta aplomo, se podría afirmar. Aunque ya no el aliento ni los pulmones de otrora, cuando le sobraba oxígeno para vencer distancias y obstáculos de una geografía territorial accidentada. Su estructura corporal, casi 1 metro noventa de altura, sigue imponente y le quedan fuerzas para pararse en el escenario, donde las multitudes lo esperan unos para gritar su nombre, otros para escuchar sus promesas y también, quienes se acercan por simple curiosidad. Pero, valgan verdades ya no es el mismo de antes. Y sin embargo, tiene sus fieles.

¿Se puede afirmar que por el hecho de figurar en el quinto lugar en las encuestas de opinión, detrás de Fujimori, Guzmán, Acuña, PPK, ya está aniquilado como candidato a la presidencia? No hay que confiarse mucho en eso. Téngase en cuenta que entre todos los postulantes es el más conocido, que el 46,9 por ciento de sus seguidores se encuentra en el sector D/E y el 32, 1 por ciento en el sector C, o sea ciudadanía de bajo nivel económico y clase media emergente. Más todavía. Abona a su favor que con 66.2 por ciento, le acompaña el voto masculino, con votantes mayores de 40 años, en un 61,2 por ciento y conserva poder de convocatoria en provincias con 63.0 por ciento y un 54,6 por ciento entre los jefes de hogar. En oposición, Alan no está favorecido en el sector A/B con 21, 0 por ciento, entre las votantes, con 33,8 por ciento, tampoco entre los jóvenes de 18 a 39 años, con 38,8 por ciento, menos en Lima con 38,8 por ciento y de la misma manera, entre las amas de casa, con 16,9 por ciento.

Es evidente que las cifras no tienen viento a favor. Sin embargo ¿es la primera vez que esto le ocurre? En el 2001 perdió, aún cuando llegó a la segunda vuelta. El grupo empresarial que concentra prensa escrita y televisión, no le brinda el apoyo que esperaba, esto pese a sus coqueteos abiertos de los últimos años. Tampoco los que tienen en bóveda billete grande. No le tienen confianza, olvidando que ahora es un neoliberal más. Lleva, del mismo modo, sobre sus espaldas, el escándalo de los indultos a un número considerable de narcotraficantes y señalamientos de corrupción abierta tanto en su primer como segundo gobierno. Y pese a ello, no deja de soñar y accionar con más fuerza en actos públicos. Paciencia, serenidad y confianza, les dice a sus parciales. Alan Gabriel Ludwing, más conocido como Alan García Pérez, es con todo un misterio. Dentro de treinta días, se podrá vaticinar cuál será su futuro.

 

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