“La televisión peruana se ha convertido en un serio obstáculo para el saneamiento de nuestra cultura pública”.
“Es un mundo cerrado sobre sí mismo que no está interesado en lo que ocurre afuera”.
Ambas afirmaciones pertenecen al eminente filósofo peruano Salomón Lerner Febres en su columna del viernes 19 en el diario La República.
En este texto nos propuso mirar al revés un tópico cuya pretensión es relativizarla importancia de los malos contenidos bajo el supuesto de que la televisión es reflejo de la sociedad.
¿Si imagináramos –sugiere Salomón Lerner– que es la sociedad la que refleja a la televisión?
En cuanto al argumento de que la preferencia del público tiene la virtud de validar la oferta televisiva, para el Rector Emérito de la PUCP se trata de una afirmación simplista ya que los medios tienen el poder de formar gustos y de incidir en la forma de pensar.
En este punto es útil repasar el pensamiento de unos de los teóricos más influyentes sobre comunicación, sociedad y política como es el profesor Giovanni Sartori (Universidades de Florencia, Italia y Columbia en EEUU) quien ha dicho que “con la televisión, el acto de ver suplantó al de discurrir”.
Sartori se refiere a la televisión en cuanto medio masivo por excelencia ya que “la fuerza arrolladora de la imagen rompe el sistema de reequilibrios y retroacciones múltiples que habían instituido durante dos siglos los estados de opinión…”.
Dijo más: “La televisión es explosiva porque destrona a los llamados líderes intermedios de opinión (…) que establecen de forma diferente para cada uno de nosotros, en quién debemos creer, quién es digno de confianza y quién no lo es».
Sartori afirma también que “cuando la opinión pública se plasmaba fundamentalmente en los periódicos, el equilibrio (…) estaba garantizado por la existencia de una prensa libre y múltiple que representaba a muchas voces”.
Eso no describe el panorama peruano a causa de la concentración de los medios, de modo que las voces múltiples que permitirían balancear la formación de opinión pública, al estar ausentes, ya no ofrecen aunque sea un débil contrapeso frente al poder de la imagen.
Una vez establecida la fuerza arrolladora de ese poder, queda claro que la baja calidad de los contenidos en la televisión causa mayor perjuicio que el de otros medios, los diarios chicha por ejemplo.
Desde su visión filosófica, Salomón Lerner reflexiona sobre lo trivial, lo vulgar y sobre la imagen deformante de nuestra realidad que ofrecen algunos programas de la televisión peruana.
La televisión –afirma– ha dado un paso más adelante porque es ella misma su propio objeto de observación, habla de sí misma, los personajes y escenas se convierten en noticia (…) un mundo cerrado en sí mismo que no está interesado en lo que ocurre afuera.
También ha dicho Lerner que se requiere una regulación (imprescindible la auto regulación) de contenidos, respetuosa de los derechos que sustentan nuestra democracia.
El expresidente de la Comisión de la Verdad es una de las personalidades más notables de mundo intelectual peruano, y en este tema su voz coincide con voces, también relevantes, de otros sectores de la sociedad que reclaman mejores contenidos de parte de la televisión.
Al fin y al cabo es un bien público, y los empresarios que dan el servicio televisivo harían bien en exigir talento a los productores de programas, así todos saldríamos ganando.