Lo ocurrido con Julio Guzmán y César Acuña se veía venir. El primero, debutante en estas lides, terminó siendo candidato presidencial, pero sin respetar las normas que rigen la vida de las organizaciones políticas. El segundo, haciendo uso y abuso del poder económico que posee, olvidando la prohibición legal respectiva, cometió la torpeza de obsequiar dinero en plena campaña electoral, evidentemente para obtener votos a su favor. El resultado estaba cantado: han sido excluídos del actual proceso. El primero anuncia que presentará un recurso extraordinario para que el mismo ente que lo ha sentenciado cambie de opinión. Creo que es una pérdida de tiempo. Lo único que le queda es el derecho al pataleo. El segundo, más dolido que aparentemente sereno, ha aceptado la resolución. Pero como tiene «plata como cancha» seguirá en la lid, apoyando a sus candidatos al Congreso de la República. Sabe que ello le significará la obtención aunque sea de una pequeña cuota de poder. Y con ese bien preciado participar de los enjuagues tan propios de nuestra política criolla.
Decíamos hace poco que en este mundo lleno de pecadores, donde nada es verdad y nada es mentira, hay sorpresas que alegran a unos y ponen tristes a otros. Lo acontecido con el vivaz Julio Guzmán y el también avispado César Acuña, lo demuestra. En la fila de quienes ahora sonríen hay varios, en la creencia que la salida de esos candidatos de la competencia, les será beneficioso. Pero igualmente hay rostros acongojados. No entre los postulantes a llegar a la Casa de Pizarro, sino más bien entre los electores que veían en ellos a los personajes que encarnaban sus sueños.
El primero era visible el hombre de las preferencias en un amplio sector de la ciudadanía joven. El segundo era visto como una suerte de mesías provinciano, que ostentaba la aureola de haberle hecho pisar, más de una vez, el polvo de la derrota a los seguidores del extinto Haya de la Torre, en el otrora «sólido norte». Pero en este rubro aparece ahora un tercer grupo. Me refiero a otros candidatos presidenciales que según se quiera interpretar, los podemos ubicar como los preocupados. Ni alegres ni tristes. Saben que cuelga sobre sus cabezas una suerte de espada de Damócles, porque igualmente están en pecado. Es el caso de Keiko Fujimori que maneja recursos financieros en abundancia y que bien apoyada -qué casualidad- por una organización denominada Proyecto «K» ha venido obsequiando a manos llenas una serie de dádivas a quienes les buscaban para ofrecerles sus votos. Asimismo, en el mismo plano se encuentra la coalición Apra-Popular Cristiano, que participa bajo el slogan de Alianza Popular. Existen denuncias que revelan que el acuerdo de tal convivencia política de parte de los «cristianos» no se hizo siguiendo las normas electorales. En pocas palabras no han sido santas. Y así hay otros hechos que saben a irregularidad, como lo sucedido con el candidato del partido de Nadine Heredia, el mismo que a decir verdad, debe estar rezando para que lo saquen de la actual encrucijada, porque sus posibilidades de llegar a la presidencia, son más que remotas. Me pregunto y como yo muchos otros ciudadanos de a pie, ¿actuará con el mismo rasero el Jurado Nacional de Elecciones, comenzando por el Jurado Electoral Especial de Lima? Hay quienes esperan que sí.
Quizás valga la pena hablar un poco más de Nadine Heredia, nada menos que presidenta del Partido, dicen que «nacionalista». Ha desaparecido del escenario político. No le dice ni pío a su candidato y, por supuesto, tampoco aporta con ayuda física, sobre todo con eso que se conoce como el vil metal. Las consecuencias saltan a la vista, Daniel Urresti, no se puede negar un sujeto más con calle barrial que con cancha política, da pena. Por si fuera poco, la presidenta de su agrupación ha deslizado la innoble actitud de mostrar sus preferencias por Julio Guzmán, ahora desaforado y que hace que la gente diga que Nadine ha perdido soga y cabra. Pero ella no es la única, entre quienes han gozado de los privilegios palaciegos, que le dan la espalda al candidato en mención. En broma de pésimo gusto, el aún congresista Fredy Otárola, ha dicho que apoyarán a Urresti cuando pase a la segunda vuelta, cuando todo el mundo observa, a través de las encuestas, que figura a la cola de quienes corren en procura del bastón presidencial.
