La crisis en Alianza Lima es propia de una institución que en su centenaria existencia nunca tuvo sustento formal. Se manejó siempre en el lindero frágil del abandono y la dejadez absoluta para un desarrollo incompleto.
Alianza Lima tiene un estadio propio e instalaciones apropiadas pero encogido en la dimensión de un gran vacío que da la sensación de que a estas alturas debería tener mucho más y ser un modelo de club.
Así, no podrá esperarse mucho de Alianza Lima en cuanto a logros. Las largas pausas para llegar ser campeón refleja el repertorio repetido del conformismo mediocre a falta de objetivos claros.
Las claves del achatado crecimiento aliancista se enumera en primer lugar a la falta de una dirigencia visionaria. Un faltante que siempre se alojó en los muros de Matute ante la desidia y la tarea impuesta de que se hacía bastante con tan solo pintar las paredes para dejar algo para el recuerdo.
Otro aspecto que no se toma en cuenta es la protección del caudal humano. En el Perú no hay un sistema para que hinchas puedan gozar de sus instalaciones. Nada se le ofrece y por lo tanto se considera que ser socio es botar el dinero.
Hay clubes acá en Sudamérica con socios tan numerosos que con sus aportes se sostienen las instituciones. Una norma de la FPF exigía a los clubes profesiones tener cierta cantidad de socios y una infraestructura propia.
Lastimosamente no se cumplen las disposiciones y son pocos los clubes de la órbita profesional que han invertido para tener estadios propios y otros como Sport Boys cuenta solamente con un local institucional y de ese modo no puede ser pretendiente de jugar en el fútbol profesional.
Alianza Lima en cada inicio de temporada se forra de entusiasmo y busca refuerzos para que el hincha se ilusione. Este año fue lo mismo. Con Roberto Mosquera al frente se armó la tropa blanquiazul con jugadores adiestrados para pelear el título.
La realidad es distinta, el equipo naufragó en medio de un mar crispado y como ocurre en estos casos, el entrenador fue decapitado. Un comando técnico parchado buscará acabar el año de la mejor manera. Ya no con la frutilla apetecible de estar en el play off sino frenar la caída libre.
Lo realmente malo es que la lección del fracaso pasará al olvido. Cuanto más rápido se olvide el sinsabor mejor.
En el 2017 seguramente la ilusión volverá a aparecer con renovadas promesas de llegar con el título en el bolsillo a fin de temporada. Ya no es creíble. La directiva tendrá que lavarse la cara para no tropezar con la misma piedra.
Alianza Lima es un club centenario pero de que vale tener los años encima si no respeta las canas de la institución.