¿EL Fin de la cultura?

 

El filósofo, ateo, Jean-Paul Sartre y el existencialismo critican a los filósofos de la modernidad que aceptaron la muerte de Dios con mucha ligereza. No se habían dado cuenta que la negación de la existencia de Dios imposibilita construir una ética. Todos somos iguales y, por lo tanto, nadie puede imponer normas a los demás. Los valores se habían quedado sin ningún fundamento. No se dieron cuenta de que los valores tradicionales tienen su fundamento exclusivamente en Dios. Puesto que Dios no existe, afirma Sartre, el hombre está condenado a la libertad, una libertad sin normas. La separación entre ética y religión ha llevado a la desintegración de la ética porque el universo es mudo e indiferente.

El filósofo, uruguayo, Alberto Methol Ferré considera que la idea del “individuo” surgida en la historia europea como el núcleo de la construcción de la sociedad ocupa un lugar central en la filosofía moderna. El individuo se siente realizado cuando no es coherente consigo mismo ni con los demás porque se siente libre. Ya no existe una relación personal. Se elimina el tú. No interesa quién es el otro. Él no estima el bien por el bien sino él decide lo que es el bien y el mal. El libertino no cree en la justicia, la verdad y el bien. Él pervierte la belleza del amor por romper su unidad con la verdad y el bien. El líder político, corrupto, no tiene vergüenza de su comportamiento. Cuando lo acusan, se declara victima político.

El hombre libertino no cuestiona a la sociedad, sino que usa la democracia para una reivindicación del placer de cada uno, desentendiéndose de los demás. Actualmente nuestro mundo secularizado se otorga a sí mismo una independencia absoluta. Este individuo se imagina autónomo, pero obedece a la cultura de la vulgaridad ofrecida por los intereses económicos sin valores. La autonomía secular termina en una auto-suficiencia con consecuencias relativistas, violentas y perversión.

Este poder técnico materialista promueve la teoría de género que aparentemente pretende lograr la igualdad de hombre y mujer, pero es un método para impedir el crecimiento de la población mundial, eliminando el sentido de la familia, declarándola democrática. La escuela y el colegio van a educar con el pensamiento materialista del gobierno en lugar de los padres. No hacen ninguna referencia a la ética. Y precisamente la familia es la base de la ética.

La teología afirma que la naturaleza es una creación de Dios. Cultura y naturaleza participan en la revelación de Dios. La naturaleza está dada por Dios y Dios está presente en el pensar y actuar del hombre. No hay un dualismo entre naturaleza y cultura. La naturaleza es la cultura divina y la cultura es la naturaleza no como un hecho sino como un don. La investigación científica conforme a las normas morales, nunca será contraria a la fe (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, n.36). El hombre está ligado a la materia por su cuerpo, pero la transciende por su inteligencia y su libertad que elevan la materia y el cuerpo a nivel cultural. La ciencia y la tecnología no pueden prescindir de la cultura para lograr su buen desarrollo y uso. Dos ejemplos sencillos que demuestran la falta de cultura: llenar el mar de plásticos y fabricar armamento nuclear.

En Jesucristo el mundo adquiere una nueva dignidad. Cristo da vida al mundo y vence la muerte. Dios nos ha llamado al amor por medio del misterio de Cristo. Previo a la igualdad somos un don que recibe su sentido por ser amado y por amar. Cristo cambia los criterios mundanos. En lugar de la preferencia para el poder, la riqueza y la belleza, El señala quienes son los prójimos preferidos de Dios. Son los enfermos, presos, pobres, el hijo pródigo que se arrepienta, el forastero, es decir los hermanos más pequeños (Mateo, 25: 35,36,40).

 

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