América Latina y el Caribe sufrió un calor sin precedentes en 2023 entre otros efectos climáticos

 

El pueblo costero de Scotts Head, Dominica. El informe “El estado del clima en América Latina y el Caribe 2023”, reclama sistemas de alerta temprana sólidos para proteger a los pequeños Estados insulares en desarrollo de la subida del nivel del mar y otros efectos del cambio climático. Imagen: Alison Kentish / IPS

DOMINICA – Desde hace cuatro años, un equipo de científicos y especialistas evalúan anualmente el estado del clima en América Latina y el Caribe. Los resultados revelan tendencias cada vez más alarmantes para la segunda región del mundo más propensa a los desastres.

El último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), publicado el 8 de mayo, confirmó que 2023 fue el año más caluroso jamás registrado. La región atlántica experimentó un rápido aumento del nivel del mar, superando la media mundial y amenazando las costas de varios pequeños Estados insulares en desarrollo. El aumento de las temperaturas afectó gravemente a la agricultura, agravando la inseguridad alimentaria, y a las poblaciones de animales salvajes. Por su parte, las lluvias torrenciales provocaron inundaciones y corrimientos de tierra, con importantes víctimas mortales y pérdidas económicas en toda la región.

“En todos los tipos de variables climáticas y medioambientales se batieron récords durante el año 2023. En cuanto a la cantidad de calor en el océano, el aumento del nivel del mar, la pérdida de hielo en el mar Antártico y el retroceso de los glaciares, América Latina y el Caribe se han visto seriamente afectados por los efectos de El Niño, que por supuesto se suman a los del cambio climático inducido por la presencia humana”, afirmó la profesora Celeste Saulo, secretaria general de la OMM.

El informe destacaba el huracán Otis, de categoría 5, que azotó cerca de Acapulco (México), como uno de los más fuertes registrados en el Pacífico oriental. También subraya los efectos de las lluvias torrenciales, como el corrimiento de tierras, mortal en Sao Sebastiao (Brasil), y señala que el río Negro en el Amazonas alcanzó niveles mínimos históricos, mientras que el bajo nivel de las aguas restringió el tráfico comercial en el Canal de Panamá.

“En 2023, alrededor de 11 millones de personas en la región se vieron afectadas por desastres. La mayoría de ellos fueron desastres relacionados con el clima, con un resultado de más de 20 000 millones de dólares estadounidenses en pérdidas económicas”, declaró en la presentación del informe Paola Albrito, representante especial en funciones del secretario general de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres.

“Desgraciadamente estamos viendo cómo esto se reproduce ahora en Brasil, donde unas inundaciones devastadoras se cobraron casi 100 vidas y dejaron más de 160 000 personas desplazadas hasta la fecha”, recordó.

Albrito dijo en la presentación que, para cumplir sus compromisos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los países deben reducir la carga de los desastres.

“Esto empieza por acelerar la aplicación del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, en consonancia con el Plan de Acción Regional acordado, y actualizado el año pasado”, declaró.

El responsable de Riesgo de Desastres de la ONU pide que se integre la reducción del riesgo de desastres en la financiación del desarrollo para colmar las lagunas de financiación. Actualmente, solo el 1 % de la ayuda oficial al desarrollo en América Latina y el Caribe se destina a la prevención de desastres.

También instó a los países de esta región a aprovechar la oportunidad que ofrece la Iniciativa Alerta Temprana para Todos, del secretario general de las Naciones Unidas, para mejorar los sistemas de alerta multirriesgo, y destacó la importancia de una mayor colaboración en materia de preparación para desastres y gestión de riesgos entre la Unión Europea y organizaciones intergubernamentales de América Latina y el Caribe a fin de mejorar los mecanismos de respuesta y aumentar la resiliencia ante los desastres naturales.

El informe reconoce los progresos realizados en el uso de datos meteorológicos para la vigilancia sanitaria, especialmente en el seguimiento de enfermedades, y lo cita como un “avance hacia estrategias de salud pública más sólidas”. La pandemia de covid-19 puso de relieve la importancia de este ámbito y la necesidad de subsanar las deficiencias en la vigilancia de las enfermedades.

“El cambio climático es una amenaza para la salud mundial que afecta directa e indirectamente a la salud, el bienestar y la equidad en el acceso a la salud. Agrava los problemas de salud pública existentes en las Américas, como la inseguridad alimentaria y del agua, la contaminación del aire y la transmisión de enfermedades transmitidas por vectores”, declaró el doctor Jarba Barbosa, director de la Organización Panamericana de la Salud.

Una de las primeras acciones de Barbosa como director de la OPS (Organización Panamericana de la Salud) fue el relanzamiento de una iniciativa para eliminar más de 30 enfermedades y condiciones de salud de los países de las Américas. También dijo que las condiciones sociales y ambientales contribuyen significativamente a los esfuerzos hacia ese fin, pero el cambio climático sigue desafiando la comprensión de los especialistas sobre la epidemiología de muchas de esas enfermedades.

“Por eso, los Estados miembros han pedido a la OPS que elabore una nueva política para fortalecer la acción del sector salud para responder al cambio climático con equidad. Esto será presentado a nuestros órganos de gobierno en 2024, para que la Región de las Américas pueda contar con sistemas de salud resilientes al clima y bajos en carbono, adoptando un enfoque de justicia climática para aumentar la equidad en salud”, explicó.

En el esfuerzo de colaboración que hay detrás del 4 Informe sobre el Estado del Clima han participado más de 30 servicios meteorológicos e hidrológicos nacionales y centros climáticos regionales, 60 científicos y especialistas y el apoyo de entidades como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y la OPS.

Los socios afirman que el informe es un valioso recurso para mejorar el conocimiento de los riesgos regionales y proporciona puntos de referencia fundamentales para que los países comprendan y aborden mejor los crecientes riesgos climáticos a los que se enfrentan.

 

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