Pienso que para todos lo que asistimos a “La Marcha por la Vida 2016” el espectáculo fue a la par impactante y esperanzador. La cantidad de gente, sobre todo jóvenes, mayormente mujeres (que en este delicado tema están particularmente implicadas) era apabullante. La alegría, el ambiente festivo, el entusiasmo que brotaba por los poros de la gente contribuyeron a crear una atmósfera mágica, máxime cuando la naturaleza puso de su parte, regalándonos un atardecer espectacular, enmarcado por la festiva muchedumbre y el sonoro requiebro de las olas del mar. El momento fue maravilloso e inolvidable.
Hay que ser realistas. Es un momento puntual, y por decirlo así, frágil. Tristemente, con frecuencia, la sociedad se encuentra secuestrada por minorías muy poderosas e influyentes que dogmáticamente imponen sus puntos de vista, pontificando que son los correctos y civilizados, y si a la inmensa mayoría de la población no le parece, peor para ellos. Los políticos suelen tener más miedo de esos fuertes grupos de presión que de la muchedumbre a la que se supone representan. El espectáculo de las marchas francesas en pro de la familia, olímpicamente ignoradas por el poder establecido, es emblemático en este sentido. Es decir, 750 mil personas sin lugar a dudas representan un triunfo, pero es sólo una batalla, no la guerra, y se trata de una carrera de fondo, donde es preciso ser constante y mantener la iniciativa, no esperar a que la tomen los heraldos de la muerte.
La marcha, como todo, es mejorable. En ella se veían grupos de jóvenes, grupos folklóricos, movimientos parroquiales y evangélicos. Parecía, sin embargo, que el móvil fundamental para defender la vida es religioso. Es verdad, pero no toda la verdad. La religión es un potente catalizador moral, pero la causa por la que defendemos la vida no es principalmente religiosa (en ese caso, alguien con otra religión o sin ella podría legítimamente oponerse a ella). Por el contrario, se trata de una opción ética, antropológica, es resultado del respeto debido a cada individuo de la especie humana, no fruto de un mandamiento religioso. Esto último no quedó suficientemente claro en la marcha; parecería que está mal abortar porque lo dice la Biblia, y esa no es la razón fundamental.
Otra mejora importante podría ser no mezclar temas. La marcha era “por la vida”, no “por la familia”. Los dos temas están estrechamente emparentados, es cierto, pero no son lo mismo. Principalmente los grupos evangélicos que participaron (hasta donde que pude ver) mezclaban ambos rubros, y a veces insistían con más fuerza o con mensajes agresivos en contra de la unión civil. No es que esté a favor de la unión civil, es que ese no era el motivo que aglutinaba tanta gente, y podría haber personas que estando a favor de la vida quieran ampliar el concepto de familia. Además, por el modo de plantearlo, algunas personas homosexuales podrían haberse sentido incómodas, y si a porcentajes nos atenemos, y un 2 % tiene esta inclinación, pues quizá habría unas 15 mil personas con esta tendencia en la marcha, que podrían sentirse incómodas. De hecho, habría sido deseable e inclusivo que algún grupo de homosexuales “marcharan por la vida”, así como en Francia lo hicieron “por la familia”. Se puede ser homosexual y estar a favor de la vida.
Lo que si resultó claro es que la marcha inquietó a los abortistas. Las reacciones que tuvieron en las redes rayan en lo patético. Por ejemplo circuló una tendenciosa noticia donde se afirmaba equivocamente que la “ONU reconoce el aborto como un derecho humano”. Lo cual es simplemente falso. Modificar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la de los Derechos Civiles y Políticos, y la de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales supone un proceso muy largo, y finalmente no son vinculantes. El Pacto de San José (Convención Americana de Derechos Humanos) en su artículo 4 habla del derecho a la vida desde su concepción. Más patéticos fueron los “memes” que hicieron, que además de pocos “likes” eran falsos: un pobre del que huyen la Iglesia y los que defienden la vida. Cabe preguntar, ¿quiénes atienden a los más pobres de los pobres?, ¿los abortistas?, ¿los librepensadores? No, las Hermanas de la Caridad. El otro era peor: una embarazada con un “feto gay”, preguntando si “¿la Iglesia lo defendería?”. Pues por supuesto que sí, también defiende el derecho a nacer de los abortistas… En fin, se respira nerviosismo en sus filas…