Tras los procesos de paz con las FARC y el ELN, sus antiguos aliados en el narcotráfico colombiano, el Clan Úsuga reactivó los atentados terroristas mediante los paros armados, copiando la «metodología» senderista de la década del 80.
En este reacomodo del narcomperio, los nuevos capos de la transnacional de la droga han puesto su mira en el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro, VRAEM. que, de acuerdo a los expertos internacionales, es el mayor productor mundial de cocaína, tanto en cantidad como en calidad de alcaloides.
La tripe frontera que comparten Perú (Caballococha), Colombia (Leticia) y Brasil (Tabatinga) en el Trapecio Amazónica, es considerada desde hace años como el punto neurálgico del tráfico internacional, especialmente de las narcoavionetas, peligro que fue advertido desde abril del año pasado.
Operación naval Bracolper
Las delegaciones de la Fuerza Naval del Sur de la Armada de Colombia, el Noveno Distrito de la Marina de Brasil y el Comando de Operaciones de la Amazonía y Quinta Zona Naval de la Marina de Guerra del Perú asistieron a una reunión de planificación para la Operación Bracolper Naval 2015 el 27 de abril del 1015 en el Comando de Guardacostas de Leticia.
En esa reunión las Armadas de Brasil, Colombia y Perú acordaron unir esfuerzos en la Operación Bracolper Naval 2015 aprobada en Leticia, una operación militar para combatir los delitos transnacionales que se presentan actualmente en la región amazónica compartida por los tres países.
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“La operación naval está orientada a desarrollar la capacidad de interoperabilidad a través de ejercicios tácticos combinados e incrementar las capacidades de los elementos de la Marina de Brasil, la Armada Nacional de Colombia y la Marina de Guerra del Perú en la lucha contra las organizaciones criminales en la Amazonía”, señaló el Contraalmirante retirado de la Marina de Perú, Juan Rodríguez Kelley.
“El Trapecio Amazónico es una zona apetecida por narcotraficantes asociados a bandas criminales o a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)”, advirtió.
En las últimas décadas, los narcotraficantes han aumentado sus actividades en la zona de la Triple Frontera, a menudo transportando drogas entre países vecinos, pero también dedicándose a otras actividades delictivas en la región, como la minería ilegal, el contrabando de flora y fauna, y la tala ilegal.
“Estas dinámicas fuera del marco constitucional de cada país, son una amenaza general, teniendo en cuenta la estrecha relación entre las poblaciones y las consecuencias que generan”, explicó Rodríguez Kelley.
Por su parte, la Armada de Colombia señaló en su comunicado que Bracolper exhorta a la colaboración militar internacional para combatir estas actividades ilegales exhortando a sus fuerzas navales a cooperar en la lucha contra el crimen organizado en la Triple Frontera.
Esta iniciativa nació en 1974 producto de la hermandad y fraternidad entre Brasil, Colombia y Perú, pero fue hace casi un año en que se aprobó desarrollar la operación Bracolper en tres fases, que incluyen la participación de unidades de tipo cañoneras fluviales, buques tópicos, lanchas de interdicción rápida, helicópteros y batallones de infantería de Marina.
La primera fase se llevò a cabo del 24 al 27 de julio pasado en el área de la Triple Frontera, en tránsito aguas arriba del río Amazonas hacia la ciudad de Iquitos, prosiguiendo en agosto hasta la Triple Frontera, con un ejercicio de control fluvial trinacional, ampliándose a Manaos por los rios Negro y Amazonas.
Durante estos trayectos los buques realizaron ejercicios prácticos de comunicaciones, formaciones, semáforos (sistema de envío de señales mediante banderas en distintas posiciones), transferencia de carga ligera, y reacción rápida, entre otros ejercicios que permitirán potenciar las capacidades operacionales de las embarcaciones.
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Asimismo, se alertó que las organizaciones internacionales de narcotráfico operan en el Trapecio Amazónico para intentar aprovechar dos grandes ríos, el Putumayo y el Marañón, que fluyen desde los valles de producción de coca en Colombia y Perú hacia el océano Atlántico, utilizando barcos de pesca y otras embarcaciones,
Los paros armados
A semejanza de los paros armados de Sendero Luminoso, durante la década del 80, el Clan Úsuga revivió el fantasma del paramilitarismo en Colombia hace dos semanas con los paros armados en 26 municipios de Antioquía, Córdoba y Chocó donde desataron el terror ametrallando a los que se cruzaban en su camino.
Para intentar darse un “estatus “ político, en su objetivo de suplir a las guerrillas de las FARC y el ELNm actualmente en negociaciones para un acuerdo de paz, los capos del Clan Úsuga se definieron como Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), un nombre similar al de los paramilitares desmovilizados a principios de este siglo, que se hacían llamar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
“Las Autodefensas Gaitanistas nos encontramos en el conflicto no por voluntad propia, sino en legítima defensa, ante un Estado incapaz de garantizar la vida y bienes de sus asociados”, aseguraba el comunicado tras coaccionar a la población para que no salga de sus casas ni vaya a sus centros de trabajo a riesgo de perder la vida.
“Somos una organización con dominio territorial, unidad de mando y operaciones militares continuadas a lo largo del tiempo”, señalan en ese documento.
Como era de esperarse, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, después de 48 horas de terror en algunas regiones, insistió que de ninguna manera se le dará tratamiento político al Clan Úsuga.
“Ustedes no son un grupo político, son una banda criminal dedicada al narcotráfico, extorsión e intimidación”, enfatizó Santos, quien anunció una serie de medidas para tratar de combatir a los criminales y lograr la normalización en las zonas afectadas lo antes posible.
De acuerdo a los servicios de inteligencia el Clan Úsuga cuenta con unos 3,000 miembros en todo el país -por los poco menos de 2,000 del ELN- y sus líderes son herederos directos de los grupos paramilitares que existieron en Córdoba, Antioquía y Chocó, tres de las zonas a las que ha afectado este último paro armado.
Su máximo líder es Dairo de Jesús Úsuga, alias Otoniel, al que el Gobierno considera el narcotraficante más buscado del país.
Más de 1.000 hombres participan desde hace un año en la Operación Agamenón para tratar de capturarlo y hace pocos días se apresó a 26 narcotraficantes de esa organización.
La ONG Somos Defensores tiene registrados 15 asesinatos y más de 50 hostigamientos en lo que va del año, mientras que la izquierdista Unión Patriótica (UP), denuncia al menos 30 homicidios por razones políticas en los tres primeros meses del 2016.
Emboscada en el VRAEM
Desde hace varios meses, los remanentes senderistas que operan en el VRAEM virtualmente habían dejado de lado sus arengas de la lucha armada para convertirse, de acuerdo a los informes policiales, en protectores de los narcotraficantes.
Al igual que el Clan Ùsuga, los subversivos también buscan mantener su “estatus político”, pese a que su “proselitismo” se limitaba a unas cuantas pintas, hasta que emboscaron a seis vehículos que se dirigían a custodiar material electoral y brindar seguridad en los locales de votación en Santo Domingo de Acobamba, en la región Junín, zona del Vraem.
La nueva “ estrategia” sediciosa en el VRAEM se realiza cuando coincidentemente el Clan Úsuga declara paros armados y revive los enfrentamientos armados a sangre y fuego en una no declarada nueva Guerra de la Coca, reviviendo una pesadilla de dolor, sangre y muerte mientras se trafican toneladas de cocaína.
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