A propósito de escrutinios de opinión pública. Faltan pocas semanas y el suspenso por saber a ciencia cierta quién se pondrá sobre el pecho la ansiada banda bicolor presidencial ha ingresado a su mejor momento. Lo único que se puede afirmar es que ninguno de los candidatos ganará en primera vuelta. Al menos eso se deduce del resultado de la labor de quienes buscan el parecer de las masas ciudadanas. De tales escrutinios, en la medida en que les otorgamos la credibilidad del caso y nos negamos a pensar que se encuentren aceitados con billetes de alta denominación, como ha sugerido uno de los pretendientes a sentarse en el sillón de la primera magistratura, quizá porque como el cangrejo marcha atrás en las preferencias ciudadanas, se advierte que los electores, en su inmensa mayoría personas de reciente data en edad de elegir y ser elegido, se inclinan a favor de postulantes que son nuevos en estas lides o no se encuentran muy trajinados.
Allí teníamos entre los casos más referenciales de rostros debutantes el de Julio Guzmán, quien se empinaba de enero a febrero en porcentajes cercanos al 17 por ciento, con una preferencia aún mayor en las provincias del interior en comparación a todos sus contendientes. Hoy por hoy ya no contamos con él. Le han sacado tarjeta roja. Pero queda Alfredo Barnechea, el mismo que de contar con menos de 1 por ciento en las proyecciones de enero ha escalado a más de 5 por ciento, cifra muy significativa si se tiene en consideración que al cerrar el año pasado formaba parte del grupo de los no habidos. Y qué decir de la carismática y bien hablada Verónica Mendoza, quien sin recursos financieros ni respaldada por los grupos de poder que son los que realmente manejan entre sombras la vida del país como hacienda propia, ha levantado vuelo en estos dos últimos meses, al punto de acercarse al 4 por ciento de las simpatías populares. Es posible que estos dos, más que otros candidatos, reciban el endose de votos que se perderán ante la salida del postulante de la camiseta morada y de su par, el de la «plata como cancha». ¿Por qué? Barnechea no es joven, ni nuevo. Tiene su pasado, pero en las redes se advierte que cae bien a la juventud. Verónica, por su lado, marca la diferencia con sus rivales. Viene recibiendo adhesiones de quienes, sobre todo, no están contentos ni felices con el sistema económico que favorece a los ricos y en nada a los pobres.
A diferencia de los anteriores, no son muchos los que hacen fila entre los no muy trajinados. En el escalón primero se luce el rostro casi siempre sonriente de Keiko Fujimori, pero que ahora a raíz de los financiamientos de su campaña -no debe olvidarse que su padre se hizo multimillonario con actos cargados de corrupción- ya no está muy alegre que se diga. Más atrás nos encontramos con el veterano e indudable conocedor de los complejos vericuetos de la economía mundial, Pedro Pablo Kuczynski. Aquí no tiene lugar el cajamarquino, residentado en Trujillo, quien antes de recibir la tarjeta que le obliga a salir de la competencia, en realidad ya estaba muy bajo en adhesión ciudadana. Había caído estrepitosamente luego de los escándalos protagonizados por la supuesta titularidad en títulos y grados académicos y autoría de libros.
A estas alturas los vaticinios no son favorables para los candidatos Alan García y Alejandro Toledo. Siguiendo la ruta marcada por las encuestas se aprecia que el hombre, otrora del verbo florido y del porte avasallador, ya fue. Es un recuerdo del ayer y punto. La situación es peor para el «cholo sagrado» como acostumbra llamarle su esposa, la belga Eliane Karp. Ha bajado a tal extremo que corre peligro de desaparecer del escenario. Un trago amargo evidentemente para el susodicho.
