Si usted fuera en verdad curioso/a, yo le revelaría en confidencia, dónde se celebra cada 31 de octubre la “Cita Houdini”. Una reunión de viejos “magos”, curiosos indagadores del “Más Allá” y devotos de Jon Klimo, líder del neo espiritismo, quien afirma haber descubierto un conducto “mágico”, llamado “Channeling”, que le permite comunicarse con “los desencarnados”, calificativo que inventó Alan Kardek, para referirse a los habitantes del “otro mundo”, en uso de misteriosos “códigos”, que además de enriquecerlo materialmente, lo han convertido en monumental dolor de cabeza, para los materialistas que califican dicha posibilidad, como “ilusión”, o concreta “estafa”. El día que para nosotros es celebración del criollismo cantado y para los gringos es “Halloween”, o noche en que los fantasmas salen a “embobinar” al mundo vivo, es, para quienes siguen esperando que “El Gran Houdini”, cumpla su promesa de comunicarse “con sus amigos” desde el “Más Allá”, si tal cosa fuere posible.
En lo que se refiere a su viuda, la romántica “Bess”, ella esperó lo mismo desde el 31 de octubre de 1926, hasta de diez años más tarde, mató el ensueño y dijo: «creo que diez años, es más que suficiente, para esperar a cualquier hombre» y ¡zas! Apagó la velita de la esperanza, para siempre jamás, digan lo que digan los decidores.
Los archivos oficiales, las cuatro cintas hollywoodenses y dos o cuatro libros documentadísimos, señalan que “El Rey de los Escapes”, murió la tarde en que en que un universitario, campeoncito de box, quiso probar si el “Mago”, podía resistir -como afirmaba- cualquier golpe aplicado a su legendario cuerpo y entonces le conectó tremendo derechazo al abdomen, sin dejarlo prepararse, desencadenando el estallido de la ya grave, avanzada apendicitis, que lo llevó al final de su espectacular vida,
Vía peritonitis con ahorro de aplausos. “Harry Houdini”, en realidad Erick Heiss, para sus documentos austro húngaros, que un día olvidó para reinventarse norteamericano, fue desde niño, un “buscavidas” que hizo de todo un poco, para ganarse el menú, luchando contra la pobreza familiar. Incluso fue aprendiz en un taller de cerrajería, en el cual, -según los envidiosos- habría aprendido a manipular toda clase de candados, cerraduras e incluso grilletes policiales, que jamás lograron inmovilizarlo.
Lo que parece ser cierto, es que un mago de circo, dejó en depósito, su equipo profesional en casa de los emigrantes Heiss, creando así la tentación del niño Erick, que jugando con sus hermanos, se familiarizó con los trucos del “escapismo” que habrían de darle -a su tiempo- fama y dinero a nivel mundial.
Houdini tuvo en su vida, dos grandes amores: uno, su señora madre, que al morir, no sólo le causó un dolor tremendo, sino que desencadenó la guerra que este hombre increíble libraría sin tregua, contra falsos magos, ilusionistas y, desde luego, espiritistas, que alguna vez pretendieron «comunicarlo» con su idolatrada difunta y su esposa “Bess”, a la cual entregó un «Código Secreto», al tiempo de decirle: “si hay alguna manera de comunicarse desde el más allá, yo lo haré contigo. Y si alguien pretende embaucarte, tú deberás pedirle, que te descifre este código. Si no lo hace, deberás denunciar el fraude”.
Andando el tiempo -«cosas veredes, Sancho»- un ilusionista millonario, presentó a “la doliente viuda”, en un escenario neoyorkino, aceptando haberse comunicado con su finado esposo, gracias al “Mago Tal”- el del “bille”- y leyendo en escena, el misterioso “código”, que era en realidad, una cancioncilla que ambos entonaron la noche de su debut escénico”. Después de ésto, mucha gente acusó a “Bess”, que por entonces pasaba apuros económicos, de “deslealtad con Houdini”, murmurando que “lo más probable”, era que hubiese vendido el secreto a cambio de una fuerte cantidad. De cualquier modo, la revelación aparece como cierta, en uno de los principales libros de Jon Klimo, mismo que atesoro en mi maltratada biblioteca.
Acerca de los sensacionales números de Houdini, que hasta hoy, ningún artista ha logrado repetir, los estudiosos afirman que se basaban en un gran estado físico, pues Houdini entrenaba diariamente corriendo maratones en solitario y practicando el buceo, con ejercicio de dominio de la respiración y otras disciplinas de tipo yoga, que sus pretendidos imitadores ignorarán para siempre.
Lo que queda sobre el tapete, es, que luego de nuestras primariosas instrucciones “religiosas”, la gran mayoría de los “catequizados” de ayer, cree a pie juntillas, que una vez “entregado el equipo” se irá al cielito lindo, si su verdadero curriculum pasa “por agua caliente”, o rebotará en los dominios de “Don Sata” o “Cavernas de Pedro Gotero”, como solía decir Don Armando Villanueva. Para los hipocritones o santurrones, está disponible el “Purgatorio”, especie de “prisión preventiva”, como sentenciaría el “Doctor Carhuancho”.
Los futurólogos teosofistas, hindúes, masones o rosacruces, entre otros graciosos filosofastros, sostienen que “la muerte no existe” y que el petateo final, sólo anticipa, “nuestro cambio de vestiduras” , léase, el “paso a otras dimensiones del universo”. Pero este modesto escribidor, que ha vivido lo suyo y algo aguaita de estos merecumbés, sólo puede aconsejar a sus amables lectores, una proclama descartesiana: “Creamos en Dios. Porque si existe, lo habremos ganado todo. Y si no existe… no habremos perdido nada. “Cest la Vie”, como dicen los franchutes.