El cementerio de los programas políticos

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En abril, como ciudadanos responsables que somos, debemos acudir a las urnas y votar en las elecciones presidenciales y del Congreso de la República. Para cumplir coherentemente ese deber patrio hay que estar informados, conocer las propuestas políticas, verles aunque sea la “cara dura” a los candidatos, y poder elegir entre “lo menos malos”. Para eso siempre se contó con programas de televisión de debate político, donde periodistas para “todos los gustos” ejercían su papel de comunicadores sociales.

Pero, la oferta televisiva actual nos ha llevado a una realidad muy diferente. Un mutismo de espacios de entrevistas, la ausencia de otroras colegas de fuste como César Hildebrandt, Rosa María Palacios y hasta el hoy banalizado Jaime Bayly. La limitación de la señal cerrada para Cecilia Valenzuela y la extraña salida de Milagros Leiva y aún más insólita de Beto Ortiz.

Y digo insólita pues a pesar que el programa La Noticia Rebelde, de Beto Ortiz, era un espacio más semejante a un magazine dominical que a uno de entrevistas políticas, por lo menos se trataba algo de periodismo de fondo. Se dijo que la cancelación se debía justo a esta ambivalencia, que se quería buscar una opción más seria. Pero lo lógico hubiera sido tener al mismo entrevistador en un formato más convencional, al estilo de lo realizado por Ortiz en un recordado noticiero de la mañana.

Ahora, y al igual que con el programa de Milagros Leiva (reemplazado por unos jóvenes colegas que revisan los titulares del día) no se llena un hueco que con errores y todo era explotado para informar a una población que ve acercarse la fecha electoral y sólo sabe de promesas políticas. De candidatos que maquillan sus plataformas obviando nombres polémicos que de ser elegidos podrían conformar el gabinete ministerial. De empresarios norteños que responden con bravatas a acusaciones muy serias de manipulación de los recursos de una casa de estudios superiores; a un asesino que viene siendo procesado y se da el lujo de aspirar a la presidencia del país. En fin, “carnecita” hay, pero ningún canal de televisión parece querer comprometerse en cumplir con informar a la población.

Este “cementerio de programas políticos” le permite a este columnista opinar sobre dobles intenciones, pues ya es conocido que “el silencio otorga”. Me queda clara la posición de los broadcasters de no generar conflictos con los potenciales presidentes del Perú, de aplicar la tan nociva autocensura, de colocarse una mordaza camuflada con una máscara sonriente.

Su apuesta es seguir vendiendo “cortinas de humo” con los llamados espacios de entretenimiento, chismes inventados, personajes creados por los realitys televisivos (Combate, Esto es Guerra) que sirven para exponer romances, peleas, y otras estupideces, cuyo fin es desinformar, tenernos en una somnolienta ignorancia, para ir a votar dormidos, elegir mal y hundir al país.

Hace muy poco, en una entrevista de Marco Aurelio Denegri a César Hildebrandt se llegó a la conclusión que tenemos la televisión más bruta de nuestra historia mediática. No queda más que darles la razón.

Foto: La República

 

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