¡Échate a la cama!

 

No se trata de una bravata de alcoba, ni mucho menos. El título presente, reinventa un viejísimo proverbio castizo, que alude al posible auxilio que debemos esperar  de familiares o amigos, “cuando la suerte que es grella”, como cantaban nuestros viejos en el dolido “Yira-Yira”(gira-gira, en lunfardo), que inmortalizó el “Morocho del Abasto”, mientras “cafichaba” los  musicales poemas de un guitarrista brasileño anclado en Buenos Aires, demostrando al mundo que ni en el “caficheo” del talento, ni en la ingratitud humana, puede haber y nunca ha habido “nada nuevo bajo el sol”.

Y tampoco vale quejarse, ya que es llanto inútil y en todo caso, el quejoso, podría resultar recabando un “yo te lo dije… y tú no me hiciste caso”, -frase equivalente al calificativo implícito de “eres un imbécil”, que se sumará a la desventura, ya que consejeros sobran en el mundo, incluyendo a los no solicitados, como mi colega  “Piolín” que se siente capaz de aconsejar hasta a Einstein en el cuento de “la relatividad”, por ejemplo, y por encima del Premio Nobel y el cartel de genio que solía gastar el buen Albert, distrayendo sus  meditados ocios, mientras rasgaba lamentablemente el violín, acompañando a los niños cantores de su barrio.

Una de las lecciones que nos legará la presente pandemia “Made in China”, habrá de ser, el orgullo de haber desplegado todas nuestras “dormidas” habilidades, “cuando rajés los tamangos, buscando ese mango que te haga morfar” en vez de acudir, a elusivos parientes, olvidadizos amigos, o seguir las “ideotas” del buen Vizcarra que –aquí entre nos- hace lo que puede y ya le tomó susto al sillón presidencial. Lo felicito por su reciente muestra de inteligencia, al aclarar que no será candidato a nada, en cuanto entregue la banda.

Como decía un extinto -sabio- exsenador: En el Perú, en cuanto destacas en política, te acusan de ladrón, o  marica. Yo, nunca quise que me llamaran ladrón – dijo- Y así fue, pues. «Ladrón» nunca le dijeron.

Pero yendo ya, a lo nuestro -en lo que soy asaz diestro- antes que me caiga el huayco, yo he empezado a componer cumbias juguetonas y voy a requerir a mi compadre “Pepe” Villalobos, a fin de musicalizarlas, quizás convirtiéndolas en festejo “chinchiví”,  o lo que caiga, ya que como decimos los aliancistas, “en tiempos de guerra… cualquier hueco, es trinchera”, en materia de parientes, sólo puedo contar con mi actual esposa , algunos de mis hijos y, en cuanto a “amigos”, bien puedo decir  tal como me confesó llorando  el gran boxer ciego “Alex Relly”: “Ya perdí la fe” Y lo decía él, que en Buenos Aires, gastó fortunas halagando rubias, -firmes y de las otras-, en sus noches de gloria pugilística y terminó vendiendo sus fotos de aquellos tiempos, a cambio de unas cuantas monedas, en el Parque Universitario.

Cuando la presente hecatombe se haya ido (si alguna vez se va del todo), de nuestras playas, vamos a tener una nube de doctores manejando taxi motos, antiguos comerciantes convertidos en “ambulantes”, e incluso chicas  ex “alegres” debutando como “presentadoras de amiguitas”, o “alquilonas de local, para citas pasajeras”, porque así es la vida, mi estimado, conforme puede averiguarse, leyendo la real historia de los ejércitos napoleónicos derrotados, que se comieron sus briosas cabalgaduras, tras beber su equina sangre, o los sitiados de Stalingrado que un mal día, devoraron a sus niños. Desde ahorita mismo, vayamos ensayando el sentir de Don Quijote, cuando advirtiendo  a su escudero, sentenció: “Cosas veredes, Sancho”. Y lo demás, es literatura. El ser humano, siempre fue, un ente peligroso. Sobre todo, cuando siente hambre. “No esperés nunca una ayuda/ni una mano/ ni un favor”… (Del ya citado tango).

 

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