El chamullo de “La Convivencia”

 

LA GRAN SOBREMESA

Corría el “apachurrante” 1960, el mundo se contoneaba con el twist de Chubby Checker, Lima asistía a la larga agonía del mambo, al tiempo de lamentarse por el inesperado knockout que sufrieron Antuco Frontado y su rutilante carrera, ante un hook al hígado inferido  por el violento pegador dominicano Carlos Pérez “El Zurdo del Higuamo”, que según  exitoso titular de “Última Hora”, pegaba con la derecha y “jalaba” con la izquierda.

Gobernaba el Perú, Don Manuel Prado -su segundo debut- en tanto el Apra, seguía atiborrando plazas públicas, en el viejo, frustrado intento, de llevar a Palacio a Haya de la Torre.

Prado era –a decir de los izquierdistas-, “un político cazurro”, que jamás superaría sus vinculaciones banqueras ni la irresuelta discusión sobre el inoportuno viaje de su padre, don Mariano Ignacio, en pleno desastre militar durante la infausta guerra del 79. Don Manuel, tenía gracia para los discursos, sabía manejarse con el Congreso y acostumbraba vestir de frac y chistera que se quitaba al toque “posando para la historia”, en cuanto “El Cholo Cruz”- inolvidable fotógrafo de “Última Hora”-, le gritaba: “¡Presidente!… ¡Presidente!”, tocándose la cabeza. Entonces, el señor Presidente, se descubría y empezaba a posar de frente, de perfil y agitando su elegante chambergo made in Paris, hasta que “El Cholo”, le decía: “Gracias Presidente”.

Don Manuel, era, por decirlo así, un “político con sentido del show”, y para la fecha que citamos, parecía necesitar “un gran golpe publicitario”, que habría de rebotar en todos los “comercios”, cuando inesperadamente, nombró a su viejo adversario (en temas económicos), Don Pedro Beltrán Espantoso, empresario de “La Prensa” y “Última Hora”, nada menos que “Ministro de Hacienda” y “Primer Ministro” en “el colmo de la cereza”.

Ni qué decir que el día de su juramentación, Don Pedro, se dio un baño democrático, llamando “colegas” a los periodistas que pretendieron acosarlo a preguntas.

Por entonces el expresidente, General Odría, agitaba su retiro litigando con un ciudadano japonés, por un sembrío de paltas, pero -en la sombra- animaba su partido con el semifascista lema de “Hechos, No Palabras”, cuyo “res Non Verba”, greco romano, fue chistosamente traducido por “Sofocleto, como: “La vaca no habla”, en tanto Haya de La Torre, preparaba esos mítines, que según sus biógrafos, constituían, su más amado “alimento espiritual”.

Hay algo que pocos saben, pero según el veterano periodista Amadeo Grados Penalillo, “la idea fue del vilipendiado Eudocio Ravines- que cobraba sueldo en “La Prensa usando un nombre supuesto, pero la única manera de “agilizar la imagen” del Presidente Prado- ahora compartida por Beltrán, que jamás tuvo “ángel” político-  era organizar un almuerzo asistido por los más destacados líderes del momento. Vale decir, Beltrán, Odría y Haya de la Torre. Algo habrá de cierto, en el dicho de Don Amadeo, pues de otro modo, no se explicaría la presencia de Ravines (asesor de Beltrán en la sombra), integrando la mesa que finalmente se tendería en la hacienda “Montalván”, según registró el periodismo de aquellos agitados días, mostrando fotos de los comensales, como  presagiando  un oscuro “contubernio”. Algunos volantes sin pie de imprenta, insinuaron abiertamente algo así. Incluso un par de trompeaderas en la Plaza San Martín rubricaron el comentario.

EL PLAN EN MARCHA

Don Jorge, el querido “Cumpa”, Donayre, decía que en el Perú, hasta los golpes de estado, se resolvían a dos niveles. Uno, a cargo de los grandes conspiradores  y el otro “a toque de pisco y butifarra”, – “como toda la vida, cumpita”-remataba.

Lo cierto es que el citado “comelitón”, destinado a “acercar democráticamente a todos los peruanos”, “por encima de odios y revanchas”, se puso en marcha, con todo lo que ello podía significar.

En primer lugar: invitar y convencer a los presuntos comensales. Luego, concebir una “carta” que agradara “más que menos”, a los asistentes y, “la papa caliente”. ¿Quién invitaba a Haya de La Torre? Es decir, con posibilidades de ahorrarse un desaire, pues Haya no era, para nada, fácilmente accesible. Y entonces, “La Craneoteca” de “La Prensa”, volvió la mirada a “Última Hora”.

La condición  popular del vespertino, le permitiría asimilar una negativa del líder aprista, sin mayores consecuencias políticas que se hubiera dicho.

Y entonces, se encargó el tema, a Don Luis Curie Gallegos, quien gracias a su columna “Politiquerías”, tenía toda clase de amigos en la política en particular el Apra, ya que habiendo nacido en Pausa, un distrito ayacuchano, se trataba de “paisa”, con Carlos Enrique Melgar, por ejemplo, y compartía “chismes y chirigotas”, con todos los parlamentarios, que lo apreciaban mucho por su carácter ligero… y por los pequeños párrafos que solía dedicarles, siempre en plan de “cherry”.

