Detergente para nuestra televisión

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Vamos a hacer un ejercicio práctico, creyéndonos como “mansos corderitos” ese viejo y malgastado ofrecimiento de los canales de televisión peruanos que dicen luchar por una “TV blanca”, por limpiar la pantalla, optimizar los programas que forman parte de su prime time y encabezan su parrilla televisiva.

Ya que tanto hablan de la “televisión blanca”, desde una perspectiva general (lo dicen las encuestas y manifestaciones colectivas) parece que esa citada blancura anda bien percudida, igualita que la ropa sucia que observamos en los comerciales. Entonces, ¿qué detergente será bueno usar para limpiar esta inmundicia?.

Desde esta columna vamos a proponer los ingredientes ideales para ir fabricando un detergente que vaya “eliminando” esas manchas indeseables que son una vergüenza nacional, pues con la globalización de la televisión ya no se puede hablar de TV que sólo vemos en el Perú. Nuestras “porquerías” las ven en otros lares, y a veces hasta las exportan: caso Laura Bozzo.

Un primer ingrediente debe ser la información veraz y sin tintes faranduleros. No entiendo espacios como La noticia rebelde de Beto Ortiz donde se pretende juntar entrevistas y denuncias políticas (un asunto de evidente agenda, estando a escasos meses de las elecciones presidenciales y parlamentarias) con bromas desatinadas y distractoras, además de intervenciones de figurettis que no tienen nada que ver con el tema. Eso se llama desinformación.

Es imprescindible “esconderles los índices de rating” a todos aquellos obsesos que no pueden aguantar un bajón de sintonía. Gisela Valcárcel inicia cada ciclo televisivo (de los muchos que ya acumula) con el famoso discurso de la “televisión blanca”. Sin embargo, termina cediendo al escandalete barato al no encabezar la competencia. Tantos años y tan poca paciencia.

Darles pantalla a proyectos que gozan de amplias simpatías en la televisión por cable y la estatal, espacios turísticos, gastronómicos, de cine, teatro, costumbres peruanas. Sin presionarlos o “modificarlos” para sumar altas sintonías. Lo mismo con programas de sana conversación como son 3G o Wantan Nigth, sin las payasadas de un “pesado” como Carlos Galdós.

Retomar los concursos de cultura. Bruno Pinasco demostró con Sabes más que un niño de primaria la vigencia de estos shows. Reemplacen con ellos a los criticados realitys de Esto es guerra o Combate, que ya resultan incómodos incluso para los canales monopólicos, que han demostrado falta de muñeca para controlar a sus “estrellas”.

Finalmente, los programas de espectáculos. Una cosa es mostrar noticias (por más frívolas que estás sean) y otra que los conductores se vuelvan protagonistas del escándalo, poniéndose boca a boca con los invitados, siguiendo el nefasto ejemplo de Magaly Medina y sus entrevistas “compradas” o su amistad con el ridículo de “Peluchín” (un NN que ella misma catapultó a la fama).

Los primeros que tendrían que “remojarse las manos” y hacer uso de este detergente son los broadcasters, responsables directos de la podredumbre de nuestra televisión. Ya es hora que ellos mismos regularicen sus contenidos, y ojo que no hablamos de mordazas a la prensa. Esas que el poder del monopolio mediático les permite usar a mansalva.

 

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