Cuando la moda sí incomoda

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Se ha vuelto frecuente lanzar ataques contra personajes de la política, mujeres sobre todo, bajo el pretexto de criticar su modo de vestir.

Sin pretender jugar con las palabras, está de moda utilizar a la moda como argumento de invalidación.

Ocurrió con Hillary Clinton en especial cuando era primera dama y después Secretaria de Estado, y desde hace poco es frecuente en la política peruana.

Mujer que destaca más allá de los que otros quisieran, sus detractores(as) dirán que va mal vestida.

Es como convertir en alfombra roja cualquier acto, oficial o no, que involucre a personajes de la vida la política. Es allí cuando se enciende la luz roja en las redes sociales y hasta la televisión ha copiado esa tendencia.

Ahora hasta tienen programas de fashion police que no están referidos al mundillo del espectáculo, su entorno natural.

Esta situación constituye motivo para ocuparnos del tema de la moda ahora que se ha colado en la política.

Lo principal es que se trata de un asunto cultural más que de estética, porque el vestuario interpreta y refleja el modo de ser tanto de las personas como de las sociedades.

Como homo sapiens que somos nos expresamos a través del lenguaje, y uno de los lenguajes es la vestimenta.

Los antropólogos explican la diferencia que hay entre lo que es utilitario o técnico y lo ritual, o también entre lo profano y lo sagrado (o mágico), en todas las culturas.

Cubrirse es indispensable por varios motivos; en cambio, cómo elegimos, vestirnos es una declaración de identidad, casi como si lleváramos un cartel para proclamar quién pensamos que somos.

No olvidemos que nuestra especie, surgida en las sabanas de África, usó desde el comienzo adornos de hueso, madera, conchas y cuanto material servía como adorno para ofrecer una versión más pulida de cada uno.

No eran actos necesarios para la supervivencia, no era un asunto técnico; era simbólico o mágico, tal vez indicaba estatus, linaje, aspiraciones, tal vez creencias.

La individualidad en el vestir es, entonces, consustancial a nuestra especie.

Para situar esa idea en la época actual, tomamos como referente a Iris Apfel, una neoyorquina que es abanderada del individualismo y del derecho a la elección sin tener que seguir regulaciones arbitrarias.

Iris Apfel es una celebridad del diseño interior que redecoró la Casa Blanca para nueve presidentes, y debutó en el mundo de la moda a los 84 años, con una exposición exitosa en el Museo Metropolitano de Nueva York.

Ahora tiene 93 años, luce su figura vestida de modo ecléctico, con una mezcla de ropa costosa y hallazgos de mercadillos de pulgas. Sus accesorios, espectaculares.

A quien le pide consejo, le recomienda vestirse del modo como uno se sienta bien. “Si funciona para ti, no agonices, sé feliz”.

Esta es una mirada al tema, pero hay otras, sobre todo una que parece contradecir la tendencia individualista.

Se trata del éxito universal de una prenda de vestir nacida para el trabajo rudo y que hoy usan pobres y ricos en el todo el planeta. Es el pantalón vaquero conocido popularmente como “blue jean”.

Creado por Jacob Davis y Levi Strauss en 1873 en los Estados Unidos, se volvió uniforme de trabajo para los cowboys, acompañó la fiebre del oro y poco a poco escaló hasta llegar a las pasarelas de moda.

Fue el cine de los años 50 el disparador de su prestigio, y los adolescentes bautizaron como “jean” al hasta entonces conocido como overol.

La escritora de modas Kathya Foreman declaró a la BBC que esta prenda pese a sus variaciones, nunca se aleja de la esencia del original, y aunque hay tantos modelos y ya no son todos azules, en el fondo es el mismo del siglo XIX.

Hoy se fabrican unos 5 mil millones de jeans en el mundo, y la producción va en aumento.

Esta adicción parece contradecir la idea de que la elección de ropa es una forma de ser diferentes, cuando todos,o casi todos, tenemos predilección por esta prenda estandarizada.

En verdad hay gran variedad, los más caros son desteñidos y rotosos; hay jeans sueltos, ceñidos, de distintos cortes y tonalidades, versiones masculina y femenina y son la prenda favorita de varias generaciones.

Todo esto nos dice que en cuestión de gustos no hay mandatos que valgan.

Y en los asuntos públicos, quienes ejercen cargos suelen llevar la vestimenta clásica formal mientras otros prefieren innovar, lo han hecho algunos presidentes latinoamericanos y el mundo no dejó de girar porque alguien decidió no usar corbata.

 

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