Consumado y consumido

 

La derrota ante Bolivia en La Paz es la continuidad de nuestro pobre nivel futbolístico, que en verdad no es nada nuevo, sino la ratificación pecaminosa de no saber cuándo tocar fondo.

Caemos y rodamos en la vana espera de ver llegar el día en que al fin la ola llegue y nos saque a la orilla. Que ocurra, se deberá antes procesar lo malo y potenciar lo poco bueno que se rescate.

La selección peruana no sabe ganar y por más que la pelota coquetee el arco rival y no ingrese, será inútil que aceleremos y dejemos el freno de mano para la velocidad que no podemos desarrollar.

La selección peruana en tanto no imite a otras selecciones como Brasil que va al Atahualpa de Quito y golea 3-0 a los ecuatorianos, estaremos casi por aceptar que somos un caso perdido.

No tenemos un Neymar, Messi o Gabriel Jesús que se permite este último hacer un taco y vencer la portería ecuatoriana con la facilidad con que los asistentes a Mistura desabastecen los apetitosos potajes.

Una derrota ante Bolivia en La Paz no puede ocurrir en tanto se sabía de antemano que para arroparse para estar en el mundial venidero la obligación de ganar todo en casa y sacar triunfos de visitante, era la principal tarea.

Esta era la ocasión de obtener tres puntos de oro fuera de casa porque en adelante ni pensar que la selección podría ganar de visita ante Argentina, Paraguay, Chile o Ecuador solo por decir cuatro rivales que no les picar el orgullo en su patio.

Ricardo Gareca tuvo la idea de aceitar el equipo en La Paz con una selección ‘cabeceada’ con jugadores que juegan en altura y otros no tanto. La idea era esa, pero el resultado fue otro. El aspecto táctico se desbarató porque igual se perdió.

Lo que vendrá a continuación no será mejor que las campañas anteriores con Popovic, Maturana, Autuori o Del Solar. Todos empezaron en medio de juegos artificiales y terminaron escondidos en el barril del Chavo.

Ricardo Gareca al finalizar el partido dijo que habría de encontrar la salida rápida a todo esto. Aún ganando a Ecuador, casi nada cambiará. Estamos lejos de las cifras que se debe sumar para siquiera agarrar el repechaje.
Una vez más la triste realidad de sumar 34 años sin ir a un mundial no es una buena terapia para los hinchas, enfermos necesitados de un acomodo pasional que los saque del estado de shock por el que atraviesan.

Neymar y Messi han cambiado de look, son gringos ahora, pero es lo de menos porque el cambio no afecta ni disminuyen la capacidad de hacer goles. Y vean que anotaron, para sacarnos más ronchas de una alergia que no tiene remedio.

Al menos, no hay la pócima curativa para que todo este menjunje de selección que tenemos, procure que sus futbolistas se confiesen de sus pecados y toquen fondo. Necesitamos saber cuándo pagaremos las deudas de resultados que no llegan.

 

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