Así pues, le centraron a Don Lucho la difícil misión de invitar al “comelitón” a Haya de La Torre, eludiendo la posibilidad de un rechazo. Y entonces, el hombre se puso a pensar y a consultar.

Incluso -supimos- que un senador aprista, le aconsejó: “Lucho, mejor no te metas. Haya, se cuida mucho de graciosos que le atribuyen el mote de “glotón”, o “papaya”, coincidente con su gordura. Por eso, sólo come pequeñas cantidades -casi nunca en público- y en cuanto a beber, sólo acepta agua mineral, ya que no puede ver a los borrachos”.

Pero Lucho, ya estaba comprometido en el asunto y no tenía forma de volverse atrás. Y la verdad es que jamás supe cómo lo averiguó, pero una tarde, me disparó de golpe: “Oye chiquillo… ¿cierto que tu papá es trujillano y… creo que aprista”. “Bueno -le respondí-. Lo de trujillano es cierto. Pero cuando alguien le pregunta si es aprista, él responde: “de los de antes”. Eso, es todo lo que sé”.

“Bien, -me dijo- sólo quiero que me ayudes”. Y me explicó la nota. Para entonces, el propio Curie, se había valido de “El Cachorro” Manuel Seoane y del maestro Luis Alberto Sánchez, para llegar al propio Haya con la “famosa” invitación.

Curiosamente, Haya había aceptado de buen grado asistir al ágape, pero con una condición que esbozó lo más modestamente que pudo, según supe. “Como se sabe, yo vivo entre Roma y París, por razones políticas- Y pues… mal de mi grado, debo comer lo que se come por allá. En tanto, como buen trujillano, extraño mi comida materna. Modesta pero incomparable. De manera que de ser posible, un solo platito, pero  de comida trujillana”. “Por supuesto, doctor”, dijeron a coro los invitantes, saboreando triunfo. Pero, ahí quedaba, desafiante, un nuevo capítulo de la telenovela. ¿De dónde sacar comida trujillana, a la altura de las circunstancias y para un invitado tan especial?

Y ahí hube de volver a la escena. Don Lucho me llamó con su gentileza de siempre y me dijo: “Oye Davilita, dime una cosa: ¿Adónde va tu viejo cuando quiere comer comida de su tierra?

Ingenioso toque, mi estimado.

Y entonces, conduje a Don Lucho a la calle Malambito, a la espalda de donde ahora funciona la Universidad Villarreal. Es decir, a la casa de la inolvidable señora Doña María Vital, que vivirá por siempre en mi recuerdo. Jamás, nadie pudo, ni creo que podrá, preparar con tal sapiencia, las delicias de la cocina trujillana. “Cosita especial… bocatto di cardenalle, como diría un verdadero conocedor”. Y para allá enfilamos.

UN CASI NAUFRAGIO

Una vez en la “Casa Vital”, fui recibido con el mismo cariño familiar que allí se me prodigó, lo mismo que a mi viejo por larguísimos años.

Con mi mejor floro, expliqué a Doña María de qué se trataba y porqué a nuestro juicio, nadie -sólo ella- podía complacer a tan famoso comensal. Y ahicito nomás, casi naufraga el asunto. Don Lucho, cometió la “gaffe, como se dice en fino, de ofrecer a tan altiva dama, “un honorario” que correspondiera a sus atenciones.

Casi me caigo de espaldas, cuando Doña María respondió airada:

“No sea usted xxxxxxxxxx ¿Qué le hace pensar que yo, voy a cobrar, por hacerle una comida al Jefe? De usted gracias que ha venido con este chico, que es como mi hijo, porque si no….”- Y ahí nomás, mientras Don Lucho se deshacía en disculpas, yo intenté terciar y…-“Tú te callas la boca”- me dijo terminante Doña María, orden que acaté inmediato, porque en mi tiempo, se respetaba a los mayores. Sobre todo, a las señoras. Ahora, no sé, francamente.

“Yo voy a comprar los materiales y voy a preparar el menú para el Jefe. Dénme bien la dirección y la hora. Mi hijo me llevará en su camioneta”.

Y así se hizo. Y este es un pre estreno hasta hoy desconocido, del famoso “Comelitón” que abrió ese soñador capítulo de nuestra historia que habría de llamarse “La Convivencia”.

Doña María sirvió –en pequeñas cantidades como pidió Haya- un menú compuesto de “Ají de Huevos” (Una delicia), un tazón de sopa Shambar, (devoro el comentario) y un suculento seco de cabrito con frejoles”. Remató con un trocito de alfajor “King Kong”, de manjarblanco mochero, que ahorita mismo me hace agua la boca. A finales, la señora María – a quien evoco con un par de lágrimas de cariño- Se acercó a Haya de la Torre ofreciéndole una impecable palangana nuevecita y una toalla de felpa.

Como cumpliendo un ritual, Haya se puso de pie y besó ambas manos de tan gentil dama. -¡Gracias, compañera!… ¡Dios bendiga sus manos! –le dijo finalmente.

Los demás, degustaron un menú francés y asentaron con vinos moqueguanos. ¡Buen provecho!

 

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V: 2010 | 27