Le atribuyen a Picasso haber dicho que los buenos artistas copian mientras que los grandes, roban.
Este alarde de humorismo cínico viene al caso en el asunto espinoso del plagio, con el que ha tenido que lidiar la humanidad tal vez desde siempre ¿Pelearían los artistas en las cavernas porque uno copió el dibujo del otro?
No lo sabremos, pero sí sabemos que en el siglo IV a.C., Esopo escribió la fábula de la corneja desplumada, en la cual, para aparentar la hermosura de que carecía, esta pájara recogió secretamente las plumas más bellas (de otras aves) y se engalanó para comparecer ante Zeus a fin de ganar un concurso.
Fue descubierta por las rivales y despojada de las plumas robadas, con lo que la corneja del cuento quedó mal parada. Moraleja: No trates de usar atributos de otros para triunfar.
A fin de dar crédito a la fuente como se debe, aclaro que todos los datos anteriores pueden ser consultados en Wikipedia, esa gran enciclopedia colaborativa que ha facilitado incontables plagios estudiantiles.
Somos copiones los Homo sapiens, por lo que vemos a diario. Nos lo puede confirmar o desmentir otra de las fuentes consultadas, un libro de Jorge Luis Borges.
Es una obra que escribió en 1982 titulada «Francisco de Quevedo, Antología poética”, publicada por Alianza Editorial.
Allí Borges presenta una selección del gran poeta barroco además de ser también autor del prólogo (uno de los muy famosos prólogos de Borges, de los cuales hay una edición especial).
En este texto Borges se lamentaba de que nuestro siglo haya perdido el arte de la lectura: “Hasta el siglo dieciocho (…) quienes leían un texto recordaban otro texto invisible, la sentencia clásica o bíblica que había sido su fuente…”.
Para ilustrar la idea, en la obra citada Borges elige algunos versos de Quevedo y al lado, escribe la frase clásica en la que se inspiran. Citaremos solo uno:
“Polvo serán, mas polvo enamorado” y Borges comenta a renglón seguido que la intención de Quevedo era que “quien leyere, pudiese recordar a Propercio” en: Ut meus oblitopulvis amore jacet.
Vale la pena mencionar que este verso es el final del poema de Francisco de Quevedo que empieza:
“Cerrar podrá mis ojos la postrera/ sombra que me llevare el blanco día (…)
Y termina:
Su cuerpo dejará, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido:/
polvo serán, mas polvo enamorado”.
No lo llama plagio. Al contrario, Borges sostiene que”nuestro tiempo, devoto de la ignorante superstición de la originalidad, es incapaz de leer así”.
(Sexto Propercio fue un poeta lírico latino nacido en Asis, Umbria, Italia en el 47 aC.y fallecido en 15 aC.)
Ya vimos que Borges no estaba obsesionado con el tema del plagio, al menos no con que alguien tomara una línea clásica y, traducida, sirviera de base para una nueva creación.
Desde el siglo XIX se legisló sobre los derechos de autor y el plagio pasó a ser considerado delito. El diccionario lo describe como “Copiar en lo esencial obras ajenas, dándolas como propias. Infracción al derecho de autor”.
Últimamente ha dado mucho que hablar el plagio en el Perú. Justo en estos días están lloviendo las críticas sobre un personaje de alto perfil, por publicar bajo su nombre unos textos que eran de otros personajes, de más alto perfil todavía.
Una búsqueda rápida en Internet arroja miles de resultados sobre casos de plagio. Los hay en música, caso de George Harrison y una lista larguísima de bandas famosas que han estado inmersas en demandas.
En Europa hubo casos sonados de plagio en tesis de doctorado y por ello, se vieron forzados a renunciar varios ministros y otros altos funcionarios de diferentes gobiernos.
El cine parece ser la meca del plagio. A juzgar por lo que aparece en la página etcétera.com.mx: “Sin romanticismos de por medio, el séptimo arte es el registro de 24 cuadros por saqueo”.
Para concluir, es apropiada una cita de Einstein publicada por el sitio academia.edu: “El secreto de la creatividad es saber cómo ocultas tus fuentes”.
¿Lo diría Einstein realmente? Por ahora nos quedaremos con la duda.