Hay que aclarar que todavía la ciudadanía no ha dicho su última palabra. Hay más del 38 por ciento del electorado que aún no decide su voto. Y que el flujo y reflujo se mueve en porcentajes significativos. El nivel de seguridad de quienes no han decidido su voto y de quienes han decidido pero puede cambiar, se parece al juego del sube y baja. Eso sin contar lo que sucede con un 8,4 por ciento que afirma que votará en blanco o viciado y el 12,4 por ciento que no sabe o no precisa a quién apoyará.
Lo anterior nos dice que vendrán más sorpresas y el suspenso llegará a niveles que hará que muchos permanezcan con los pelos en punta. No precisamente a causa de gel alguno. Lo que ha ocurrido con Guzmán y su camiseta morada es de antología. El muchacho ha jugado sus últimas posibilidades de seguir en carrera frente a las observaciones, léase tachas, de los organismos que manejan el proceso electoral por no haber cumplido con las reglas de juego estipuladas para su nominación como candidato presidencial. Barnechea tampoco puede pensar que tiene por delante un camino de rosas. Tiempo atrás tuvo cercanías con la dictadura militar del felón Morales Bermúdez, luego fue diputado aprista y casi candidato del partido de los pañuelos blancos a la alcaldía de Lima. Ahora es el líder de Acción Popular, partido que a diferencia de épocas muy pasadas, pasaba el trance de no tener un candidato a la alturas de las actuales circunstancias. Verónica Mendoza, no las tiene todas consigo. Además de la ausencia de dinero para una campaña tan costosa, se suman algunas adhesiones internacionales poco recomendables. El tuit del español Pablo Iglesias, quien acaba de expresar su identidad con un etarra, se dice que tan sangriento como Abimael Guzmán, afirmando que fue «preso por sus ideas políticas», es una muestra que a lo mejor aprovecharán quienes temen que siga creciendo en las preferencias ciudadanas.
Queda hablar de Keiko Fujimori, no tanto por el hecho de haber sido la primera dama de un personaje tan corrupto como fue su padre, sino porque también utiliza y domina sus mañas. La repartija de artefactos electrodomésticos y canastas de víveres, entre los más pobres de Lima y provincias, que pone a su disposición una millonaria institución que curiosamente lleva el símbolo de la «K», demuestra que posee la misma catadura moral. Esto explica porqué cuenta con tan alto porcentaje de adhesión en los estamentos D/E constituidos por la gente más necesitada del electorado. Si agregamos a ello el juego de su hermano Kenji, quien anda regalando pollos a la brasa en la vía pública, podríamos llegar a la conclusión que hay mucho de mafioso en el accionar de su campaña. ¿El Jurado Electoral dará la razón a quienes han planteado la tacha contra esta candidata? Esperemos lo que vendrá después.
Como saldo del comentario figura PPK. Está todavía en el tercer lugar de las preferencias. Se mantiene allí con un escaso 6,9 por ciento. Ha bajado, tenía el mes pasado 9,5 por ciento. Las encuestas demuestran que ya no cuenta con el respaldo mayoritario de la juventud. Ante el ataque de sus contrarios ha dejado de lado el pasaporte extranjero, pero a pesar del «pepe cuy» que le acompaña, no logra impactar entre el electorado. Hay evidencias de errores cometidos por su equipo asesor, a tal punto que el mismo ha sido radicalmente cambiado. ¿Cuál es la causa de lo que acontece con Kuczynski? Las encuestas lo identifican como el candidato de un significativo porcentaje de la gente con dinero, solamente superado por Keiko Fujimori. Él tiene 17,8 por ciento de respaldo, un punto menos que la hija del dictador, que cuenta con 18,4 por ciento en los estamentos A/B.
De aquí al 10 de abril hay escasamente poco más de cuatro semanas. Quienes tienen plata para gastar han invadido las calles con paneles, están saturando la propaganda por radio y televisión y las redes sociales se llenan de mensajes a todo dar. Ahora solo les queda recurrir ante el chamán de turno para que le eche agua de ruda, porque agua bendita es difícil que haya parroquia que los reciba.